El nacional-madridismo –que no es todo el madridismo pero casi- tiene trofeos suficientes en sus vitrinas para ser feliz. Sin embargo, hay algo dentro de cada nacional-madridista que le corroe los intestinos, una pulsión que es más poderosa que cualquier otro instinto… no pueden ver que otros ganen títulos o disfruten del fútbol y la vida sin ganarlos. La verdad absoluta para el nacional-madridismo es una, o se es del Real Madrid o se es raro. En esta clara ruptura de lo que entienden como única norma posible, se sitúa mucho más el Atlético de Madrid que el FC Barcelona. Al fin y al cabo los catalanes son eso catalanes y por ende no españoles en sí. Pero que un equipo de la misma ciudad saboree las mieles del éxito y el fracaso con una actitud tan distinta, tan poco totalitaria, tan ácrata, tan “vamos a tirar la copa al río si la ganamos”, no lo pueden entender, ni soportar.

Normal que hayan estallado todos los nacional-madridistas ante un eslogan en el autobús del equipo: “Otra forma de entender la vida”. No pueden asumir que haya otras formas de entender la vida, que para cualquiera de ellos sólo pasa por su equipo. No entienden que haya ironía en una derrota con la Politécnica de Timisoara y se piense en tirar la Champions a al río Manzanares si se lograse. No entienden que las Champions o Copas de Europa no sean la única obsesión vital. No entienden que se pueda recordar con más alegría un partido frente al Hércules por tres goles de Leivinha que una copa del rey. No lo entienden como demuestran claramente personajes al servicio del poder como Juan Manuel Rodríguez –que está tan escocido que ha tenido que escribir sobre la vida con trece champions-, ni lo entienden en el programa nocturno ad maiorem Florentino gloriam. Aceptan al Barça porque es su sosias al fin y al cabo, pero que exista el Atlético de Madrid no lo entienden.

En realidad admitían que existiese cuando se arrastraba por el fango. En esos momentos adulaban a la afición por llenar el estadio en segunda división. En cuanto el Atlético ha vuelto a donde estaba en los años 1950s y 1970s, peleándole al duopolio los títulos, ha dejado de ser admirable. Ya lo ha dicho en más de una ocasión el viudo con gafas, que el equipo al que más “odia” es el Atlético. Y que esté a tres partidos de lograr su primera Champions provoca en el nacional-madridismo una apertura de esfínteres anales, más cuando en su caso es imposible que ganen esta edición –que ahora ha pasado a ser una copa menor, un engaño de la UEFA o un torneo de verano-. Peor es cuando observan que el mundo atlético, pese a querer ganarla partido a partido, está de cachondeo con tirarla al Manzanares –con la duda de si será Saponjic u otro (ex)jugador-. Que el Atlético pueda tener una Champions, una sola, en sus vitrinas es algo que deja sin comer, ni cenar a todo el nacional-madridismo. Son como el perro del hortelano que ni come, ni deja comer. “¡Habla Madrid!” y muertes chiringuiteras si acaba ocurriendo.

Llevan negando a Diego Pablo Simeone todos los éxitos logrados años. Dedican parte de un programa a negar a la afición atlética. Acuden en busca de los más extraños aficionados al estadio para dejar mal a entrenador o jugadores. Todo lo que sea rojiblanco les molesta mucho más que si es blaugrana. No pueden ser felices si los demás también lo son –se ganen o no títulos-; tienen que verles arrastrados por el fango para disfrutar con plenitud. Ganan una liga y están tristes porque les han eliminado, como ha pasado en 52 ediciones más –lo que supone que les eliminan en bastantes ocasiones-. La envidia les corroe y ahora apoyarán al Leipzig, al PSG, al Bayer o a quien haga falta con tal de no ver ganar al Atlético… y al Barça. Son felices si los demás no ganan y aquí es donde no entienden que hay otra forma de entender la vida. Los atléticos, sin dejar de querer ganar cuantos más títulos mejor, no lloraran durante una década por una final o eliminatoria perdida –algo que sí hacen en el nacional-madridismo-. Si ganan tardarán dos días en volver a su casa. Si no ganan tardarán uno. Ni lo entienden, ni lo entenderán.

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