Fuente: CEE

Es comprensible que ustedes estén más entretenidos con las ocurrencias de Donald Trump, hasta se han olvidado de la guerra en Ucrania, o con el golpetazo que le han dado al Real Madrid en Champions, o con cualquier chorrada de Tik-Tok, pero no saben lo divertida que se ha puesto la pelea en el seno de la Iglesia católica entre los ultras y el resto. O lo que es lo mismo, entre siete y el de la moto contra millones de católicos españoles. Porque son siete, de los que gustan golpear el yunque y hacer mucho ruido —como pueden presumir han aparecido los Abogados Cristianos para perder otra demanda—, mientras que al resto les da un poco igual.

Sin embargo, la pelea es entretenida porque gentes, a las que se han catalogado de conservadores, incluso desde los medios progrespijos de ultras, ahora son calificados de traidores a la Iglesia y hasta herejes poco más o menos. Eso le ha ocurrido al obispo José Ignacio Munilla. Toda la vida defendiendo la ortodoxia más ortodoxa de la Iglesia, aunque es muy buen lector de G.K Chesterton, para que ahora le lleguen cuatro a decirle que es un traidor. El pobre hombre había salido a defender a sus compañeros por el acuerdo entre el Gobierno y al CEE, con la ayuda del Nuncio Apostólico, ergo Vaticano, para ver qué se hacía con el Valle de Cuelgamuros, y los ultras le han dado palos hasta en los pelos del cogote.

Ya se ha contado aquí parte de la pelea dentro de la Iglesia, todos esos ultras llamados por yunquistas para ir a amenazar a los obispos, pero insisten en cuanto asoma la cabeza algún obispo, e incluso cura que defiende las posiciones de la jerarquía. Amenazan con no marcar la X en la casilla de la declaración de la renta —aunque visto el número de pillados por Hacienda que hay en esa zona poco aportan y los curas ultras con sus sueldos menos—, amenazan con no acudir a la Eucaristía dominical —con lo cual estarían actuando contra la doctrina—, insultan y determinan quien sí y quien no es buen católico —como si tuviesen capacidad de juzgar eso, algo que sólo puede hacer uno—. Pero siguen mintiendo.

Munilla se ha equivocado al decir que el Gobierno filtró a los medios el acuerdo, describiéndolo a su manera, para que hubiese enfrentamientos entre los católicos. La primera noticia no vino por la vía gubernamental habitual, ya estaba en los medios religiosos más trentistas. Que el Gobierno siempre intente colar lo que hace quedando bien, no es nuevo, pero ni por asombro podían pensar que los católicos se iban a pelear. Eso surge de mucho tiempo alimentando la serpiente desde algunos arzobispados y desde grupos con otro tipo de intereses no religiosos sino políticos. De hecho desde el Gobierno cuentan quienes están más cerca de este tipo de gestiones/relaciones que les ha sorprendido tanto la pelea como la virulencia. Tanto es así que le parece bien que desde posiciones ultras sigan haciéndoles el juego.

En esto se ha equivocado el obispo de Orihuela-Alicante, pero sin embargo tiene razón en todo lo demás que ha dicho, esto es, que gracias a las negociaciones del cardenal José Cobo y el nuncio Bernardito Auza, más el apoyo del cardenal Parolin (secretario de Estado del Vaticano), lo que siempre se ha pedido se ha conseguido, salvar lo sacro y que el Gobierno haga lo que quiera con el resto pues es suyo. Y aquí viene una de las mentiras de los atacantes, la Fundación de la Santa Cruz del Valle fue disuelta hace tres años y, por tanto, todo a pasado a Patrimonio Nacional. Si leyesen de vez en cuando se habrían enterado. Le dan de leches a Munilla y le acusan de todo cuando no saben ni de quién es el Valle.

El pobre obispo ha defendido al anterior prior del monasterio benedictino, Santiago Cantera, por su defensa de lo sacro y le atacan como traidor y haber tragado con su “destitución” pedida por el Gobierno y que ha tragado el “hereje” papa Francisco. Otra mentira, como aquella de que iban a destruir la cruz, pues el prior ha acabado su tiempo de tres años de gobierno de la abadía. Como pasa con cualquier obispo al llegar a la edad de jubilación, se le cambia por otro. Por cierto, estos mismos ultras, bien que celebraban cuando a Javier Prades el papa Francisco le hizo dimitir de su puesto de “jefe” de Comunión y Liberación. Fue el Gobierno el que no quiso tener problemas con la Iglesia, como ya se contó en este periódico, y por eso abrió negociaciones a la vista de la postura inflexible respecto a lo sacro del Valle por parte de la CEE y su presidente Luis Argüello.

Hoy le ha tocado a Munilla, como antes —más bien como siempre— a Cobo, mañana será a otro obispo por esto u otra cosa, porque esto no tiene un interés religioso, de más o mejor comprensión de las escrituras, o de una posición u otra teológica, sino que hay un interés político de una pequeña parte de los supuestos católicos por hacer que la Conferencia Episcopal se pliegue a sus deseos. O lo que es lo mismo, someter al obispado a los deseos de una secta o un partido, o ambos. Les gustaría tener un obispo o un cardenal como Athanasius Schneider, auxiliar de Kazajistán, que pide que el siguiente pontífice derogue y condene los documentos y expresiones de Francisco I.

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