Porque el titular incluye el nocturnos, también se podría haber dicho «de la noche», sino cualquier lector despistado habría pensado que la afición rojiblanca sufre de algún tipo de paranoia —alguna más de las habituales, se entiende— que les hace odias a esos magníficos y cándidos personajes creados por Jim Henson. ¿Quién puede odiar a la rana Gustavo? ¿O a Gonzo? ¿O a Epi y Blas —con estos dos igual sí hay más debate? ¿O a los Fraguel? No parece muy lógico que les quieran imponer un veto.

Cualquiera que pensase eso tendría razón, pero no es a esos muñecos a los que se refiere el veto de la afición del Atlético de Madrid, sino otros muñecos que, al igual que los creados por Henson, tienen la mano de alguien metida dentro; aunque no se ven los palos o se notan que son manos de humano, también están controlados todos sus movimientos por alguien; sus historias siempre son de terror, de reproche y de insulto hacia el Atlético de Madrid, al contrario que los educativos Muppets. El Maligno es su creador y los quiere a pleno rendimiento por la noche, cuando los cerebros están más reblandecidos y se tragan cualquier cosa.

Son unos muñecos que no han tenido ningún reparo en robar exclusivas a gente como Rubén Uría; inventarse peleas, malos rollos en el vestuario o supuestas ventas traumáticas por decisión del Cholo Simeone; da igual lo que ocurra en el terreno de juego, que siempre será un cerrojazo, un mal planteamiento del entrenador o un robo clarísimo —pese a no estar el Atleti entre los siete primeros equipos a los que más penaltis han pitado a favor pese a ser el tercero que más ataca de primera división en las últimas siete temporadas—. Siempre van a hacer daño en los alrededores del Metropolitano —que siguen llamando Wanda, algo que no extraña pues la mayoría utilizan zapatillas con velcro o correas—, en busca del espectador más tonto —entre 65.000 los hay por estadística— que les haga el juego, o intentando crear un momento racista alentando ciertos gritos del sector VelcroATM.

Al final los aficionados rojiblancos se han cansado de estos tipejos, porque no ejercen el periodismo sino la ideologización que quiere el Maligno, que ya han comenzado a mentir y malmeter contra el entrenador, Julián Álvarez —quien va a renovar y se le va aumentar la ficha para tener estatus de lo que es, estrella mundial—, contra los fichajes, contra todo. No ha habido ningún programa en que el más listo de la clase no haya ido a malmeter. Listo porque quiere asegurarse la presencia un año pues en su trabajo, si es que lo tiene en realidad, no se come una rosca. A ello súmenle aquellos a los que parece que alguien del Atleti le hubiese sodomizado sin placer, porque no falla nunca el insulto y el menosprecio.

Por ello piden a Miguel Ángel Gil Marín que no entren más al estadio, ni a las ruedas de prensa, ni se acuda a sus programas —especialmente Cerezo que da vergüenza ajena siempre—. No se podrá conseguir ese veto por cuestiones de la democracia y las ventas de La Liga, pero al menos evitar cualquier contacto físico y visual sí se puede hacer. A los aficionados rojiblancos les queda ignorarles todos los días. Y si ven al típico que quiere decir «¡Mamá he salido en la tele!» —que hay que ser tonto para eso en los tiempos de Instagram y TikTok—, cogerle del brazo y llevársele como si fuese un demente. Nada de violencia. Ni cosas que puedan utilizar en contra. Completa indiferencia. Negación del ser. Ya se cansarán. No hay mejor veto que los propios aficionados les hagan el vacío y si alguien ve que están mintiendo, entonces sí, grabarles mientras mientes y subirlo a redes sociales y grupos de whatsapp. ¡No a los Teleñecos de la noche!

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