La editorial Península nos sorprende con un nuevo libro del doctor Sánchez. En esta ocasión para contarnos sus cuatro de legislatura y lo que sintió en las elecciones del 23-J. Más allá de la calidad del mismo o de lo que escriba en él queda algo claro, el presidente Pedro Sánchez se la pasa todo el día repanchingado tocándosela a dos manos. Pese a lo que digan los cronistas del progreso más progresista, el presidente es un vago, un dejado, un relajado, un vividor, un caradura… Se preguntarán ustedes el por qué de estos epítetos, muy sencillo, no hay persona que sea capaz de escribir un libro y a la vez gobernar un país y a la vez ser presidente de turno de la Unión Europea y a la vez ser presidente de la Internacional Socialista.

Cualquiera que haya escrito, o al menos intentado, escribir un libro sabe que 384 páginas (las que tiene este volumen) no se escriben solas. Peor aún, no se piensan solas. Salvo que se sea Enrique García-Máiquez o profesor de instituto, el tiempo para poder escribir con cierta coherencia esa cantidad de páginas es bastante más amplio que los mesecillos en que los ha escrito el doctor Sánchez. Su tesis doctoral, esa que fue un copia y pega y donde se citaba como autor un verbo en francés, tuvo casi las mismas páginas y le llevó más tiempo. Tenía que elegir de qué documentos hacía el corta-pega. También es cierto que hasta los finalistas de ciertos premios escriben al tuntún y acaban llevándose una pasta. Pero lleva más tiempo.

Derivado de lo anterior, pese a ser recuerdos, mentiras, autoengrandecimiento y una visión de futuro que a nadie le interesa, lleva algo de tiempo escribir y pensar. Un tiempo que habrá quitado de sus obligaciones como presidente en funciones (algunas cosas ocurren en el país y en el mundo que deben ser atendidas); como presidente turno de la Unión Europea (preparar documentos, discursos, reuniones, etc.); y como presidente de la Internacional Socialista (hubo una reunión hace poco y habría que prepararla, hablar con unos y otros). Vamos que vaguea lo que no está en los escritos.

Cualquiera que tenga un trabajo intenso a nivel mental sabe perfectamente que el estrés se puede aliviar leyendo, escuchando música, pintando o cualquier otra actividad relajante (como ver películas), pero es difícil tener la mente lo suficientemente fresca para escribir. Aunque sea para decir tonterías sobre la gran amenaza que tuvo España con un volcán a miles de kilómetros de la península. Tampoco se tiene la mente fresca para elegir entre todas las circunstancias que se han vivido en cuatro años intensos, más con una pandemia por medio y varios conflictos bélicos. Tampoco se tiene fresca si se la pasa viajando por todos lados. La actividad de escribir requiere, salvo que se sea un dios, cierta calma mental. Ergo es un vago que dice que hace pero no hace y tiene tiempo para escribir. Salvo que…

una vez más no haya escrito ni una coma de todo el texto. Como sucedió en su anterior libro, fue otra la persona que le escribió el texto sobre unas charlas. Ahora ¿cómo habrá sido la transmisión de lo que se quiere decir, las emociones, la relevancia de esto o aquello? ¿Charlas dejando de lado las propias obligaciones por las que los españoles le pagan muy bien? ¿Se habrá grabado en el Falcon y luego que alguien lo transcriba? O ¿habrá dado una serie de pautas a un negro o varios para que le hagan un texto más o menos conjuntado? Apuesten por esto último. Entre otras cosas porque el texto que se ha hecho llegar a la prensa tiene tufillo a “escribidor de discursos”. Guiño, guiño.

Más allá de un nuevo fraude escrito cabe destacar otra cuestión llamativa. Cualquier presidente o alto cargo espera a haber salido del gobierno para escribir sus memorias, entre otras cosas, porque la perspectiva del tiempo aclara conceptos, rebaja el ego, aporta datos que no se tenían claros… Pero no, el doctor Sánchez es un ególatra que quiere dar la tabarra con sus “logros” constantemente. Tiene que reorientar lo que puedan decir los historiadores del minuto uno y condicionar a los científicos sociales del futuro. No aguanta no ser el bebé en el bautizo, la novia en la boda o el muerto en el entierro (esto casi mejor no mentarlo porque son muchos que sí querrían que ejerciese este último rol).

Y total para mentir. Antes de vencer en las primarias en Diario 16 se descubrió que estaba ya negociando con Pablo Iglesias, por medio de intermediarios, una futura moción de censura que tendría lugar en cuanto se pudiese. Enfureció con ello. Ahora no se ha descubierto hasta después que Santos Cerdán llevaba desde marzo negociando con Carles Puigdemont la Amnistía. ¿Lo va a contar o seguirá con el cambio de opinión para el bien común? De momento tiene la cara de decir que los demás son los que lanzaban bulos. ¿Como el de los peajes en autovías para el que se movieron con la UE a fin de no empezar ya como habían prometido? ¿Como el de no recorte de gastos que la UE y los organismos internacionales han pedido con insistencia? ¿Como el de tantas cosas que han negado y se han visto que eran ciertas?

A más, a más, incluso amenaza el ideólogo de la nada con mostrar en su libro las claves para el futuro del progresismo. A ver, que si siendo supuestamente licenciado y doctor en Economía no sabe hablar en términos económicos ¿cómo va a pretender teorizar sobre materias que desconoce completamente? Desde que hizo que salieran por la puerta de atrás los dos o tres pensadores más políticos, sus discursos son una retahíla de lugares comunes y frases de organismos oficiales. Que más inculto intelectual no se puede ser (bueno sí, Feijoo y unos cuantos más también pero no presumen de lo que carecen).

Venderá muchos ejemplares porque llegan las Navidades y es el momento en que los que nunca compran libros aprovechan y así se hacen fotos para las redes sociales donde demostrar su devoción. Pero que sea interesante en términos científicos, sociales, culturales o intelectuales no. Entre este libro y uno de mindfullness o cualquier invento de esos, mejor el segundo. Al menos están trabajados.

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