Hace ya mucho tiempo que los ciudadanos españoles están huérfanos de políticos de altura y eso está teniendo como consecuencia que se antepongan los intereses personales o de partido a la resolución de las necesidades de los ciudadanos que, al fin y al cabo, es la función fundamental de la política.
Un hecho que podría demostrar esa anteposición de lo personal a lo colectivo lo tenemos en la posible protección que el «enemigo» Carles Puigdemont está recibiendo del propio Gobierno del Partido Popular. Todo es posible en este mundo en que, por un lado, se demoniza al adversario, pero, por el otro, se le da protección. No se entiende que se permitiera la «fuga» del ex president de la Generalitat cuando tenía a toda la inteligencia española vigilando todos los movimientos que Puigdemont pudiera realizar tras el 1 de octubre. ¿Por qué si no el Tribunal Supremo ordenó la retirada de la orden de búsqueda y captura internacional? Evidentemente, todo esto viene de un posible pacto entre Puigdemont y el Gobierno porque, si no, no se entiende.
Otro ejemplo de esta promiscuidad política la encontramos en que, mientras se demoniza todo lo que viene de Venezuela, incluido el último incidente de la expulsión recíproca de embajadores, el Partido Popular protege y se sirve como agentes dobles de antiguos dirigentes bolivarianos, muchos de ellos reclamados o investigados por la presunta comisión de graves delitos económicos, permitiendo que realicen actividades en todos los sectores empresariales que, bajo un pátina de decencia, están orientadas a actividades menos limpias como, por ejemplo, el blanqueo de capitales.
Todo esto es una consecuencia de la orfandad política que padece este país. Ni en la derecha ni en la izquierda tenemos líderes capaces de solucionar los problemas del pueblo que, al fin y al cabo, debería ser su principal prioridad. En una campaña publicitaria de las elecciones sindicales de 1.974 un grupo de ciudadanos se encontraban con una pancarta que decía «Queremos líderes capaces» y con un spray la corregían añadiendo la frase «de resolver nuestros problemas», lo que completaba el mensaje con lo que debería ser el primer mandamiento de cualquier político independientemente de que esté en el poder o en la oposición.
Como decimos, ni en la derecha ni en la izquierda tenemos líderes que «resuelvan nuestros problemas». Mariano Rajoy es un político amortizado y señalado por la corrupción de su partido. Pedro Sánchez se amortizó a sí mismo en el momento en que perdió el foco mediático con su huida del Congreso y con su poco aprovechamiento del rédito que sacó tras las primarias socialistas. A esto hay que unir el descontrol del PSOE por su desconcierto ideológico que le lleva a querer servir a Dios y al Diablo al mismo tiempo. Pablo Iglesias está desorientado por su absoluto desconocimiento del manejo de los tiempos y de la manera incongruente de defender mensajes que le hace perder credibilidad de cara a los ciudadanos que no votan a Podemos pero que podrían convertirse en sus votantes. El partido morado tiene muy buenas intenciones pero muy poca efectividad a la hora de conseguir trasladar a la ciudadanía las razones de sus propuestas. Albert Rivera es un político que genera ilusión entre los poderes económicos y empresariales pero mucha desconfianza entre el pueblo, sobre todo porque las propuestas que defiende Ciudadanos son lanzadas sin la naturalidad y la cercanía de Inés Arrimadas y los resultados están ahí: dos fracasos de Rivera, una victoria de la política jerezana. Por último, Alberto Garzón es un político que se mueve entre dos aguas y con una organización totalmente dividida tras la confluencia con Podemos, a pesar de que IU podría beneficiarse como organización independiente de los vaivenes y la inconsistencia de los morados.
Esta situación de orfandad política tiene como principal consecuencia que los ciudadanos se convierten en víctimas de la falta de liderazgo. Los salarios continúan al nivel de un país en desarrollo mientras que los beneficios empresariales siguen aumentando. El empleo que se genera es tan precario que para crear menos de medio millón de empleos netos, según los datos de la EPA, han sido necesarios más de 20 millones de contratos firmados. España continúa siendo uno de los países de la Unión Europea con los niveles más elevados de pobreza.
La falta de líderes políticos está provocando que España se encuentre a la merced de las dictaduras privadas o de los poderes económicos internacionales. Las principales empresas de este país se encuentran ya controladas por grandes empresas como BlackRock o JP Morgan, o por las grandes familias judías de Nueva York. Ningún político se está oponiendo a esta invasión. Tal vez sea porque «es el mercado, amigo», como dijo Rodrigo Rato en el Congreso de los Diputados. Tal vez sea porque no tengan el carisma o la valentía suficiente como para enfrentarse cara a cara con los que ya están dominando el mundo. Estos grandes bancos o compañías lo que están haciendo es especular con España, aprovechándose de las facilidades que se les da desde las instituciones. En el momento en que nuestro país deje de ser rentable, se irán destrozando la economía y, por lo tanto, provocando más calamidades a un pueblo que ya está sufriendo las consecuencias de una crisis provocada, precisamente, por esas grandes corporaciones.
En Diario16 somos libres e independientes y, por esta razón, estaremos atentos, estaremos expectantes y, sobre todo, estaremos preparados para controlar todos estos movimientos del poder que puedan afectar al pueblo que, al fin y al cabo, es en quien reside la soberanía del Estado. Tal vez haya llegado el momento en que la ciudadanía tome el mando ante la carencia de liderazgo político que nos asedia.