Un día como ayer de hace nueve años el Mediterráneo se abrió en canal para que el dios Neptuno se hiciese carne en Diego Pablo Simeone. Que como aquel que es el que es (“Yo soy el que soy” Éxodo 3:14) es uno y trino: es jugador, es entrenador y es espíritu santo para todos los atléticos. Si alguien piensa que es exageración, aunque la metáfora puede resultar hiperbólica, sólo hay que bajar a la materialidad de los datos empíricos y pensar que en contra ha tenido a dos de las mejores plantillas de todos los tiempos y a los dueños “de-aquella-manera” de la SAD. Un auténtico Behemoth (Job 40:10-19) con el que ha tenido que luchar día a día para llevar al Atlético de Madrid a los mejores registros de su historia –visto década a década-.
Si los datos son asombrosos, ha conseguido llegar a las trescientas victorias antes que nadie en la historia del club y antes de los quinientos partidos, la colección títulos del equipo no se ha producido en ninguna de las décadas anteriores (1 liga, 1 copa, 1 supercopa de España, 2 Europa league y 2 supercopas de Europa) a los que habría que añadir dos finales de Champions y quedar entre los cuatro primeros (un campeonato y dos subcampeonatos) en las siete ligas que comenzó desde el principio. Algo que no se produjo ni con Ricardo Zamora, Helenio Herrera o Luis Aragonés. La época dorada del equipo rojiblanco es la que están viendo los contemporáneos. Como jugador, además, hay que sumarle el doblete (liga y copa) del año 1996. Algo que la prensa del nacional-madridismo no ha acabado de asimilar como se comprueba en titulares, comentarios y peticiones del oyente que acaban siendo como esas canciones que la gente cansina pide al pinchadiscos.
Más importante que The Gozadera (que diría Lolo Outlaw) como son los títulos, es la parte del espíritu cholista. Más que los hechos materiales, importantes todos ellos, está la doctrina de vida que ha insuflado a la mayoría de la masa social del Atlético de Madrid. Salvo casos dignos a ser estudiados por psiquiatras, psicoanalistas o magos del vudú, la doctrina del cholismo se ha convertido en algo sacro para la hinchada rojiblanca. “No consuman”; “Si se cree y se trabaja, se puede”; “Partido a partido” (que ya han copiado otros entrenadores incluyendo al calvo de la flor; “No” son frases parte de la religión cholista que cuenta incluso con milagros, además de alguna travesía del desierto provocada por el maligno blanco y sus huestes de árbitros. El invento de Llorente, el trabajo de Turam, la elevación a los cielos de Griezmann, el “levántate y juega” de Lemar y así hasta formar bloques de jugadores comprometidos con la idea de trabajo y compromiso. Una doctrina que no han entendido los incrédulos y que sirve para el reparto de biberones de forma continuada.
Se extraña la prensa mamadora del régimen que los atléticos sean contrarios a verse favoritos para ganar la liga o cualquier otro título: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:24). Normal que no lo entiendan porque ellos viven en un mundo donde el atraco, el robo, la guerra de todos contra todos donde acaba dominando el que tiene el poder, es lo normal. Sin embargo, la doctrina cholista, consciente de la existencia de una oligarquía dominante, evita cualquier teleología, cualquier idealismo, cualquier cuestión que no sea lo material, el trabajo del día a día, el partido a partido. Esa enseñanza, que es la base del reparto de biberones (Jürgen Klopp tiene dos), está impregnada en las almas rojiblancas tanto que no es que no haya deseo de conseguir títulos, no es que carezcan de pasión, sino que son completamente objetivos pero, ¡ojo a esto!, sin perder de vista que como se pueda se hincará el diente al trofeo que se ponga a tiro. La obligación de los títulos están en otros lados, en la sociedad rojiblanca hay esperanza, siempre ligada al trabajo duro. La propia experiencia ha visto cómo les han guindado títulos ante sus ojos por cuestiones ajenas al juego en sí.
Simeone es uno y trino para la afición rojiblanca y nueve años parecen pocos. Lo bueno de este tiempo de cholismo, que durará lo que el Cholo quiera que dure, es el día después de Simeone la historia del Atlético de Madrid será otra. Quien ose sentarse en el banquillo no podrá separarse de esa doctrina. Quien quiera vender títulos y demagogia barata saldrá expulsado del reino de los cielos que es el Metropolitano. Quien mee colonia no llegará ni a cruzar la M-40. Gracias al Cholo la historia rojiblanca ha cambiado en lo económico, en lo deportivo y en lo ideológico-doctrinal. Y eso jamás se le podrá pagar en dinero… mientras tanto que le suban el sueldo para que rabien más y más. Lo mejor es que esto, los demás, jamás lo entenderán.