El Estado de Israel ha colocado detectores de metales en la entrada de la Explanada de las Mezquitas como respuesta al atentado de la semana pasada en que murieron dos policías y los tres atacantes. Esta medida ha generado mucha polémica entre los palestinos que ven cómo se les veta el acceso a uno de los lugares santos del Islam, la mezquita de Al Aqsa, y ha generado protestas multitudinarias.
En el día de ayer, día del rezo para los musulmanes, se prohibió, además el acceso a la Explanada de las Mezquitas a cientos de fieles que acudían allí a rezar, del mismo modo que acuden a cumplir con sus obligaciones los ultraortodoxos sionistas al Muro de las Lamentaciones.
La tensión fue subiendo cuando se comenzaron a corear gritos y demandas de respuestas a los grupos armados palestinos contra este nuevo atentado israelí. Esta tensión ha derivado en choques entre los fieles que acudían pacíficamente a rezar y las fuerzas israelíes, con un balance de 2 muertos y más de 400 heridos, algunos de gravedad, según han confirmado fuentes de la Media Luna Roja. Estos incidentes se trasladaron a otros lugares de la zona y en Abu Dis, en Cisjordania, fue asesinado otro palestino por parte del Ejército de Israel por un balazo en el pecho.
Es la historia de siempre. Israel actúa con total impunidad disparando con fuego real contra manifestantes cuya única arma son las piedras del suelo. Nadie ha condenado aún la actitud de los israelíes quienes están actuando con los verdaderos dueños de Palestina del mismo modo que los nazis actuaron contra el pueblo judío. El cordero convertido en lobo. Si a esta actitud sumamos a un presidente ultrasionista como Benjamin Netanyahu, nos encontramos con que la ocupación israelí se cimentará asesinando, encarcelando, torturando palestinos. Nos estamos acercando a una nueva Intifada porque Israel ha vuelto sobrepasar los límites sagrados para cualquier palestino: el respeto a su religión y a sus lugares de culto.