«Sanchista: 1. p Dícese de aquella persona que todo lo que diga, haga, piense y exude Pedro Sánchez lo toma como verdad incontestable. 2. p Dícese de aquella persona que, pese a no entender lo dice, hace, piensa y exuda Pedro Sánchez le manifiesta un apoyo incondicional. 3. p Dícese de aquella persona que piensa que Pedro Sánchez es el katejón del fascismo».

Resulta que los sanchistas —no se puede decir los socialistas o los socialdemócratas porque son más que aquellos, aunque aquellos piensan que no hay más socialistas o socialdemócratas que ellos— no han tenido mejor ocurrencia que abrir en en Change una petición de firmas para que Pedro Sánchez sea candidato al premio Nobel de la Paz. ¡Así, con dos cojones! Más allá de lo estulto del tema, que luego se analizará, lo primero sería que aprendiesen un poco de gramática para pedir el premio. No se puede decir «Con su humanismo y coraje contra el genocidio en Gaza, ha hecho de España un faro de justicia global». ¿No ven algo raro en la frase? ¿No les suena mal ese «con»?

El resto del mensaje ya es para mear y no echar gota. Analícese. «De Palestina a Ucrania: ¡su voz es paz en acción!, demostrando un compromiso inquebrantable con la justicia y los derechos humanos, especialmente en su firme postura contra la barbarie en Gaza y su defensa de la causa palestina». Su voz es paz en acción dicen. Ni Jesucristo llegó a esos límites siendo Dios. Aquí es donde cabe preguntarse ¿qué ha conseguido Sánchez en todo esto? ¿Ha conseguido su voz la paz en Gaza o en Ucrania o nadie le hace ni caso? A todo esto, ¿por qué ha vendido armamento a los israelíes cuando el conflicto estaba en marcha? ¿Qué ha dicho del ataque a cristianos en Gaza e Israel? Y todo porque un presentador minoritario francés, Claudy Siar, ha dicho que igual habría que dárselo por su humanismo.

1978 firmas llevaban ayer por la tarde. Y no porque el mundo sea antisanchista sino porque los argumentos empleados son obscenos, por no decir imbéciles. Cierto que también lo piden para Donald Trump y que lo ganó Barack Obama, pero que se lo hayan dado a impresentables no es motivo para que se lo entreguen a otro. Ente otras cosas porque Sánchez carece de sentimientos humanistas. Ya no es que sepa lo que es el humanismo, que no lo sabe —pensará como M. Rajoy que «somos sentimientos y tenemos seres humanos»—, es que toda su carrera política se ha destacado fuera del ámbito medianamente humanista. ¿Qué hizo cuando viajó a Israel en noviembre de 2023? Tragar quina porque ya antes había afirmado que la respuesta al atentado era contraria al Derecho Internacional y que, en todo caso, casi que estaba justificado por las condiciones de los palestinos. ¿Qué humanismo existe cuando se rechaza un pequeño testimonio de consuelo a los israelíes?

Un «liderazgo humanista» dicen los sanchistas. Liderar no lidera ni al PSOE al que ha convertido en una dictadura carente de toda democracia interna. Donde manda a un engorilado Óscar Puente a pedir que no se hagan críticas en el ¡¡¡Comité Federal!!! ¿Qué dignidad del otro, de la persona, defiende un humanismo sin humanos en todos los ámbitos de la vida? ¿Qué liderazgo humanista hay cuando con la Dana se huye o se intenta sacar rédito político antes que solucionar los problemas de las personas, pese al inútil de Carlos Mazón? ¿Qué humanismo existe cuando en La Palma siguen viviendo en barracones? ¿Qué liderazgo tiene cuando hasta el canciller alemán Friedrich Merz le dice que ese no es el camino hacia la solución? ¿Qué liderazgo tiene cuando ya nadie en Europa le hace caso y sólo Zelenski porque viene a pedir perras? ¿Mantiene su charme o sólo fue el producto de una publicidad mantenida con los impuestos de los españoles? Si es que hasta se inventan que puso de acuerdo a serbios y croatas en la guerra de los Balcanes.

No se preocupen que los sanchistas ya tienen respuesta si no se les sigue el juego, alguno ha llegado a escribir que «si alguien tiene aún dudas de que con Pedro Sánchez estamos asistiendo a un político generacional y un estadista inequívocamente imprescindible para entender el devenir actual de la política mundial, es que o simplemente no tiene ni idea de esto o le mueven la maldad, el odio, la ira y la envidia, componentes lo suficientemente peligrosos como para afirmar que estamos ante el político más influyente del momento en los cuatro puntos cardinales del planeta a la vez que es uno de los que más odio y animadversión despierta en nuestro país». Para escribir esto hay que estar completamente abducido, por no decir esa grosería que piensan ustedes, porque los hechos son los hechos por mucho que duelan.

Sí, la economía crece apoyada en los fondos europeos, pero si se visualizan los datos de la estructura empresarial no son muy halagüeños. Y eso que prometió, hasta que metió, que iba a cambiarla… pues ahí están los españoles esperando. Y si se fijan en la temporalidad de los contratos fijos, se asustarán —fijos-discontinuos de dos horas semanales/mensuales, o de seis, o de ocho, o de diez— .¡Ay no, que ha tenido que sufrir un volcán! Prometió que no indultaría a los secesionistas y… Prometió luchar contra la corrupción y la tiene hasta en la alcoba, porque no sólo es corrupción lo monetario —aunque esto sea algo que un sanchista es incapaz de procesar—. Y en el mundo ya se sabe que nadie mueve nada hasta que consulta con su sanchidad… o los amigos del zapaterismo, que viene a ser su política internacional.

Con suerte los años de Sánchez en Moncloa darán para una nota a pie de página, de un libro que es un pie de página de algo que ya hubiese dicho Platón. Si ustedes hubiesen leído La República entenderían la podredumbre que significa la presidencia de este hombre que desconoce aquello del bien común, el debate constitucional o lo apropiado para todos, no para él. Y no es que los que asoman en lontananza parezcan ser mejores. Es lo que nos toca vivir a los seres humanos en estos tiempos.

Se puede ser de izquierdas, pero no imbécil.

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