Para escribir en un periódico, cuando se sale de la batalla por un suceso estúpido pero que llama la atención profundamente, hay que tener, cuando menos una cultura mínima. Unas lecturas, eso que hoy parece ser tan caro al ser humano, que ayuden a analizar el contexto con un mínimo de rigurosidad. Cierto que lo ideológico impregna todo, o casi todo, pero el escritor de columnas debe saber abstraerse por un momento de la propia posición ideológica o de conflicto y expresar algo, aunque sea parte de la lucha, sin inventar o basarse en clichés.

Cuando desde la derecha se acusa a todos los columnistas de izquierdas de estar entregados al gobierno o estar bajo la posesión demoníaca de una ideología —algunos hablan de asesina sin inmutarse— parece que no se miran al espejo. Cuando señalan a los columnistas/periodistas de izquierdas de carecer de conocimientos no se miran al espejo. Porque si alguien con cierta imparcialidad se pone a leer, aunque sea por encima, muchas de las columnas de los periodistas de derechas, y aliados, no superan el nivel de aprobado en muchas ocasiones. Una persona puede saber mucho de un aspecto concreto —historia, derecho, economía, etc.— pero si no se toma la molestia de consultar más allá de lo propio y no está dispuesto a callarse por prudencia, pasa lo que pasa, que se sueltan barrabasadas sin ton, ni son.

Hará como un año o así quien esto escribe le dijo a una abogada, que se junta con Iván Espinosa de los Monteros, sale en la tele y hasta le dejan escribir en algún medio, que le faltaban muchas lecturas para poder hablar fuera de u ámbito de acción. Se lo tomó mal e incluso parecía ofendida. Sigue sin tener esas lecturas y poca idea de ámbitos fuera del suyo. Con esto se ejemplifica la actitud del columnista, en general y del derechista en particular, ante lo que debe ser un columnista con un mínimo nivel para hablar de temas generales. Y los hay buenos, como Enrique García Máiquez o Hughes, que saben ser prudentes cuando desconocen algo y que hablan con propiedad, incluso en los momentos de batalla.

«¿Por qué todo este discurso?», se preguntarán con toda razón. Porque ayer mismo se publicó en El debate un artículo de Luis Ventoso que acabó con la paciencia del escritor de estas breves líneas. Ventoso es libre, faltaría más, de defender a Isabel Díaz Ayuso, no vaya a ser que no llegue la publicidad entre otras cuestiones, pero para ello no se debe mentir y caer en los clichés. Según él y otros muchos, ergo no es solamente su culpa o carencia, la derecha defiende la libertad y la izquierda la igualdad. Así, sin más. Y como la derecha defiende la libertad es mejor que, cuando caiga Feijoo, o sea Bonilla su sucesor porque no es lo suficiente defensor de la libertad. Antes de entrar en batalla cabría preguntar al columnista —hasta le han dado un premio por ello— ¿sabría explicar lo que significa la libertad Ayuso?

El cliché en realidad es falso. Cierto que Norberto Bobbio lo utilizó en su libro Derecha e izquierda (Taurus) pero hasta los buenos pensadores echan un borrón, o no. Porque la realidad es que parte de ese hecho para relativizar tanto la defensa de la libertad de unos, como de la igualdad de los otros. Al final acaba aturrullando todo y pasa lo que pasa que se le toma como santón del cliché. Cualquiera que haya estudiado mínimamente los campos doctrinales o ideológicos de las derechas y las izquierdas sabe que tanto unos como otros pueden defender cosas bien distintas y complementarias.

¿Qué sería la sociedad comunista para Marx, ya que dicen que España tiene un gobierno de comunistas? «El reino de la libertad» (El capital volumen III, sección séptima, capítulo XLVIII; página 759 en la edición del Fondo de Cultura Económica). No el reino de la igualdad, sino de la libertad. En la Crítica de programa de Gotha tampoco habla de igualdad —era filósofo y sabía que eso era imposible— y solicita «de cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades», frase utilizada por los saintsimonianos y Louis Blanc. Igual los firmantes del Pacto de Guilford de 1639 eran izquierdistas avant la lettre: «Nosotros, cuyos nombres están aquí suscritos, con la intención, con el permiso misericordioso de Dios, de plantarnos en Nueva Inglaterra, y si es posible, en la parte sur de Quinnipiack, prometemos fielmente a cada uno, para nosotros y nuestras familias y aquellos que nos pertenecen, que nos sentaremos, con la ayuda del Señor, y nos uniremos en una sola plantación, y nos ayudaremos unos a otros en cualquier trabajo común, de acuerdo con la capacidad de cada hombre, y según lo requiera la necesidad, y prometemos no desertar o dejar entre sí o la plantación, pero con el consentimiento de los demás, o de la mayor parte de la sociedad que ha contraído este compromiso». En Hechos 4: 32-35 se narra algo similar. Todos comunistas.

Cuando Louis Althusser expuso aquello de los Aparatos Ideológicos del Estado y que la historia no tenía Teleología, ni Sujeto, afirmando que «los hombres concretos son necesariamente sujetos en a historia, puesto que actúan en la historia, en tanto que sujetos» (Filosofía y marxismo) destruyó todo el materialismo dialéctico. Y al destruirlo liberó al ser humano. Lo que pensaba de Thomas Hobbes (Para un marxismo aleatorio) y su idea de un Estado que aprisiona al ser y que debe ser destruido no parece muy igualitario. Incluso él se calificaba de anarcosocialista. Como Bonilla votaría a Felipe González, según el articulista citado, cabría recordar que el 27º Congreso de 1976 tenía como eslogan «Socialismo es libertad».

Son tantos los casos de pensadores de izquierdas que no se han alineado a la igualdad, más allá de la igualdad de derechos y obligaciones, que afirmar un cliché tan vacío es una temeridad. Porque ¿el distributismo católico no era en cierto modo igualitario en su base? Luego a quien san Pedro se la dé, san Pedro se la bendiga. No hay ciertos elementos del conservadurismo que afirman la igualdad. Las izquierdas siempre han sido más de la Justicia —con todo lo complicado que pueda ser determinar qué es lo justo—, no del igualitarismo. Además, es tan poliédrica la palabra libertad que se puede utilizar en cualquier contexto político si se lanza como hace Ayuso, sin ton, ni son. No hay nada mejor que recordar a un «peligroso comunista» como Raymond Aron: «A veces lo liberales, como los marxistas, tienden a creer que el orden del mundo podría reconciliar nuestras aspiraciones con la realidad» (La definición liberal de la libertad) Página Indómita, p. 114). Por ese camino de los clichés no se llega al bien común, como se pedía ayer, sino a la división irreal, porque al final todos son partícipes, de alguna forma, de todos esos conceptos, más cuando están descontextualizados. No tomen por incapaces a los lectores.

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