¿Se imaginan un país donde el Estado no garantizase la educación obligatoria, donde se pudiese imponer un estado de excepción con sólo la voluntad del gobierno, donde no hubiese descentralización, donde lo religioso tuviese una fuerte presencia en la vida del Estado? Pues por los pelos no están viviendo en un país así. España iba camino de convertirse en un país democrático pero virado completamente hacia las posiciones conservadoras. Y tuvieron que ser los partidos de izquierdas quienes pegasen con el puño en la mesa ante la mentira democrática que querían implementar los señores del franquismo. El consenso como tal no fue más que una estrategia para calmar las aguas. Un mitologema que se creó para que unos y otros tragasen con la Constitución y la democracia, pero haberlo, no lo hubo en los términos que se nos ha contado.
Hace un tiempo ya contamos que la Constitución se había cerrado en el restaurante José Luis, dejando en muy mal lugar a los llamados padres de la Constitución, que no llegaron ni a ponentes, tan sólo fueron unos mandatados de los partidos para hacer un borrador que luego sería ampliamente modificado. Otro falso símbolo que necesitaba esa joven democracia que quería nacer. Pero consenso, que es lo que tratamos en este texto, no hubo tal y como nos han contado. No por esto se debe destrozar la Constitución de 1978 y decir que funda un régimen en tono negativo. Se hizo lo que se pudo con lo que se tenía, recordando que unos tenían tanques y otros sólo lucha en las calles. Todos querían democracia y salió como salió: dejando muchos muertos (sí muertos en protestas sindicales, estudiantiles y por el terrorismo etarra y fascista) por el camino; tragando sapos la izquierda; cediendo algo, sólo algo, de poder la derecha; pero aquellas personas que allí se congregaron hicieron lo que mejor entendieron. Que hoy no se sostienen algunas partes de la Constitución no óbice para negar todo el proyecto como intentan hacer desde un adanismo que no se sostiene.
De todo aquello persiste el mito del consenso en nuestros días cuando no es cierto que lo hubiese. No se consensuó todo, se negoció duramente y algunas cosas quedaron por el camino. En la ponencia constitucional las derechas UCD y Alianza Popular (actual PP) se compincharon para ir aprobando artículo tras artículo (les daba la suma) donde no se recogían ninguna de las aspiraciones de la izquierda o los partidos nacionalista. Artículo tras artículo pactado en la derecha cercenando derechos que en cualquier constitución europea eran lo normal. Como dijo Alfonso Guerra, estaban creando la Constitución más retrógrada de Europa. Por eso se salieron de la comisión constitucional y amenazaron con no apoyar el texto en las urnas y presentar en cuanto pudiesen un nuevo proyecto constitucional. ¿Ven mucho consenso aquí? No, parece que no.
Adolfo Suárez empalideció, tuvo llamadita de Zarzuela, no fuese a ser que se le fastidiase el negocio al Borbón, y mandó a Fernando Abril Martorell, vicepresidente, al mando de las negociaciones. Por un lado se negociaba con Guerra en José Luis, por otro lado se “consensuaba” con Santiago Carrillo o con Xavier Arzalluz (por mucho que luego negase esos acuerdos). En ningún momento se sentaron todos a discutir y ver qué era lo mejor para España. Se negoció como se negocia la compra de ganado, cada uno intentando sacar tajada a sus posiciones. Todo en sitios oscuros, ocultos a las miradas de la ciudadanía, a la que se trataba como súbdita, entre unas élites políticas y económicas que no consensuaron sino que negociaron y pactaron según sus expectativas y deseos. Incluso la izquierda hubo de blindar al monarca, por eso dejaron a Luis Gómez Llorente que hiciese un bello discurso en defensa de la República, no fuese a ser que se la reclamasen a González & Guerra en el futuro.
Así hubo en España autonomías, derechos humanos, derechos laborales, libertades y demás cuestiones que refleja la Constitución. Se hizo a la sombra porque no había forma de consensuar nada. Todo fue a golpe de protestas, negociaciones duras, idas y venidas, intentos de imponer las posturas propias como generales, luchas en las calles y mucho marketing para vender a la población que había consenso. Como mucho pacto y peleado línea a línea. El único momento que hubo cierto consenso fue con los Pactos de La Moncloa en materia económica. Tal y como había dejado a España el régimen franquista se impusieron los deseos de los países vigilantes de la transición para modernizar una economía atrasada en muchos aspectos. Invertirían en España pero a cambio de una economía liberal reconocible ya adaptada a su entorno. Eso sí, con una represión salvaje contra la clase trabajadora en lucha por sus derechos y su dignidad. Y se consensuó callar sobre ello en muchas ocasiones.
Ni la propia Constitución era producto del consenso. Suárez no quería iniciar un proceso constituyente, y con la presión militar menos. El alto mando militar deseaba, como deseaba Suárez, seguir con el andamiaje legal franquista y si acaso alguna modificación parcial. Ir de forma gradual hacia un planteamiento democrático. Fue la izquierda, nuevamente, y la presión social en las calles los que arrancaron a UCD y AP la creación de una Constitución. La llamada ruptura-pactada también se hubo de pelear y no surgió porque todos estuviesen de acuerdo en todo desde un principio. Ni hubo procesos de deliberación en posición de igualdad, ni hubo un proceso libre sin vigilancias externas (militares y EEUU y países democráticos europeos). Lo único claro es que se quería una democracia como fuese casi y así surgió la Constitución de 1978. Fue en lo único que hubo realmente consenso, pero sin un mínimo de justicia con los represaliados del franquismo.
Hoy podemos opinar sobre lo vieja o no que ha quedado una constitución que no fue consensuada sino negociada por las élites políticas, económicas y militares. Ni toda la razón está en los negacionistas del proceso transitivo (como si se hubiese impuesto todo y la calle no hubiese puesto su granito de arena, pese a todo lo que no se pudo), ni con los supremacistas constitucionales (algunos como Guerra que saben bien lo que pasó allí deberían ser un poco más prudentes). Aquello no fue producto del consenso, ni lo que habrá de venir lo será aún menos. Por eso el desencanto que se produjo tras las elecciones municipales de 1979. Ahí las personas se dieron cuenta de lo que dejaron de ganar. Pero el sistema se inventó un golpe de Estado que desactivó ese desencanto mientras el PSOE abandonaba el socialismo transformador (el marxismo realmente lo eliminó completamente en 1981) y se convertía en un partido regeneracionista; el PCE caminaba hacia el choque intergeneracional; UCD se iba disolviendo como un azucarillo; AP después de abstenerse en la aprobación de la Constitución quería recoger a todo el conservadurismo; y así hasta nuestros días donde cumple 40 años pero parecieran 200. Tenemos una joven democracia con una constitución anticuada. Esperemos que la próxima vez sí sea por consenso.