Las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre no sólo se juegan a nivel regional. Tal y como se han planteado tiene una proyección a nivel estatal que no es nada despreciable. Y en ese juego simbólico, porque es simbólico mucho más que efectivo, Miquel Iceta puede acabar siendo el catalizador del apoyo que posibilite en camino a la Moncloa a Pedro Sánchez. Mientras en el eje secesión/unión la partida parece decantada en favor de ERC y Ciudadanos como los antagonistas de la reacción, de lo no-político, de la lucha sin cuartel entre enemigos. Los otros ejes, los que pueden favorecer lo simbólico a nivel estatal no quedan definidos.
En el PP, por ejemplo, temen que esa proyección españolista, parafascista, de Ciudadanos termine por mandarles al limbo en las grandes concentraciones urbanas. Y si se les suma la corrupción, el manejo de la judicatura a su favor (y contra los adversarios), el austericidio, las intervenciones de comunidades autónomas y ayuntamientos, etcétera, se despeja el camino al cambio que desea el establishment para seguir mandando en España y quitarse el pelaje franquista. Ciudadanos, si gana dentro del mal llamado bando constitucionalista, así sea por una sola acta, ganará en el resto de España la batalla de la derecha.
En el PSOE no es tanto la lucha en la izquierda, si se elige ese eje, sino la posibilidad de presentar de modo claro un proyecto distinto a lo antagónico, a la derecha austericida, un proyecto que sea más de izquierdas, más social, menos identitario. Sánchez, gracias a Iceta, podría ganar dentro del partido y en el exterior frente a medios de comunicación y la izquierda podemita.
La batalla externa.
Iceta puede que no gane las elecciones. No le hace falta. Ya las ha ganado por aglutinar las críticas de los demás partidos. Pero un buen resultado, un por los pelos en términos de la calle, le valdría para hacer ver que los socialistas con su catalanismo e izquierdismo son una opción viable para Cataluña y España en general. Se habla de la vía Borgen para Iceta como president de la Generalitat, más bien habría que hablar, en términos más técnicos, de un gobierno de segunda preferencia. Iceta lo podría lograr porque, una vez descartada la primera opción electoral, él es la segunda preferencia en los deseos de la ciudadanía. Un gobierno de la opción menos mala si se quiere. Por esa vía de la segunda preferencia, sumada al catalanismo y la concordia, nada es descartable.
Esa opción serviría para calmar las aguas, rebajar el auge del fascismo que apoyan Ciudadanos y PP, enviar al futuro las pretensiones independentistas, y fijarse en lo contingente de las personas. Lo social, la explotación laboral, los problemas medio ambientales, al fin y al cabo, la gestión de las cosas importantes más allá de lo identitario. Porque Iceta y Sánchez no representan una lucha identitaria, que sí moviliza mucho mediante la apelación a los sentimientos, pero que no sirve para nada más. Los sentimientos movilizan y construyen masas que sólo tienen conciencia de sí, conciencia subjetiva, de difícil desarrollo en cualquier proceso de transformación sistémica. Si hubiesen leído a Niklas Luhmann sabrían que lo identitario es una alergia para el sistema capitalista, no una preocupación real de transformación. Pese a lo que les cuenten, no, el procès no traerá ninguna revolución a España porque su base es identitaria, racial, cultural, no política.
Esta lucha que mantienen el PSC y el PSOE por el reconocimiento de la pluralidad nacional, que se basa en factores objetivos, sólo se puede plasmar mediante la concordia y la fraternidad entre pueblos considerados iguales. Por eso, la lucha antagónica que han emprendido PP/Ciudadanos y ERC/JpC no lleva a esa fraternidad, ni a cerrar las heridas. Que alguno quiere desinfectar, como si ser secesionista fuese malo, como si sólo hubiese un nacionalismo (español) posible. Diálogo y fraternidad como bases de un proyecto de transformación socialista para lo que hay hoy en España. Ese camino, de ganarlo Iceta y Sánchez, abriría las puertas de la Moncloa al segundo.
Mostraría, en el juego simbólico y de la representación, que hay otra forma de hacer política que ni criminalice a unos (secesionistas), ni eleve a los altares a otros (derecha nacionalista española). Los problemas de las personas son otros y mucho más graves. Por eso Iceta apuesta por las cuestiones sociales, por eso el PSOE presenta día a día, aunque tapado por lo catalán-mediático, propuestas sociales y de lucha contra el poder centralista de la derecha española (azul o naranja). Que el PSC logre un gran resultado, aún sin ganar y aunque la opción de la segunda preferencia no salga adelante, supone para Sánchez un triunfo. Y un peldaño más en el camino a la Moncloa.
Dejaría sin argumentos a la ambigüedad de Podemos. Ellos mismos reconocen que esta batalla no era la suya y que el golpe que se van a dar es tremendo. Y posibilitaría situar en toda la derecha a Ciudadanos. No importa que se acabe comiendo al PP, en la derecha el PSOE poco tiene que hacer. Pero sí situaría al PSOE en el centro de la escena política. Algo que hasta el momento no está consiguiendo por cuestiones mediáticas y de intereses de la coalición dominante. La cual prefiere los antagonismos Cs/Podemos porque les hace ganar dinero y poder. Quebrar esa diferenciación política, al menos de forma simbólica para la ciudadanía, es la gran victoria que podría obtener el PSOE y Sánchez, gracias a Iceta.
La batalla interna.
Sánchez ha aceptado de buena gana la decisión del PSC de darle un sentido más catalanista a la campaña. De tener cierta autonomía mitinera, no por darle más fuerza a Iceta, no la necesita, sino para que no se vean interferencias externas al proceso que se está viviendo en Cataluña. Una opción sumamente lógica que parece haber sentado mal al sur de la península. Susana Díaz no se ha enterado de qué va la cuestión catalana. Está bien que defienda Andalucía en lo financiero, pero su visión sobre España es más concordante con la de Ciudadanos que con la del PSOE de Sánchez. No entiende a los catalanes y catalanas, sean o no andaluces, no entiende lo que allí se está cociendo. No es cuestión de leyes, sino de personas. Y alguien tan identitaria como Díaz, y tan simple por qué no decirlo, no encaja con la campaña del PSC.
Porque el PSC lo primero que pone encima de la mesa no es el deseo de Iceta de ser presidente, no es el catalán tan ególatra, sino la recuperación de la concordia entre personas que opinan distinto, de personas que comparten puerta y pasillo, de personas que deben dejar de odiarse para tolerarse. Y por eso, demasiada presencia de dirigentes estatales y regionales, puede ser perjudicial. Esto lo ha entendido Pedro, no Susana. Quien no entiende por qué no la llaman. Claro que ella, en la celebración que está haciendo la cadena SER andaluza, no llamó a Sánchez para participar en el programa y la charla (como sí han hecho los demás dirigentes regionales). Ella se bastó a sí misma para representar a todo el PSOE. Porque el PSOE, como se decía del rey Sol, es ella. Lo demás personas erradas.
Un buen resultado de Iceta callaría muchas bocas dentro del PSOE, en especial las sureñas, y serviría para dar un impulso a la autoridad (casi inexistente ahora) del secretario general. La operación de dialogar e incorporar a los distintos barones, que ha dado grandes resultados con Emiliano García Page y Ximo Puig, sumada a un golpe de efecto desde Cataluña, permitiría a Sánchez decirle las verdades del barquero a Díaz. En Ferraz están agotados, y mordiéndose los dientes, por los comentarios de la andaluza todas las semanas en un tono diferente a lo propuesto por la Ejecutiva. Esa contraprogramación de Díaz y sus acólitos, que es aprovechada por los medios de comunicación para deslegitimar a Sánchez, perdería mucho fuelle con unos buenos resultados catalanes. Le serviría a Sánchez para decirle que está equivocada y que se dedique más a Andalucía que la tiene mangas por hombro.
Quitarse el peso de encima interno, permitiría al PSOE y a Sánchez avanzar en la consecución del gobierno. Igual no con mayoría absoluta, algo que a día de hoy es francamente poco factible, pero sí un gobierno de izquierdas con los humos más bajos de una de las partes. Porque, desde ya, Ciudadanos, mal que le pese a la habitante de San Telmo, es la derecha. Y con la derecha no se pactan gobiernos, ni para derrocar al PP. Porque si malo y perverso es el PP, los niños bonitos del establishment más. Y de esto son conscientes en Ferraz. Por eso saben que se juegan mucho a nivel simbólico y de poder interno. Saben que Iceta les puede llevar a la Moncloa, desde la plaza de Sant Jordi, o no. Pero con un buen resultado.