Realmente el titular de la reseña ha quedado un poco cacofónico, pero es complicado unir en el mismo el cariño del amigo por quien tanto ha enseñado, el reconocimiento a quien ya no está y el recuerdo de Benedicto XVI como teólogo y pontífice. El libro del cardenal Robert Sarah, Todo lo que nos ha dejado, editado por Palabra, es un merecido y bello homenaje a ese amigo del que tanto aprendió en cuestiones teológicas, vitales y eclesiales. Un homenaje vívido y lleno de amor y ternura por quien era más que el obispo de Roma o el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para quien era Magno ya en vida.
Sin duda el cardenal Sarah siente una devoción especial por Joseph Ratzinger pues sin generar una teología propia, no es menos cierto que no dejó casi espacio teológico sin pensar o sin aportar algo. Eso es algo poco común entre la comunidad de teólogos. También se añade que para Benedicto XVI (nótese el cambio de nombre cuando se habla de teología o de pontificado) el sentido de la liturgia, concebida como la presencia de Cristo en ella, con todo lo que significa, es muy del agrado del cardenal guineano. Sarah, siguiendo la estela del pontífice romano, quiere preservar la sacralidad y el significado de lo litúrgico. Da igual que sea de forma más tradicional (ad orientem) o más conciliar, lo que no puede ser es una juerga llena de añadidos por una inculturación mal entendida.
El texto se divide en tres grandes partes. La primera es la más bella por ser la más sentimental. La que más muestra la amistad y el respecto del cardenal con el papa fallecido. Allí Sarah da rienda suelta a sus sentimientos para mostranos un Benedicto muy diferente al que los enemigos (tuvo muchos), los falsos amigos y los ateos le asignaron en vida. Un pontífice que era todo cariño y prudencia, con el añadido de estar dispuesto siempre a evangelizar con la humildad que el propio Jesús recomendaba a sus apóstoles. Un papa que sufría cuando aparecían las batallas, mundanas en muchas ocasiones, dentro de la Iglesia que estaba dirigiendo. Su propio carácter, contrario al enfrentamiento que no la confrontación, le hacía pasar por malos tragos que se añadían a su mala salud.
La segunda parte es un recuerdo mucho más de Ratzinger, por tanto el teólogo, que de Benedicto XVI. No por las referencias que se utilizan, que son casi siempre documentos y conferencias del pontífice, sino por el legado que ya llevaba tras de sí al llegar a la silla de Pedro. En este espacio el cardenal Sarah se permite ir más allá del teólogo amigo y papa para dar su propia aportación teológica. Una aportación que está directa y fuertemente influenciada por Ratzinger. En algún momento incluso se permite ajustar algunas cuentas, con fundamento, con todos aquellos que quieren hacer de la Iglesia una especie de parque de atracciones espiritual acomodado al signo de los tiempos. El diálogo de Benedicto con el mundo, a través de Sarah, resulta prolífico y muy esclarecedor. Incluso muchos pueden llegar a sorprenderse de la firmeza y dureza que se expresa respecto a temas como los abusos a menores.
La tercer y última parte está dedicada a diez texto de Benedicto XVI en audiencias, conferencias y homilías. La actualidad de lo que allí se dice sorprende, pero mucho más la profundidad espiritual que expresan todos esos pensamientos que han sido legados por un “doctor de la Iglesia”, como piden estruendosamente muchas voces en la Iglesia. Voces ignoradas por el actual pontificado. El cardenal Sarah, calificado de ultraconservador, piensa que en los textos elegidos hay una luz que sigue iluminando a los creyentes en los temas que toca. Por eso, ningún mejor homenaje que ponerlos juntos para que todo aquel que se acerque al texto pueda aprender tanto como hizo el africano de su maestro, mentor y, esencialmente, amigo.