El PSOE es ese partido que, desde la llegada de su actual secretario general, ha laminado cualquier tipo de debate ideológico, de principios o político, pero pone en marcha una fundación política para el debate ideológico, de principios y político. El militante en el PSOE es un mero pagacuotas al que se convoca, alguna vez, por quedar bien, a una asamblea para que de su visto bueno a cosas que ya han sido decididas por él. ¿Debatir antes? ¡A quién se le ocurre!

Cuando tomaron la Fundación Pablo Iglesias y echaron de allí a todos los que había, poniendo al frente al gran intelectual español Santos Cerdán, se dijo que era para llevar a la fundación más allá de lo meramente histórico y académico. Se iba a transformar en un laboratorio de ideas para proponer a la sociedad española. Como Cerdán no sabía ni como abrir un libro pusieron a otra gran intelectual española, con una ingente obra a sus espaldas, María Luisa Carcedo. ¿Ha logrado algo en estos años? Nada. Cero. Es más, está en términos de actividad académica y bibliográfica peor que antes cuando la dirigía Alfonso Guerra. Lo único que se pretendía era que en la Pablo Iglesias no hubiese nadie con ideas o perspectiva propia. Lo mismo sucede con la Fundación Sistema que se ha puesto tanto al servicio del jefe que hasta es distribuida en las redes internas del PSOE.

Pedro Sánchez, como buen adanista, tenía que crear algo propio, suyo, algo que le eleve hacia la posteridad como el mayor político del progresismo mundial de estos tiempos. De ahí surge la Fundación Avanza (como el grupo de transportes de pasajeros) para el lanzamiento de las ideas de progreso y luchar contra la ultraderecha. Y ponen al frente a gente que no ha sabido luchar contra la ultraderecha aunque sí que compran todas las ideas del progresismo. De la socialdemocracia ni una compran, pero del progresismo todas. Y el progresismo es nada más y nada menos que la cara amable del neoliberalismo. No se lo dirán en esa fundación porque al menos les llega para no descubrir eso.

Al ser una idea y propuesta suya, Sánchez ha tenido que hablar y decir cosas como intelectuales. El chico tiene problemas para encarrilar un discurso económico siendo, supuestamente, doctor en Economía, imaginen las risas cuando intenta hablar de ideas, de valores, de principios… “De donde no hay, no se puede sacar” y eso mismo pasa con Sánchez. Al no tener nada dentro de su cabeza, eso le alivia y así puede cambiar de opinión constantemente, acaba por meter la pata y decir unas tremendas boutades que pondrían los pelos de punta a cualquier militante socialista de hace veinticinco años —¿por qué creen que tuvo que hacer carrera de machaca de Balbás (el del tamayazo) y Blanco? Porque en cualquier asamblea lo breaban verbalmente todos—.

¿Cuál ha sido la última? Afirmar que los progresistas y los socialdemócratas tienen la capacidad de ¡¡¡cambiar los principios!!! según la situación. ¿Los principios? ¿Está seguro que quería decir esa palabra señor Sánchez? De ser así ¿sabe lo que son los principios? Decía Louis Althusser que cada situación/acontecimiento requería de su propio análisis. Esto es, no se podía aplicar cualquier tipo de prejuicios ideológicos o técnicos a las diversas situaciones. Normalmente todos los políticos mediocres aplican sus prejuicios ideológicos a cualquier situación, sea la que sea y provenga de donde provenga. Es más fácil analizar así que ponerse a separar la paja del grano, ver los porqués, causas y consecuencias. Los intelectuales de izquierdas siempre han tenido esto en cuenta, según la situación su propio análisis. Pero no es lo mismo que cambiar de principios en cada situación.

Un ejemplo sencillo y que todo el mundo entenderá por cultural. La Iglesia católica tiene una serie de principios de los que no renuncia y que se encuentran en su gran mayoría en el Credo (la divinidad de Cristo, etc.). A ellos les suma otros principios no dogmáticos sino doctrinales como la preferencia por los pobres, los afligidos, etcétera. Esos principios no los cambian nunca porque son la base constitutiva de su religión. Lo socialdemócrata no deja de ser otro tipo de religión, como lo es lo liberal. Laicas sí, pero religiones. Un liberal no cambiará nunca sus principios de defensa de la libertad individual, la propiedad privada y el capitalismo libre. Un conservador no cambiará nunca los suyos, especialmente que la tradición tiene cosas buenas que deben ser transmitidas. El problema es que Sánchez no sabe cuáles son los principios socialdemócratas, ni los socialistas, ni nada que se asemeje.

Es sobre los principios que se construye la ética, lo moral, lo político, lo ideológico. Es sobre los principios que las personas tienen capacidad de enfrentar al mundo, al otro. Es gracias a los principios que puede haber convivencia social. Los principios permanecen hasta que se demuestran falsos, si es que lo son, o la persona cambia por circunstancias personales. Los principios no se adaptan a las situaciones sino que es la forma de enfrentar cada situación, analíticamente sobre todo, la que debe ser distinta bajo los principios propios. No se puede pensar el siglo XXI de la misma manera que el XX, pero los principios que permiten ese análisis y pensar permanecen. Si cualquiera cambiase de principios cada día ¿qué sociedad podría ser posible?

Claro que siendo Sánchez un gazmoño es normal que piense así. Cambia de opinión, miente sin ruborizarse, hace lo que sea necesario para salirse con la suya, no respeta la palabra dada. Para él es normal que los principios sean completamente etéreos, líquidos, la nada. No es algo de la socialdemocracia, es algo personal de Sánchez. Por ello es un ser amoral, por carecer de principios, por carecer de palabra, por carecer del mínimo necesario para poder participar de la sociedad. Sí es un político profesional y vive de pisotear a los demás para beneficio propio, pero eso le hace mala persona. Amoral le hace carecer de principios, de ahí que para él lo mismo vale el libre mercado que la intervención de él; la preferencia por los más débiles que plegarse a los poderosos; ser socialdemócrata que ser liberal. No hay diferencias porque las circunstancias hacen que se pueda ser dios y el diablo a la vez, según su forma de ver el mundo. Es Calígula.

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