No es que hayan cedido a la presión internacional porque Israel nunca cede. Se sienten legitimados por la Torah y por el apoyo incondicional de los Estados Unidos, un apoyo bien pagado por el todopoderoso lobby judío estadounidense, un dinero que está manchado de sangre, un dinero que paga la represión a los palestinos.
El gobierno de Benjamin Netanyahu ha anunciado que va a retirar los detectores de metal que instalaron en la entrada de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén y que provocaron los disturbios del pasado viernes que terminaron con cinco palestinos muertos y decenas de detenidos que ni siquiera habían cometido ningún delito pero que fueron retenidos porque se esperaba que pudieran cometerlos. Es el modo de entender la democracia que tienen en Israel y que tanto recuerda a los años 30 en ciertos países del centro de Europa.
Los detectores de metal serán sustituidos por sistemas de videovigilancia de última tecnología. En algunos casos se utilizarán también sistemas de reconocimiento facial. Según informa la cadena Al Jazeera los detectores ya están empezando a ser retirados.
No obstante, hay un hecho que pasa desapercibido y no es otro que el tratamiento de eterno sospechoso a cualquier ciudadano musulmán que pise territorio israelí. La utilización de sistemas de reconocimiento facial por las fuerzas de seguridad roza la ilegalidad en cualquier país democrático puesto que va en contra de cualquier ley de privacidad salvo que el ciudadano en concreto haya dado su consentimiento para que su rostro pueda ser utilizado.
Por otro lado, Israel sigue incumpliendo impunemente los acuerdos y resoluciones de la ONU respeto a la Autoridad Palestina. En cualquier otro caso los organismos internacionales ya habrían puesto sanciones por las políticas israelíes. Sin embargo, nadie hace nada porque el apoyo de los Estados Unidos a Israel es una sombra demasiado alargada. El hecho de mantener a la población palestina en constante tensión; el hecho potenciar la construcción de colonias que se llenarán de radicales sionistas en tierras que pertenecen al Estado Palestino son razones suficientes como para que la Unión Europea impongan sanciones al país hebreo. Pero no se hace nada y esta inacción se convierte en complicidad.