La consigna era incomodar, molestar, subvertir, okupar con mucha pluma, en el día de la visibilidad lésbica, Chueca, ese barrio del que las bolleras reclaman haber sido expulsadas por las “dinámicas del capitalismo rosa y del pinkwashing”. Se refieren a esa enorme lavada de cara y el márketing hipócrita que el sistema se permite hacer con las luchas de los colectivos LGTBQI+, “bajo la falsa careta de lo gay friendly, que encubre prácticas discriminadoras con las poblaciones más vulnerables”.
La consigna también era recordar a las primas, a las bostonianas, a todas las ancestras lésbicas que tuvieron que esconderse, que fingirse otra cosa, para no ser repudiadas, encarceladas, patologizadas y encerradas en hospitales mentales por desear y amar a otras como ellas. Por esa memoria el Bloque Bollero salió este viernes 26 de abril a tomar las calles, a ser visibles, a gritar su existencia y resistencia.
Vestidas con tacones, pajaritas, medias de rejilla, corbatas, tirantes y todo lo que incomode a la heteronorma. Reivindicándose como butch, marimachos, femmes, putones y chonis, decenas de bolleras protagonizaron desde las 22 horas un festivo y cuestionador recorrido que empezó en la plaza Pedro Zerolo.
Allí se leyó un primer manifiesto de denuncia de la utilización de sus identidades para convertirlas en “nichos de mercado”. Rechazaron ese modelo de ciudad, “en el que no cabemos todas” y al grito de “somos las bolleras a las que no quieren en Chueca”, “las que deshecha el capitalismo”, cargaron contra la plumofobia, las políticas neoliberales, la gentrificación, la especulación, el racismo institucional y los contratos precarios.
Pidieron así mismo una sanidad pública que no las violente y nos recordaron las últimas agresiones lgtbfóbicas, reafirmándose en su compromiso de poner el cuerpo para combatir el fascismo que hoy campea libre en las calles e instituciones.
Resistencia bollo
Sus críticas siguieron en la segunda estación del recorrido, el Hotel Óscar, un lugar en el que se ha vetado la entrada de personas transgénero. Su dueño, uno de los miembros de AEGAL –el círculo de empresarios que dice representar al colectivo LGTBQI+ pero que en realidad ha conseguido despolitizar Chueca–, explota a sus trabajadores y es parte del engranaje del circuito de ocio y de odio, inaccesible para los bolsillos de tantas bolleras, “porque aquí ni los alquileres ni la marcha son para nosotras”.
Denunciaron también la poca oferta laboral para lesbianas, que deben realizar trabajo feminizado y bollerizado, por el machismo y la plumofobia reinante.
A continuación, las bolleras se acercaron al edificio aún abandonado de la calle Barbieri, que el año pasado fue okupado por el colectivo La Pluma, un centro social que iba a ser núcleo de la resistencia dentro del barrio pero que solo duró unos días debido al violento desalojo ordenado por el dueño, el también propietario de la peluquería Marco Aldany.
La manifestacón proyectó sobre el edificio el vídeo del día en que el espacio fue liberado y recordaron cómo fueron echados al grito de “maricones de mierda, os vamos a matar a palos”.
Cañonazos de confeti y la marcha continuó hasta el Smoke, un histórico bar de bolleras que en unas semanas cerrará sus puertas tras 23 años de actividad, debido a la deriva neoliberal del barrio, y cuya memoria colectiva quisieron homenajear con proyecciones y temazos musicales.
Con la pluma por delante
Sus dos últimos destinos fueron el mercado de San Antón, al que entraron para rechazar el modelo de consumo de Chueca, que ha hecho desaparecer al pequeño comercio para elitizar el barrio usando la bandera del arcoíris cuando les conviene; y el bar lésbico Fulanita de tal, sobre cuyas paredes también proyectaron imágenes de bolleras de cuerpos y expresiones muy diversas, para cuestionar la plumofobia de ese espacio y defender una performatividad más transgresora.
La multitud avanzó de vuelta a la Plaza de Chueca, donde se habló de la falta de referentes culturales y representaciones lésbicas, para acabar con una invitación al baile desaforado y a una pasarela que dio rienda suelta a la pluma bollera, transfeminista, contra la cisheteronorma y la monogamia obligatoria.
“Somos los referentes que nos han faltado”, clamaron como una declaración de intenciones y una demostración de fuerza, porque la visibilidad es hoy más que nunca un arma para las lesbianas contra el sistema que las quiere sumisas y obedientes.