Cuando uno es personaje público y, además, vive en cierto modo de su imagen, de lo que proyecta su imagen pública, lo mejor es estarse callado y no decir una estolidez. O se tiene bien pensado el argumento, con todas sus aristas, todos los datos, o al menos buena parte de ellos, o mejor callarse y no parecer estúpido o gualtrapas. Eso le pasó al escritor superventas Javier Castillo que no tuvo mejor idea que lanzarse contra las bibliotecas públicas y la función que realizan… porque, según él, pierde dinero.
Esto es lo que escribió en redes sociales: «Ahora que empieza una nueva legislatura y tenemos nuevo ministro de cultura, creo que es hora de hablar abiertamente de una circunstancia del mundo del libro que tendríamos que solucionar. Cada vez que tomas prestado un libro de una biblioteca, es el autor quien te lo presta GRATIS. O mejor dicho, el acceso universal a los libros que proporcionan las maravillosas bibliotecas está financiado por los autores. Grandes, pequeños, escritores que venden decenas de miles de libros o autores que apenas llegan a final de mes. Podría evitar este tema y no mojarme…». En efecto podría no haberse mojado porque, entre otras cosas, no es verdad lo que dice.
La red de bibliotecas públicas abona por cada préstamo de un libro 0,003 euros. Unos dineros que gestiona la entidad privada CEDRO la cual se encarga de abonar a cada autor su parte. Ergo, aunque la cantidad sea baja, el autor no financia una mierda. Si a ello se le suma que el autor ni ha pagado la impresión, ni ha pagado el transporte, ni paga el almacenaje, ni arregla los estantes, parece que financiar, lo que se dice financiar no financia tanto. El autor no presta gratis, cobra por ello en función de los préstamos, más lo que la editorial le dé por derechos de autor o adelantos editoriales, en el mejor de los casos.
En España existen unas 4.600 bibliotecas públicas, si cada una de ellas comprase un ejemplar del libro de Castillo, de uno por no liarlo más, resulta que habría recibido unos 9.000 euros en derechos de autor por esas compras, a lo que añadir todos los préstamos. ¿Dónde está la gratuidad de los préstamos? Las bibliotecas casi le estarían quitando media edición o reimpresión de una tacada. Un chollo económico y de prestigio que le parece poco a Castillo en su voraz persecución hasta del céntimo que se encuentra atrapado entre el bordillo y la alcantarilla.
Como el escándalo, al menos entre las personas que escriben, compran, leen y recomiendan libros (Juan Gómez Jurado fue a donar libros suyos a una biblioteca), ha provocado el desprestigio del autor, o cuando menos su señalamiento (en términos elegantes, no con insultos y demás cosas propias de las redes sociales), su grupo editorial, Penguin Random House, ha salido a defenderle y casi mejor que no lo hubiesen hecho. Ha sido peor la defensa que la imagen que había dado Castillo él solo.
La editorial ha publicado el siguiente comunicado: «Desde Penguin Random House queremos apoyar a Javier Castillo tras la malinterpretación que se hizo de sus palabras en esta red. Todos creemos que las bibliotecas son espacios de cultura y conocimiento, un lugar de encuentro entre los lectores y los libros». Si se fijan en las palabras en negrita, la editorial hace ver que quienes leyeron el mensaje: o bien no saben leer; o bien tienen deficiencias cognitivas. Como ha dicho la usuaria de X/Twitter @MarianCLC mejor exigir a Castillo una disculpa público mejor que «insinuar que no sabemos leer». En la frase en negrita del mensaje del autor pone, hasta en mayúsculas, gratis. Que es el autor quien lo presta GRATIS. Se puede ser muy tonto, pero mucho, hasta de capirote, pero está clara la frase como para que pueda haber una malinterpretación.
Si Castillo debería haberse callado al decir la tontería que dijo. Más que callado que es algo violento, debería haberlo pensado antes de publicar, la editorial debería tener aún más cuidado con señalar a quienes estaban ya cabreados como malinterpretadores. Que son gente que lee libros. Seguramente en grandes cantidades. Y algo, aunque sea solo por el pasar de las hojas, se les queda en la cabeza. Incluso puede haber doctoras en literatura española, filósofos, sociólogas, politólogos, juezas, médicos… todas esas personas ¿son tan estúpidas para no entender la frase de Castillo?
¿Está diciendo Penguin Random House que los que compran sus libros de Alfaguara, Ediciones B, Suma de Letras, Lumen, Salamandra, etc., no saben leer? Porque el que compra dos libros al año, normalmente de superventas, ni se ha enterado, ni le importa lo que haya dicho ese autor, pero a quienes se gastan los dineros de verdad habría que respetarles un poco. Un mínimo. Si ya Castillo seguramente haya sido vetado por muchos lectores (de los de gastarse el dinero), ahora igual hasta comienzan los vetos al propio grupo editorial. Con lo fácil que hubiese sido dejarlo correr y asumir alguna pérdida… pero no.
Post Scriptum. Para rematar la faena ha aparecido CEDRO (los que gestionan los dineros) disiendo “dame argo”. Al final van a conseguir que el veto sea generalizado.