2025 comienza sin presupuestos generales del Estado. No es algo novedoso pues en otras ocasiones ya se había comenzado el año con los mismos en negociación o a punto para ser presentados. Ocurre en otro tipo de niveles de la administración: autonómica, diputaciones o alcaldías. Lo paradójico en esta ocasión es que ya han sido rechazados por los socios de gobierno y no parece que se vaya a llegar a acuerdos con prontitud. Esto supone un perjuicio enorme para la hacienda española y para el desarrollo económico del país, más cuando la deuda aumenta de modo implacable y no parece que se quiera atajar de raíz. Luego vendrán los ajustes forzosos y dolorosos.
Pedro Sánchez, a quien le importa una higa tener o no presupuestos como ya ha demostrado, está atrapado por diversos grupos con diversas orientaciones económicas, desde los que quieren mayor inversión social, hasta los que desean que les salven las cuentas de sus propios chiringuitos regionales. Todo ello provoca tensiones innecesarias porque impide el desarrollo de un programa económico que tenga cierta congruencia con las aspiraciones de unos y otros. Sostener la economía por el lado de la demanda no deja de ser un recurso temporal, más cuando esos recursos vienen derivados de la impresión de dinero por parte del banco central europeo. En Economía, algo que debería saber perfectamente el presidente pues economista es, lo mejor es combinar fases donde se priorice uno u otro mecanismo económico.
A ello se suma que ese crecimiento no está siendo transferido al conjunto de la población española. Cada vez hay mayor pérdida de poder adquisitivo y no se deja de aumentar la presión fiscal sobre el conjunto de la misma. Menos dinero y más impuestos para sufragar la fiesta de unos pocos no solo es una mala política económica sino que genera un cabreo enorme entre los ciudadanos. Especialmente cruel se está siendo con los autónomos, tratados como si fueran todos una banda de ladrones, cuando los mangutas parecen estar en el mismo gobierno y en otros gobiernos del PP. No hay inversiones productivas, no hay una visión económica a largo plazo, no hay procesos de reindustrialización como en otros países del entorno europeo, no hay nada.
Por ello la aprobación o no de los presupuestos, en realidad, no generará un mayor benéfico económico para los españoles sino que habrá un problema hacendístico menos. El problema político no se resolverá porque seguirán pidiendo y pidiendo más y más. Las leyes importantes no saldrán adelante, eso siempre y cuando el gobierno sea capaz de llevar al congreso leyes y políticas importantes, algo que no parece posible pues no lo ha hecho desde antes de las últimas elecciones generales. Eso sí, la canallesca del presidente queda presente en las declaraciones que vienen haciendo los distintos portavoces del gobierno o del PSOE.
Establecer que las ayudas a los afectados por la Dana en Valencia o Castilla-La Mancha dependen de la aprobación o no de los presupuestos generales, cuando la legislación permite salirse de los mismos en estos casos, es de ser miserables, muy miserables. Cuando lo dijo por primera vez, con los muertos aún enterrados en barro, rápidamente salió la prensa del régimen sanchista a negar la mayor. Ahora, en mitad de las fiestas navideñas, sale su portavoz a decir que sí, que las ayudas dependen de la aprobación de sus presupuestos. Y no solo lo dicen sino que lo dejan registrado en mensajes en diversas redes sociales. Si se llega a este punto de descaro es que no solo son miserables sino que se regodean en su miserabilidad. Hacer política con las desgracias de las personas ha sido siempre de seres inhumanos —da igual los muertos de ETA que los afectados por una Dana—, de miserables, de canallas, de malos políticos y malas personas. Calígula está más cerca de estos tiempos de lo que se imagina.