Hace veinticinco años un decepcionado Lorenzo Sanz, tras dos copas de Europa después de décadas sin catarlas, entregaba el mando del Real Madrid al vencedor de la contienda. Un vencedor que había filtrado, para asegurar la victoria, que Luis Figo, capitán del FC Barcelona, acabaría jugando en Madrid, además de utilizar todos los trucos posibles para hacerse con el voto por correo. El egocentrista de OCP al fin alcanzaba su sueño de ser presidente del equipo de sus sueños, la verdadera máquina para controlar todos los resortes del poder del Estado.
Eso se vio nada más llegar a la presidencia al lograr que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid le permitiesen dar el pelotazo con la ciudad deportiva y construir cuatro torres, más el dinero que prestó generosamente Caja Madrid para adelantar la cláusula de liberación del internacional portugués. Ahí comenzaba sus andanzas el Maligno, quien se dedicó a construir la primera megalomanía de su presidencia, el Mal de los Galácticos. Un fracaso completo que provocó que saliese por la puerta de atrás y dejase la presidencia a José Ramón Calderón, a quien desde la prensa el Maligno le hizo pasar las de Caín, pero que le dejaría a su jugador más estelar para el futuro: Cristiano Ronaldo.
Una de las claves del cambio en el mundo del fútbol es esa intervención del Maligno en los medios de comunicación. Sin duda el tirón de los equipos de Madrid y Barcelona ha sido mayor desde finales de los años 1980s, antes vendían bien otros equipos, pero la llegada de Johan Cruyff y la pelea con la Quinta del Buitre cambió ese contexto de ventas. Se organizó cierto duopolio informativo pero sin los excesos de bocabajismo que habría desde la llegada del Maligno, también influyó la entrada en el fútbol de las televisiones privadas que inyectaron millones a los equipos. En aquellos tiempos, a pesar de todo, había críticas sinceras, investigación y cierto pluralismo sin mala leche.
En cuanto el Maligno puso sus posaderas en la Castellana los periódicos y las radios debían plegarse completamente a sus deseos y órdenes. Así quitó a todos los periodistas que le criticaban o no seguían la línea correcta en Marca, As o TVE, lo cual provocó que los demás tomasen nota y comenzase el paso del periodismo al lameculismo. Y no, no es tanto una estrategia de ventas, sino un plegarse a los deseos del Maligno. No es que los medios vendan carne porque los lectores o espectadores quieran carne, es que ofrecen bazofia a personas a las que intentan convencer que la bazofia es buena. Una cosa así como las tonterías de los globalistas y la harina de insectos. Si un jugador del Mal comete un delito grave —como la violación de Robinho— aparece en las imágenes, si es que se ofrece la noticia, con la camiseta de cualquier equipo menos el Mal. Si es jugador que ha tenido algo que ver con el Barça o el Atlético de Madrid (cantera, 6 minutos, etc.) no duden que saldrá con esa camiseta. Eso no es línea editorial es otra cosa.
Tras controlar los medios, con los suyos propios o con los creados para que haya teleñecos nocturnos, pasó a lo que más le gusta, que el poder político —incluso el 3%— se plieguen a sus deseos, empresariales o deportivos. Bastante dinero ha metido, en el PP por ejemplo, para que no le hagan caso. Si necesita una recalificación, pues Valdebebas pasa a ser de algo deportivo a un parque empresarial —los que lloran con el área del Metropolitano olvidan que aquello sí será deportivo y no pelotazo urbanístico por 75 años—, ya vale con la Fórmula 1 por al lado. Sólo hay que ver el palco del estadio del Mal para comprobar la cantidad de políticos, empresarios, jueces o altos funcionarios aposentan sus culos allí y se «jartan» a canapés.
Dos patas de una banca, lo político y lo mediático, controladas ahora llega a plenitud el control último que le queda: lo deportivo federativo-arbitral. Tras ciertas tensiones con Villar —que cayó—, una etapa de dimes y diretes con Rubiales —que cayó—, ahora ya sí controla el CTA —con la pareja del delegado deportivo del Mal en el comité—, su verdadera obsesión. No sólo es el equipo más beneficiado por los arbitrajes —de no existir el VAR habría obtenido por trampas arbitrales decenas de puntos—, sino que quieren que arbitren a favor en todo momento. Si un jugador del Mal sufre un desmayo por calor, debe ser penalti, sí o sí. Ahora ya controla, gracias al PP todo hay que decirlo, la Federación. Sólo le queda Javier Tebas y eso que suele ayudar lo que puede sin mirar mucho las cuentas.
La megalomanía y ese controlar el fútbol para ganar todo, no para competir e intentar ganar, sino ganarlo todo y que los demás no ganen nada, ha provocado que la liga española de fútbol cada vez tenga menos repercusión fuera de las fronteras patrias. La suerte de haber tenido a Messi y Ronaldo, ayudó muchísimo a su proyección. Hoy se intenta ofrecer al Balón de Playa, al Gafe y poco más frente a la belleza coral de los equipos ingleses o el PSG. Además se ha encontrado con que al Barça le ha salido otra perla de la cantera y él debe estar gastando cientos de millones para contrarrestarlo.
¿Es mejor el fútbol español que hace veinticinco años? No. La mayoría de equipos ni pueden fichar —aquellos años de Bebeto en el Depor, Denilson en el Betis, etcétera, no volverán, son imposibles—, los títulos se los reparten dos —salvo Valencia, al comienzo del mandato del Maligno, y el Atlético de Madrid, el equipo al que más odia, han podido quitarles cuatro ligas—, los titulares se los reparten dos, el dinero se lo reparten dos, todo es para dos cuando antes había alguna que otra posibilidad de rascar algo. Y lo peor de todo es que el Maligno está enfadado por la existencia del duopolio y no ser monopolio. Él que es tan capitalista… Bueno no, a él le gusta el capitalismo de amiguetes, el libre comercio no. Peor fútbol, peor liga, peores medios de comunicación, peor justicia, peor todo desde que el Maligno llegó al deporte rey.