Anda la España del espectáculo y abandono de las cosas serias hablando de los mensajes de whatsapp entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. Incluso hay personas que solicitan que el presidente del Gobierno dimita por esa filfa. Sí, porque es filfa. Pueden servir para confirmar, en cierto sentido, cómo es el personaje aunque ya había pruebas más que suficientes, pero ya. No hay nada delictivo, ni nada que pueda interesar a la opinión pública, pese a lo afirmado por el director de El mundo, Joaquín Manso. Cualquier periodista que hay estado cubriendo al PSOE desde que Sánchez llegó la primera vez sabe que esto es una nadería.
Que si han llamado «pájara» a la ministra de Defensa, que si han dicho que Javier Lambán es esto y Emiliano García-Page lo otro, bla, bla, bla. Si quieren, que van a querer, les contamos lo que intentó hacer Sánchez con Susana Díaz mucho antes de lo que pone en los mensajes, justo en el tiempo en que se enfrentaron a las primarias —en las cuales el PSE de Patxi «como saquen lo mío me da algo» López hizo de mamporrero y bien que lo han cobrado—. Durante las primarias el equipo de Sánchez, donde estaban Koldo García y Ábalos, se pretendió, con el visto bueno del jefe, acabar con la carrera política de Díaz. ¿Cómo? Intentando enfangarla con un supuesto caso de corrupción en el que estaría implicado, lateralmente, el marido. Ahí, tirando a dar a la familia el que llegó a donde llegó gracias a los «contactos» familiares.
Reunieron documentación y se la entregaron a un grupo de periodistas, no de los más habituales, para que fuesen sacando como telenovela el supuesto escándalo. Pensaban que al ser menos habituales intentarían congraciarse con el sanchismo y sacar rédito a futuro. Vamos, pensaban que esos periodistas se iban a dejar comprar por un plato de lentejas como han hecho ministros, asesores y demás zascandiles del gobierno. Se revisó la documentación y se comprobó que ni había caso, ni nada por el estilo. Incluso lo había estudiado un juez que declaró que allí no había nada. Lo importante no era la veracidad sino lanzar el bulo más hiriente contra Díaz. Una vez derrotada hasta ella sabía que tenía los días contados. De hecho desde Moncloa se favoreció a Vox para echarla de la presidencia de la Junta —como son muy incapaces pensaban que luego volvería un PSOE sanchista al poder sin tener en cuenta que Moreno Bonilla se haría fuerte, siempre subestiman al contrario—.
Todo lo anterior, sin importarles dañar a su propio partido, lo hicieron para vengarse de la sevillana. Incluso hubo otro intento de sacudir al marido y los retoños —les dan igual los hijos salvo que sean los suyos y los puedan colocar, algo aprendido del rodriguismo-zapateril— que nadie quiso publicar aunque circularon algunos mensajes por los grupos sanchistas. Nada nuevo en casa Sánchez.
Con García-Page, sin embargo, encalló. Y no es que no haya intentado varias veces tumbarle. A diferencia de Susana, Emiliano siempre se ha tomado en serio a su enemigo y por ello ha logrado salvar el cuello. De hecho, en estos tiempos tan turbulentos todavía hay movimientos para, digámoslo claramente, «putearle» con movimientos para soliviantar a ciertos alcaldes contra el presidente regional. En las primarias posteriores a la segunda victoria —en la primera ganó gracias a todos los que ahora insultan, cabe recordarlo—, movió Roma con Santiago para cargarse a Page pero, como éste es más listo y menos soberbio, rápidamente cortó de raíz la sublevación y en el castillo de Pilas Bonas de Manzanares reventó en sanchismo manchego. Luego han venido las intentonas, todas fracasadas, con una exministra que no se atrevió y con Milagros Tolón. Que era algo que se venía venir y no había que ser muy listo que mucho ¡tolón, tolón! pero sin haber nada detrás del cencerro.
Al PSOE lo ha destruido él solo. Las decenas de miles de afiliados que se han dado de baja no es más que producto del totalitarismo y la completa eliminación de la democracia en el interior. Se queja de que los barones no dejan mover un hilo en sus regiones olvidando que es gracias a sus propias reglas por lo que sucede eso. Teniendo pánico a enfrentarse a la militancia —en los actos quienes están cerca son seleccionados por sus huestes y no se permite más que el contacto autorizado, el resto es una barrera de escoltas—, ha creado un partido más cerrado que el PCUS y se lo reprocha a los demás. Algo que no sorprende porque, como saben bien, nada es culpa suya nunca.
El tipo que casi estudió la carrera en la pública, casi escribió él la tesis doctoral, casi ganó las últimas elecciones, el que casi ha escrito tres libros; el perseguido por todas las conspiraciones habidas y por haber; es lo que es. Un soberbio, un dictador, un chulo, un prepotente, un amargado intelectual por lo que esos mensajes que intercambió con Ábalos —el destroyer de las habitaciones y gran mantenedor de sobrinas— son hasta sencillos, simples, filfa de la buena. La diferencia es que los demás le dicen lo que piensan de él a la cara porque, al igual que otros dictadores, acaba acobardándose y teniendo miedo. No hay nada que sorprenda en esos mensajes. De hecho quien esto escribe ha tenido algunos peores de altos cargos de su partido. Es tan simple e inútil que ni para insultar sirve.