Cuando Quim Torra llamaba a atacar al Estado español no hacía más que seguir insuflando fuerzas al independentismo. Le podríamos explicar al señor Torra, cuestión distinta es que lo entendiese, es que para atacar al Estado español primero deberían ser otro Estado o no estar en las instituciones. Una vez que están en las mismas son Estado y por tanto se deberían atacar a ellos mismos. No lo entenderá así que mejor no llenarle la cabeza de cuestiones que podrían superarle. El caso es que desde el Govern se sigue alentando una posible independencia que no se la cree ya ni Carles Puigdemont. Fuegos de artificio para justificar la propia posición y una estrategia de defensa frente a la derecha ultramontana. Dos derechas peleándose para alimentarse, podría titularse la película.
Y ahí siguen PP y Ciudadanos la crisis catalana… porque les interesa seguir con ella. No les importa la ciudadanía catalana, ni los problemas que tienen, sólo quieren seguir con el enfrentamiento porque, ahora que lo de ETA parece que ya no surte efecto, necesitan un enemigo interno que oculte sus miserias y sus intentos de explotación de la mayoría social. El PP ha dejado más de 400,000 millones de deuda de la que había y con Cataluña de eso no se habla. Hoy las personas son más pobres que hace 8 años y el capital financiero y las grandes corporaciones mucho más ricas, con Cataluña de eso no se habla. Y tras el PP aparece Ciudadanos que saben que subieron en las encuestas gracias a inspirar el odio extremo contra Cataluña y en ello siguen. Éstos para ocultar que harían la misma política del PP en materia económica y social, como se puede comprobar en la Comunidad de Madrid. Es en ambos casos no tanto un deseo de que se respete la legalidad o el ámbito constitucional como una forma de captar votos mediante la utilización de la pulsión nacionalista española. Que es lo mismo que hacen en el otro bando retroalimentándose ambos núcleos de derechas.
Tanto Pablo Casado como Juan Manuel Villegas (que era ayer el “cuñado de guardia”) solicitaron ayer que el presidente Pedro Sánchez atajase inmediatamente las salidas de tono de Torra. Para el presidente popular las palabras del presidente de la Generalitat “sí fueron un ataque al Estado y además la amenaza fue explícita”. Por ello, le ofrece “sus” senadores para que aplique el artículo 155 si no se avienen a callarse. Vamos que la libertad de expresión, aunque sea para decir paridas, queda abolida para aquellos y aquellas que no piensen igual que Casado. Luego ha dejado una perla en forma de frase que deja bien a la claras que el master no le sirvió de nada: “Los peores momentos de confrontación que vive la historia empiezan por frases”. Como aquella famosa frase “¡que te pego leche!” de Ruíz Mateos que provocó… la caída de las gafas de Boyer. Los historiadores de cámara del PP deben estar buscando con ahínco palabras que acabasen con una guerra o un enfrentamiento civil. Lo máximo debe ser el rapto de Helena por parte de Paris y que provocó la guerra de Troya. Torra parece más a ese borrachillo de bar que todo bravucón va amenazando a las personas pero de lejos, muy de lejos.
Claro que Villegas tampoco se ha quedado corto y ha descubierto lo que en un inconsciente se guarda, la confrontación civil. Hablando de lo mal que lo hace Sánchez y sus pactos con secesionistas y populistas ha expresado que “no podemos dejar sólo a los tribunales la defensa de la Constitución”. Si uno lo lee rápido ni cae en la cuenta, pero si se detiene hasta da miedo. ¿Está llamando a las armas en Cataluña? Porque esto lo dice después de afirmar que hay que volver al pacto constitucionalista. ¿Qué quieren decir Villegas y Ciudadanos? La Constitución como norma jurídica debe ser defendida en los tribunales. En un sistema constitucional uno defiende el sistema frente a un ataque armado exterior o interior mediante los aparatos represivos del Estado. Frente a la vulneración de la ley se actúa mediante los procesos que fija la propia ley. Aunque lo que de verdad quieren en Ciudadanos, lo que está en su fuero interno realmente, es establecer una dictadura en Cataluña. Meter a todos los secesionistas en la cárcel. Cercenar la libertad de expresión. En fin, recuperar el control como ellos y ellas lo entienden, mediante la represión. Y por eso siguen alentando el odio y el conflicto en Cataluña, porque les da votos y les permite jugar con elementos represivos. Pero si hasta han dicho que los manteros son un peligro.
El gobierno del PSOE ya ha explicado por activa y por pasiva que, aunque exista diálogo, no dudará en aplicar el artículo 155, incluso con más dureza que M. Rajoy, si hiciese falta. Pero que Torra se lance a decir estupideces, aunque sean amenazas veladas, no empece para que se aplique algo que se justifica bajo la vulneración de la Constitución. ¿Es anticonstitucional decir lo que ha dicho Torra? No lo es. Ni por palabras comenzó la II Guerra Mundial como nos quiere hacer parecer Casado. Lo dicho por Torra no es más que parte del espectáculo de los secesionistas, especialmente la parte derecha, para no parecer que se retiran de la batalla. Y como ven que la derecha española alimenta el odio, la derecha secesionista se aprovecha y engorda también. En Canadá los independentistas quebequeses dijeron cosas más salvajes que Torra y el gobierno federal ni caso. Y acabó desactivándose ese odio y esa exaltación nacionalista.
Por ello, por alimentar el odio, la ciudadanía española a quien debería aplicar el 155 es a PP y Ciudadanos, a Casado y Albert Rivera, y por mucho tiempo. Porque el Estado no se va a desmembrar por las palabras de Torra, ni por los lazos amarillos. Es más fácil que lo haga por las meteduras de pata del juez Llarena incluso. Alimentar el odio, siendo además insolidarios en un tema grave con el gobierno sólo retrata a la derecha patria. Cuando Rajoy y Sáenz de Santamaría estaban en la “operación diálogo” la izquierda no alimentó ni odio, ni confrontación civil. Sin embargo, la derecha sí lo hace porque ellos y ellas sólo entienden la razón de Estado cuando es represiva y extensible a toda la ciudadanía. Ejemplo: la ley mordaza. A la derecha no le gusta, por mucho que digan, la libertad de opinión y expresión de esa opinión. Y más si ésta puede ser subversiva con el sistema. No les importa el Estado salvo como mecanismo de reproducción de las relaciones de producción y de dominio de la mayoría. Un 155 para PP y Ciudadanos, además de forma democrática. Que duele más.