Uno está tranquilo en casa preparando sus cosas (cuardernos, cargadores, bolígrafos, etc.) para salir hacia la sede de Ferraz cuando lee a Daniel Basteiro (El Español) que hay unas filas impresionantes para acreditarse como prensa en la sede del PSOE y ya se te acelera el corazón. Había enviado la solicitud casi al momento de recibir el correo del PSOE y pensaba que no veas como llegue tarde igual no hay hueco ni para sentarse. Por suerte lo había porque en la sala de prensa no estaba la noticia en sí, sino en la calle y en los escondrijos de la sede socialdemócrata.
Llegar a la sede del PSOE y ver que las filas habían desparecido resultó un alivio. En nada tenía mi acreditación y, como toca siempre en casos así, había que buscar los pareceres de unos y otros, incluso entre compañeros tan amables como Esther Palomera, la gente de Castilla-La Mancha televisión o Ketty Garat. No se asusten que por allí ni Eduardo Inda, ni gente tan cavernaria apareció. Pensaba justo en eso cuando en 2016 todos los popes de la derecha mediática, al menos, se pasaron un poco a ver qué, otro poco a molestar. Esta vez debían estar llorando o pensando como tergiversar un titular para que no pareciese un fracaso lo que es un fracaso. No adelantemos acontecimientos.
Me encontré a unos cuantos asesores monclovitas y gente de comunicación del presidente Pedro Sánchez. Se sentían confiados en la victoria pero no se fiaban. Lo habían pintado tan mal en algunos medios de comunicación que hasta estas personas, que tienen trackings propios, estaban con la duda. De la duda se llega a conocimiento, pero más que duda era canguelo. Muchas sonrisas contenidas pero no por no creer en la victoria, sino por no saber si podrían gobernar. Hoy tampoco es claro con quién se gobernará, pero se sabe que los otros no lo harán. Algún miembro de la Ejecutiva, que te encuentras mientras acudes a por una bebida, ya se siente más confiado cuando acababan de cerrar los colegios y los sondeos apuntaban a lo que luego sucedió, que los neofascistas no eran tan fieros y que el PP se estaba pegando el golpe de su vida de mano de Fra-Casado. Así Óscar Puente sonreía más que sus compañeros hacía una hora.
Pasaban lentamente los minutos y en la sala de prensa ya había sorpresas por el batacazo del PP, e incluso alguno hacía alguna broma. De repente, las miradas y los whatsapps se dirigían a la calle Génova para intentar conocer si Casado dimitiría o se aferraría al sillón de mando como él dice que se aferra Sánchez a la Moncloa. La buena gente de prensa de Ferraz nos explica cómo va a funcionar el sistema de ruedas de prensa y palabras. Observamos que Pedro Sánchez imitará a José Luis Rodríguez y saldrá a un escenario en la calle. Así que, en buena medida, parte de la información comenzaba a estar en la calle, en la gente que se iría acercando a la calle Ferraz a centenares. No llegaron a miles, comprensiblemente, porque la mayoría de militantes estaban en los colegios electorales.
Eso sí, según iban ofreciendo los datos en la pantalla gigante que situaron en mitad de la calle, los cansinos de los neofascistas que habían pasado buena parte de la tarde con canciones militares y gritando contra el PSOE con sus banderas de Vox, se escondieron. Quitaron las banderas de Vox y aguantaron que sus vecinos de arriba sacasen una bandera republicana y les dijesen tres o cuatros eslóganes. Al menos los oídos se alegraron de no escuchar marchas militares por más tiempos. No fue una victoria de la izquierda pero sí del buen gusto, hasta Alejo Estivel miraba entre asustado y sorprendido el espectáculo.
Según pasaban los minutos más y más gente se acercaba a la sede del PSOE esperando poder escuchar y ver de cerca a su héroe particular. Todas las personas preguntaban por Pedro, no por el partido y demás. Gratificante fue observar que cuando aparecieron Pablo Iglesias y Alberto Garzón la gente del común estalló de júbilo con aplausos y gritos de “Sí se puede”. Un aviso para aquellos y aquellas que en Ferraz orgasmean con un acuerdo con Ciudadanos (que dice Rivera que jamás se producirá, o al menos hasta el 27 de mayo). Los votantes y las bases quieren un pacto por la izquierda.
Y, al final, salió Sánchez y aquello se convirtió en la fiesta que todas las personas deseaban. Adoración al líder y satisfacción por haber evitado la llegada del neofascismo hecho partido al poder. Muy entrañable todo pero hay que escribir y no podía quedarme a ver lágrimas, que las hubo; vítores, que los hubo; y abrazos en la diversidad, que hubo y muchos. Corriendo a escribir con una extraña sensación de que tampoco ha sido para tanto. O me estoy haciendo mayor y mi capacidad para la sorpresa es muy alta, o igual se ha exagerado todo tanto que al final, realmente, no es más que una votación más dentro de una democracia muy limitada.