En occidente existe un estigma político para América Latina. En muchos países de Europa o de Norteamérica se tiene la convicción de que los gobiernos de los países latinoamericanos representan lo que se ha dado en llamar «repúblicas bananeras», donde la acción de gobierno está basada en el populismo más absoluto. Sin embargo, eso es un prejuicio injusto y la República Dominicana de Luis Abinader es el mejor ejemplo para demostrar que eso no es así.
El presidente dominicano llegó al poder con la promesa del cambio y eso es lo que está haciendo al aplicar un nuevo modelo de gobierno que nada tiene que envidiar a lo que se hace en esos países que miran a Latinoamérica con soberbia y desapego. Luis Abinader ya ha cambiado muchas cosas en República Dominicana y, sobre todo, ha incrementado de manera impensable la presencia y el prestigio internacional del país caribeño.
2023 va a ser el «Año Abinader» porque todo lo que se ha hecho en estos dos primeros años de su mandato incrementará los beneficios del pueblo dominicano, tanto los que viven en su territorio como los de la diáspora. Una legislatura no es una carrera de 100 metros lisos, sino que los cuatro años de mandato son un maratón en los que no se puede avanzar más de lo necesario si no se quiere caer en el agotamiento.
Nadie puede esperar que un programa electoral se cumpla íntegramente en los primeros meses de gobierno. Eso es imposible porque los tiempos de la política marcan una hoja de ruta determinada que el presidente dominicano conoce muy bien cómo gestionar.
Además, hay que tener en cuenta la situación global con la que se encontró Abinader cuando llegó a la Presidencia. En primer lugar, la pandemia de Covid-19 estaba en su momento más álgido. Sin embargo, el presidente dominicano no se quedó frustrado ni se escondió en la resignación. Implementó un sistema de vacunación que ha sido ponderado y puesto como ejemplo a nivel internacional, lo que provocó la recuperación de la actividad económica en sectores clave.
La eficacia de las medidas implementadas por el gobierno de Luis Abinader tuvo su reflejo más importante en el sector turístico, con unas políticas que promovieron la seguridad para los visitantes. República Dominicana era un destino seguro de Covid y eso trajo el resultado de que, mientras otros destinos de la región continuaban con duras restricciones, la ocupación y el número de turistas internacionales creciera de manera exponencial.
Si la pandemia había sido un golpe global muy duro para la economía mundial, cuando parecían verse los primeros brotes verdes, Rusia invadió Ucrania. Esta guerra ha tenido como consecuencia una crisis de los precios de la energía en todo el mundo, lo que ha derivado en una inflación que está golpeando a todas las economías.
Abinader no es el culpable de la subida indiscriminada de los precios, a pesar de lo que pretendan decir los opositores trumpistas, y, a pesar de ello, ha aplicado medidas que han repercutido directamente en el bolsillo de la ciudadanía, políticas que han frenado el brutal impacto de la inflación para que República Dominicana siga creciendo.
El nuevo estilo de gobernar de Luis Abinader tiene una repercusión internacional y son muchas las potencias las que han ponderado los cambios que se están implementando en República Dominicana. Países como España o Estados Unidos, dos de los principales países inversores, han alabado públicamente en distintos foros internacionales el cambio que se está produciendo en el país caribeño y, sobre todo, la gestión que está haciendo Abinader.
Lo mismo ocurre con organismos supranacionales como el Fondo Monetario Internacional que han destacado cómo Abinader ha generado un escenario de estabilidad y resiliencia económica que ya está teniendo sus consecuencias en la llegada de inversiones extranjeras como nunca se había en la historia dominicana.
Esta es una de las claves del cambio que Abinader prometió a su ciudadanía. La entrada de inversiones exteriores es la clave. El presidente dominicano sabe, por su experiencia en la gestión empresarial, que no se puede desarrollar un proyecto de país sólo con la explotación de los recursos de los sectores que tradicionalmente eran los pilares de la economía y de la creación de empleo. Por esta razón, Abinader ha planteado dos factores clave: potenciar lo que ya funcionaba, es decir, el sector turístico y las exportaciones y crear nuevas vías en las que los inversores internacionales y las grandes compañías apuesten por República Dominicana.
Esto sólo se puede conseguir con una economía estable y con una imagen de país capaz de generar confianza. Las inversiones son dinero privado que espera obtener beneficios en el medio plazo. Abinader lo sabe y, por eso, durante estos dos primeros años de mandato ha puesto toda la carne en el asador para lograr esa imagen. Lo ha conseguido porque las inversiones están llegando, incluso en un momento de crisis global en el que el dinero está temeroso de dar pasos en falso.
Un ejemplo muy claro lo encontramos en el magnate Elon Musk, quizá el hombre más rico del mundo en la actualidad. Una de las empresas de Musk se puso en contacto con el gobierno dominicano porque tenía intención de invertir en el país con su plataforma de conexión a internet vía satélite. Una multinacional de este tipo no da el primer paso si no tiene garantías y un escenario de estabilidad que le garantice beneficios. Eso lo ha logrado Luis Abinader.
A partir de este año 2023 los frutos del nuevo estilo de gobernar del presidente dominicano serán mucho más visibles para el pueblo. La llegada de nuevas inversiones se traducirá en más puestos de trabajo y en un incremento del bienestar de la ciudadanía. Todo esto no hubiera sido posible sin la proyección internacional que ha logrado Luis Abinader quien ha conseguido transformar la visión que de República Dominicana se tiene en el mundo. Ahora las potencias miran al país caribeño como algo más que un destino turístico. Ahora los principales países del mundo ven a República Dominicana como una oportunidad para que sus empresas se asienten. Por todo ello, 2023 es el año Abinader, el año de un presidente entregado a su pueblo.