La noticia: «Un juzgado alemán considera el marxismo como contrario al orden constitucional». Según el juez del Tribunal Administrativo de Hamburgo las enseñanzas de Karl Marx son «incompatibles con el orden democrático liberal» de la República Federal Alemana. No ha prohibido, paradójicamente, las actividades de la asociación cultural Marsch porque son tan pocos que carecen de relevancia y no tienen actividad militante activa. (Cuando los demagógicos de las derechas españoles les adviertan del peligro comunista pueden reírse y miccionarles en su cara porque la realidad es la que es) El marxismo es maligno pero como nadie es marxista no pasa nada vienen a decir.
Las derechistas, valiente y cobarde, se han puesto cachondos con la noticia porque tienen esa cosa dentro que les hace ver demonios y tipos soviéticos en cualquier sitio. «Marx es ilegal» les basta para sus masturbaciones personales. Cualquier persona con sentido común, medio cerebro activo y algo de conocimientos pensaría, pues claro que es contrario el pensamiento marxista al orden burgués, ¡¡¡si es que surgió ya así!!! Les preocupa el concepto de «dictadura del proletariado» dicen los jueces, normal porque supondría que ese proletariado ocuparía el lugar de los burgueses en el poder político y económico y la desaparición del Estado tal y como se conoce —de ahí que cualquiera que se llame socialista, o similar, y sea estatista es bastante corto, entre otras cosas por confundir aquello de los medios y los fines—. Antes que los liberalotes, ya los marxistas clamaban contra el Estado —y la Iglesia católica también por otros motivos—, estos lo comenzaron a hacer cuando no tenían todo el poder estatal. Todas esas cosas del Estado minotauro y demás ya habían sido pensadas por los marxistas… los tres que se interesaron por esos temas.
Realmente da igual que el pensamiento de Karl Marx pueda ser considerado ilegal o subversivo, el problema es que se comienza por los enemigos muertos y se sigue por los vivos. Fíjense que todos los ostentadores del poder a lo largo de los siglos se han inventado enemigos externos o internos para ocultar lo que estaban haciendo. Los internos, normalmente, han sido elegidos entre los arcanos para utilizarlos de «asustaviejas», los externos podían cambiar con el tiempo y nunca han faltado. Nada nuevo bajo el sol. Se conseguía un ejemplar de ese enemigo —aunque fuese inventado—, se le ajusticiaba, se purgaban los pecados y a seguir mandando sin problemas un tiempo —lean La violencia y lo sagrado de René Guirard (Anagrama) y algo de esto encontarán—.
El problema realmente es que cualquier orden que se diga liberal esté persiguiendo ideologías y a las personas que las simbolizan. Toman aquello que decía John Stuart Mill de que el único motivo para actuar contra alguien era si ello creaba peligro a los demás. El pensador británico, empero, albergaba dudas de ello por su máxima aquella: «Si toda la humanidad fuera de una misma opinión, y solo una persona albergara una opinión contraria, la humanidad no tendría más derecho a silenciar a esa persona del que esta, si ostentase el poder, tendría de silenciar a toda la humanidad». Estamos en esa segunda parte donde un grupo pequeño, limitado, de poderosos junto a sus esbirros están intentando acallar a los que piensan contrario. Todas esas legislaciones «contra el odio» no son máx que excusas para imponer un pensamiento único.
No un pensamiento único al modo antiguo, una sola idea, sino un pensamiento único que se desdobla para ocupar todos los espacios políticos y sociales posibles. Que hay una campaña organizada de invasión en Europa, cualquiera que se manifieste contra ello es un «criminal». Da igual que sea por una cuestión cultural, que sea por una cuestión económica —el ejército de reserva del capitalismo para bajar los salarios de la clase trabajadora—. De hecho llegan a enfrentar una posición y la otra para que el motivo quede deje de ser dudoso pero quien se oponga a él ya es un «criminal», pasa a ser un homo sacer y por tanto sacrificable por el poder. Si retomamos al liberal Mill veremos que ya lo explicó: «La fatal tendencia de la humanidad a dejar de pensar en una cosa en cuanto deja de ser dudosa es la causa de la mitad de sus errores» (Sobre la libertad). No hay dudas sobre las intenciones, pero pensar distinto es malo, así que una vez disueltas las dudas ya no se piensa. Error.
Entre fascismos falsos y wokismos liberales, va pasando el tiempo y las élites van sembrando el terreno para las prohibiciones. Hoy es Marx, mañana Benedicto XVI, pasado Roger Scruton —que además es muy pijo—, hasta quedar encerrados en la única ideología que permite el sistema, la democracia burguesa constitucional con sus partidos políticos —¿no se han percatado que en todos los países europeos se han venido implantando legislaciones que hacen más difícil el acceso individual o grupal de los ciudadanos organizados?—. Ahora comienza la época de perseguir a los fascistas, o a los cuatro grupillos fascistizados, a los que se aporreará y encarcelará, mientras que los que utilizarán como asustaviejas en realidad son tan prosistema, el económico desde luego, como los demás.
Por el camino está la labor de zapa generada en el pensamiento alemán, en unos casos tamizada en Francia, otros en EEUU. La Modernidad es producto alemán, por mucho que se hable de las revoluciones francesa y estadounidense. Quienes han triunfado a día de hoy son los alemanes —considerando el imperio austro-húngaro como parte cultural—, o si lo prefieren los prusianos. El catolicismo está plagado de protestantismo en casi todos los movimientos y en buena parte de la jerarquía. El legado marxista, o que se dice marxista, se ha filtrado por Alexandre Kojève, Michel Foucault y buena parte de la Escuela de Frankfurt, más lo anglomarxista, para devenir una estupidez ahistórica llena de colonialismos, penes lesbianos y demás estupideces que apartan la mirada de lo central, lo económico-político, y son muy aceptados en el sistema por su carácter disolvente de cualquier empeño en protestar con fiereza.
Hegel y Kant, más el insoportable Nietzsche, han sido los licuadores de buena parte del liberalismo, hasta que se abrazaron con la Escuela Austríaca de Economía en connivencia con las universidades estadounidenses para ser más moralistas que nunca, más inventores que nunca, más hobbesianos que nunca, más intervencionistas que nunca. Si a ello le suman roces con el conservadurismo más light, los aprensivos de la democracia —aunque no lo crean en el liberalismo ha existido un rechazo enorme por la democracia de carácter ciudadano-popular— y los movimientos evangélicos para conseguir construir en la Tierra el reino de su dios, normal que lo dictatorial acabe apareciendo.
Todos han pasado por Sigmund Freud, que pese a no quererlo, es el mayor hacedor de dictadores en potencia de la historia. Hay que entrar hasta el subconsciente y en ello están con esa ideología que no se ve, como pueda ser el marxismo o el tradicionalismo-conservadurismo tradicional, pero que va permeando en todos y cada uno de los seres. Si se prohíbe algo es que será malo —¿no se prohíbe la publicidad del tabaco o se restringen los coches que gastan mucho?—, eso dicen los miles de comités científicos que dicen una cosa y la contraria. Incluso los que se quejan de que se camina hacia una dictadura, en realidad lo que quieren es ser ellos los dictadores y hacer que todas las personas piensen como ellos… dentro del sistema.
Hoy es Marx, mañana será usted.