¡Acabáramos! No lo sabíamos y resulta que los salvadores de España van a ser Esperanza Aguirre y Marcos de Quinto. Ya podían haberlo hecho cuando ocupaban cargos de elección popular en vez de ir por las plazas de España hablando del peligro que corre el país. Ellos y sus conmilitones. Porque en todas estas manifestaciones que convocan cada equis tiempo, aparecen los mismos siempre. Cambian, para despistar, a este o aquel portavoz del enésimo comunicado que lanzan y nadie lee, pero son los mismos siempre. Además con un aroma venezolano que echa para atrás.

Igual con este artículo se enteran de que hubo una manifestación en la plaza de Colón, ¿dónde si no?, para que la sociedad civil tome conciencia del malísimo gobierno que nos lleva a la tercermundarización de España. Si es así, enhorabuena, se ahorró una nueva muestra de lo cutre, rancio y soez de la derecha militante española. Seguramente disfrutase de los cuatro goles de Sørloth, de una buena compañía o, incluso, de sexo placentero antes que ver a Aguirre hablando de salvar España. Y eso no significa que no le preocupe España, le aterre la forma de gobernar del narciso monclovita o prefiera un cambio drástico en la política española. No. Es que, como es normal, le parece que estos que se manifiestan tienen tantos intereses personales como los que ocupan ahora el poder. Una circulación de las oligarquías de manual.

Que Aguirre, la de la charca de la corrupción en la Comunidad de Madrid —luego se quejan de los votantes del sanchismo, pero los votantes peperos de Madrid son para echar de comer aparte y dudar de sus capacidades intelectuales tanto como dicen de los otros—, la del despilfarro (Ciudad de la Justicia, Tren Navalcarnero, etc.), la que pasa la factura de la electricidad de su casa para que pagasen los madrileños —ven como lo de los votantes…—, venga ahora a hacerse la salvadora de no se sabe bien qué es para salir corriendo hasta la frontera. Que esta señora siga teniendo tribuna en medios de comunicación es para hacérselo mirar porque ya sus obras muestran perfectamente que lo que dice es falso. Como pasa con Pedro Sánchez.

El empresario De Quinto ha montado una asociación de amargados llamada Pie en Pared, donde están todos los que se quejan constantemente, para salvar España. Ahí tiene a su lado a Juan Carlos Girauta, el que podía vivir perfectamente sin la política y hoy está mamando en Bruselas, en el noveno partido al que se ha debido apuntar. Y entre los dos vienen llamando a la rebelión social, al activismo contra el sanchismo y a que pongan la cara y la prisión otros en vez de ellos. Reclaman a la sociedad civil que se levante contra el gobierno… lo tienen fácil pues ellos son sociedad civil. Si es que saben lo que es la sociedad civil que nada tiene que ver con el grueso de la población. Para que lo entiendan, quieren que se levanten las iglesias, los sindicatos, los empresarios, las asociaciones juveniles, los clubes de fútbol, etc.

Como tienen ese prejuicio thatcheriano de «¡No existe la sociedad!» se ven completamente incapaces de pedir a la sociedad, al pueblo, al soberano que se levante contra el gobierno, entre otras cosas porque podría llegarse a una insurrección delictiva. Conociéndoles, que son muy soltar lo primero que se les ocurre por la boca, capaces serían de acabar pidiendo violencia contra el gobierno. Unos puigdemonts de la vida cualquieras. Para rematar suman a cuatro amargados de la izquierda (Ignacio Trillo y Mario Moya) al fin de intentar aparentar no ser demasiado de derechas, con tufillo además.

Solo pensar que esta gente pueda alcanzar el gobierno acojona a cualquiera, sea de derechas o de izquierdas. Empiezas a mirar a los acompañantes y no hay ni uno que no tenga un perfil tan totalitario como el de Sánchez o vengan con actuaciones a lo Milei. Lo peor es que todo son palabras, todo es quejarse pero ¿dónde está la alternativa programática, ética, religiosa o ideológica de todo este grupo de trápalas? Porque huele que apesta a que esto es la versión b del capitalismo de amiguetes tan pepero, sanchista y voxero. ¿Han visto a algún empresario que se haya preocupado por la política y que no tuviera esperanzas de trinque o de sacar partido legislativamente? Ni uno —salvo en pueblos de poquísimos habitantes que es otra cosa y…—.

A ver si León XIV reza un poco por España y nos salva de la clase política española y sus adláteres. Porque igual hay que salvar a España del sanchismo pero también de toda esta tropa que, ¡increíble!, tiene parte del poder mediático. Otra cosa es que no lo sepan utilizar.

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