Fuente: The wild project

España es así. Basta con que alguien insertado en la coalición dominante exponga un tema para que se tenga en cuenta. A casi nadie le ha importado el tema de la inmigración desde la llegada del euro hasta que, como si hubiese causa-efecto, los grupos conservadores o izquierdistas han obtenido mayor presencia en el parlamento europeo. Rápidamente esa coalición dominante ha salido en tromba, primero, para garantizar la unión (PSE y PPE abrazados en el gobierno europeo), segundo, para lanzar mensajes sin datos algunos (los inmigrantes servirán para pagar las pensiones y hacer los trabajos necesarios) y, tercero, situar el posible debate en los términos que les conviene.

En este último punto ha destacado la preocupación de uno de los popes del pensamiento sistémico, en cualquiera de sus dos caras (progre o liberal) como analizó el arzobispo de Granada Francisco Javier Martínez Fernández en Más allá de la razón secular, Juan Soto Ivars. Personaje que es de esos que, sin hacer mucho ruido, son la punta de lanza de lo ideológico dominante. Hay otros que trabajan en ese sentido, a derechas e izquierdas, pero tienen menos pedigrí porque no suelen escribir libros literarios (aunque alguno hay). Destaca entre esa enorme cantidad de doxósofos (esos enemigos de la razón a los que tanta rabia tenía Platón) que solo hablan de parte, al dictado y/o sin salirse del carril que les proporciona dinero. Personajes sin auctoritas en su mayoría que pontifican desde columnas mediáticas y programas diversos sin tener ni idea de lo que están hablando —queda para otro momento el analizar en qué momento cualquier periodista se transformó en columnista experto—.

El signo de los tiempos lleva a la endeblez del pensamiento y del arte de la columna. Por eso destaca Soto Ivars (y otros similares). Lo importante es descifrar ¿quién le ha concedido auctoritas a este señor para que pueda establecer el tema de la agenda política o mediática? Se ha olvidado que la auctoritas (no confundir con la autoridad hipostatizada que es sinónimo de poder) es algo que se concede por el otro o, en algún caso, por lo que se ha demostrado. Hay una auctoritas personal de tú a tú que se concede de forma más o menos personal por el comportamiento o la forma de expresar las ideas o técnicas del grupo que sea.

Otro tipo de auctoritas, que se entrelaza con la anterior en muchas ocasiones, viene derivada por los logros personales. Por ejemplo, un doctor tiene, en principio, más autoridad que un graduado; un médico tendrá más autoridad que un administrativo respecto a la curación. Ergo alguien dedicado al pensamiento (estudio, análisis, confrontación…) tendrá, en principio, más auctoritas que un lego en la materia a la hora de establecer temas, críticas sociales, etcétera. Esto no sucede en España. Como buen país de cuñados, cualquiera sabe más y tiene más razón que alguien que ha dedicado su vida a ese trabajo. Soto Ivars es un sencillo escritor/periodista —en opinión de quien esto escribe un tanto mediocre o posmoescritor aunque debido a lo poco que ha leído de él no es una opinión fundada sino extremadamente subjetiva— sin haber destacado jamás en el análisis riguroso, el estudio profundo…

El articulista Hughes ha estado muy agudo al exponer la ley Soto Ivars (o punto Soto Ivars), la cual establece que «llegado el momento todo fenómeno social alcanza en España un punto (el punto o cota Soto Ivars) en el que deja de ser negado y puede ser tratado como tal entrando legítimamente en la tráfico periodístico y político». Ahí, prosigue Hughes, cambia de portavoces y, esto se añade aquí, pasa a ser volteado para convertirse en un fenómeno con apariencia similar pero con la fundamentación permutada por completo y en ligazón con el pensamiento dominante. Quienes antes trataron el tema dejan de ser “expertos” y por ello dejan de tener voz en la discusión. Sucedió con la España vacía y sucederá con este y otros temas. Al final el problema acaba reduciéndose o a cuestiones técnicas irresolubles o a cuestiones que se deben resolver a la manera de la clase dominante.

Cuando en España algunos, pocos, señalaron que la llegada masiva de inmigrantes a la par que la entrada en el euro era la más clara utilización de las migraciones (como se ha hecho toda la vida entre el campo y la ciudad) como ejército en la reserva del capital, se señaló que no era más que xenofobia. Los datos han demostrado que la clase media y la clase trabajadora se han empobrecido en todos estos años de libertad de movimientos. Ahora al problema económico se añade el cultural. Sobre esto, y que perdone Mariona Gumpert, ya advirtió el pensador (este sí con auctoritas) Ignacio Gómez de Liaño en alguna columna, charla y un libro Democracia, islam, nacionalismo (tampoco dejen de echar un ojo a El eclipse de la civilización), el cual, trata los temas en similitud con Remi Braguey su Sobre el islam. También ha sido pronunciada cierta preocupación en charlas por Gabriel Albiac (otro con auctoritas). Y en ninguno de los casos hay un señalamiento xenófobo sino verdadera preocupación por las dificultades de integración.

Guste o no, España no deja de ser Occidente —así, con mayúscula, como distinción civilizatoria, religiosa y cultural— y todas las fórmulas multiculturales —esas que se llevan experimentando en Canadá desde hace décadas (¿se han dado cuenta que ese país es la zona de pruebas de la clase dominante occidental?)— no han servido. Ni la integración laica francesa, ni el libertarismo centroeuropeo. No puede ser que en algunos barrios europeos lo legal sea la sharia y no los derechos humanos y las distintas constituciones.

El temor que siente Enrique García-Máiquez en su columna “La verdad por fachículos” es normal porque, como se ha escrito más arriba, esto va a cambiar el perfil y todos aquellos que se han quejado —por la izquierda y la derecha, no vayan a pensar que es algo de una posición concreta, aunque según el nuevo mantra todos sean fachas— van a ver cómo la coalición dominante les quitará el debate, le acallará y terminará sin solución real pero con una aparente salida favorable al sistema. Europa, desde Cádiz a los Urales, molesta a los poderosos porque es de los pocos lugares de resistencia ética, política, cultural y religiosa que quedan. Toda vez que América es parte de la ideología dominante —no se dejen engañar, los que parecen los nuevos revolucionarios son parte del sistema—, toda vez que Asia no va más allá de sus fronteras y son plenamente capitalistas, solo queda Europa como guisante en la cama de la princesa poderosa.

¿Quién ha concedido auctoritas a Soto Ivars? Los que mandan y sus redes de reproducción ideológicas (medios, editoriales…). Ni su trayectoria, ni sus logros personales.

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