La realidad es que este libro no estaba planificado para llegar a mis manos. Algo normal en todos los lectores/compradores de libros con el tsundoku, que dirían los japoneses, metido en el cuerpo. Iba paseando, para hacer tiempo, y se apareció ante mí una de las librerías Paulinas. Total, como había que hacer tiempo, por qué no entrar a echar un vistazo. Tenían en mente comprar un libro de Elio Gallego sobre John Henry Newman y otro de Olegario González de Cardedal sobre un tema que me interesa. Probar por si los tenían en ese momento era una forma como otra de pasar el tiempo. No los tenían y decidí “echar un vistazo”. Y cuando uno echa un vistazo en una librería acaba por encontrar algo. Siempre hay algo que encontrar, salvo que solo haya cosas de las dos grandes.
De esta forma llegó a mis manos el libro de Paul O’Callaghan, Desafíos entre >Fe y Cultura, de Rialp. Una propuesta dialéctica muy interesante donde el autor va desgranando cómo la fe disputa a la cultura ciertas posiciones y cómo la cultura impele a la salida de la fe en otros aspectos. Cuando algunas personas hablan de “batalla cultural” y demás cuestiones olvidan en muchas ocasiones lo que expone el autor en este libro. No es nueva batalla sino que viene de lejos. Paradójicamente, muchos de esos epígonos de la batalla cultural no toman en consideración la globalidad y pronfundidad del enfrentamiento como sí hace el padre O’Callaghan. Y ahí está su error.
Bien desgranado, resumido (se agradece no extenderse más de lo necesario) y tematizado, el autor irlandés comienza el texto planteando los términos básicos del enfrentamiento que va a desarrollar a continuación. No hay nada mejor que explicar qué se entiende por cada concepto que se utiliza para poder seguir el desarrollo sin problemas de comunicación. Que luego viene alguien que tergiversa lo comúnmente aceptado y no hay dios que se entere de lo que quiere decir. Si además de exponer los términos, se escribe con claridad, mucho mejor, como sucede aquí.
Siguiendo una línea histórica, necesaria para el tema que se está tratando, O’Callaghan va narrando cómo la Fe cristiana acabó por conformar la cultura occidental desde una antropología bíblica, que deriva en una ética propia y en un tipo de cultura específico: bien una cultura de rectitud y culpa, donde se distingue a la persona de sus acciones, ergo, sus acciones son correctas o incorrectas y cabe arrepentimiento y perdón; o bien una cultura de honor y vergüenza, donde no se distingue a la persona de las acciones y solo cabe la exaltación o la expulsión. Es evidente que la cultura fundamentada en el cristianismo, específicamente el catolicismo, se encarna en la primera y no en la segunda. Hoy la cultura dominante se parece más a la segunda.
De este tipo de configuración cultural, sigue el autor, se pudo construir la cultura occidental. Ahora que el cristianismo, como sustancia, está siendo apartado, va quedando una corteza sin nada dentro, provocando que la «humanidad se vuelva problemática para sí misma». No es que el cristianismo sea la única fuente para la conformación cultural, lo explica bien el autor, sino que sin esa sustancia, que ha permitido una construcción ética y estética (cabría añadir) de la cultura occidental, la civilización acaba por secarse. El rechazo en algunos aspecto de la dialéctica fe y cultura no hace más que perjudicar a la propia comunidad humana.
En la segunda parte será la cultura la que desafíe a la fe. Aquí O’Callaghan toma diversos temas centrales del espectro cultural occidental. A saber, libertad, igualdad, individualismo, solidaridad, conquista y gratitud. En todas ellas el padre irlandés expone cómo la fe, la antropología cristiana, explica de mejor forma lo que es el ser humano y su encaje en el mundo. Si la cultura desafía a la fe con el individualismo nada mejor que contraponerle una especie de personalismo donde se establece que el ser humano no es una mónada sino un ser ab alio. El ser humano es social y relacional «hasta el núcleo mismo de su ser». También existen diferencias entre el igualitarismo y la igualdad que son más conocidas.
La dialéctica conquista/gratitud es sumamente interesante pues, al fin y al cabo, vienen a resumir lo que es todo el debate entre los pares antes citados. Así dice respecto a la cultura dominante occidental: «la antropología del hombre que se hace a sí mismo, que se diseña y construye hasta el último detalle, con el deseo de no deberle nada a nadie, de no reconocer el don, como don, sino como conquista». Si Dios no existiese cualquier acción gratuita se colocaría en el plano de la deuda. Esto es algo que se percibe en la actualidad donde se llevan a cabo acciones que acaban generando una especie de dependencia con el otro. Es la cultura de la conquista. Sin embargo, la cultura de la gratitud cristiana se inserta en el don, la donación al otro, sin necesidad de retorno.
El último capítulo se separa un poco de la dialéctica cultura/fe para poner al cristianismo en medio de la batalla política. O bien se es liberal (en el sentido izquierdista) o bien se es conservador. Lo que viene a proponer O’Callaghan es que el cristianismo católico no puede ser conservador, ni liberal per se. Sin duda hay aspectos que encajan con el perfil cultural conservador (el derecho a la vida, especialmente), pero existen muchos otros aspectos católicos que son más culturalmente liberales o de izquierdas. Ninguna doctrina política puede, entonces, hacer un uso exclusivo del catolicismo.
«La vida del cristiano está construida sobre la fe que lo une al pasado, a la caridad del presente y, como resultado, a la esperanza, conduciendo confiadamente hacia el futuro. Los verdaderos cristianos, viviendo en fe, esperanza y caridad, pueden y deben poder establecer una síntesis personal entre el espíritu conservador y el liberal en el mejor y más profundo sentido de esos términos». Al alguno le puede llegar a explotar la cabeza.
Y así llegó a mis manos el texto y así lo he entendido. Ahora le toca a usted acudir a una librería a hacerse con un ejemplar del mismo.