Mientras más de 305.000 familias lloraban y se sentían perplejas ante el hecho de que lo habían perdido todo, mientras más de 305.000 personas se encontraban en estado de shock ante la noticia con la que se habían levantado y que les decía que el Santander había comprado al Popular por un euro, mientras la desgracia se cernía sobre más de un millón y medio de españoles, Emilio Saracho concedía una entrevista a los canales internos del Popular para explicar la operación por la que la entidad cántabra se hacía con el banco que él aún presidía por un euro y las consecuencias que tendría este hecho tanto para los clientes como para los empleados.
Sorprende sobremanera el optimismo que rezuma Saracho. Escuchando la grabación de dicha entrevista no se detecta la pesadumbre que debía tener el presidente de un banco que acababa de ser intervenido y comprado por un euro por una entidad de la competencia. Más bien todo lo contrario. Saracho despliega un discurso propio de un vendedor que quiere colocar una mercancía invendible. ¿Cómo es posible que alguien que acababa de sufrir el mayor fracaso de su historia profesional, un fracaso que acabaría con la carrera de cualquiera, se mostrase con un estado de ánimo tan optimista? Si no conociéramos todas las maniobras que ejecutó durante su presidencia para llegar a este final alguien podría pensar que el fracaso le había enloquecido. Al contrario, Saracho no supo en esa entrevista ocultar su satisfacción.
En primer lugar Saracho afirma que «hemos sido adquiridos por un gran banco español […] es el final de una operación que se anunció de una manera particularmente singular por dos situaciones» y a partir de aquí vuelve a centrarse en el mismo discurso que ya planteó el día anterior en la reunión del Consejo de Administración que finalizó con la declaración de inviabilidad del Popular y el envío de una carta a Danielle Nouy con una firma «presuntamente» falsa o falsificada. Sin embargo, Saracho parece tener un ataque de sinceridad espontánea cuando declara a su entrevistador lo siguiente: «el propio banco pidió la resolución en el momento en el que sabíamos que había una solución. No antes porque entrar en resolución sin solución no es solución. Por lo tanto, sencillamente hemos procedido a vender el banco mediante un mecanismo de resolución a uno de los contendientes que más interés y más capacidades tiene para llevar el Banco Popular a nuevos horizontes». Saracho ya sabía desde el mes de septiembre de 2.016 cuál era la solución y para ello trabajó sin descanso hasta lograr descapitalizar al banco en bolsa, provocarle una crisis de liquidez con sus provisionamientos de activos crediticios no tóxicos y, sobre todo, ocultando las verdaderas soluciones para el Popular a través de la venta de activos no estratégicos como WiZink o TotalBank, no aplicando el Plan de Negocio que estamos analizando estos días en Diario16 o guardando en un cajón las ofertas para ampliar capital recibidas en los días previos al «Día R».
Durante la entrevista Emilio Saracho continúa alabando al banco que ha comprado el suyo por un euro y que ya sabe que le va a «despedir». Esta frase es lapidaria: «el Popular se incorpora a un banco que tiene un camino claro, que tiene un liderazgo muy claro también y que tiene identificado específicamente por qué el Popular […] El Banco Santander es una oportunidad para el Popular». Evidentemente que lo tiene identificado y estudiado porque durante meses estuvo presuntamente recibiendo información confidencial a través de terceros, llegando, incluso, a plantear negociaciones con altos ejecutivos del Popular con el único fin de conseguir más información de la que ya disponían.
Saracho, además, hace de adivino cuando predice que la reestructuración que se está implementando actualmente será una oportunidad para los trabajadores del Popular porque el Santander ha hecho «muchas integraciones, seguro que conocéis gente que ha pasado por ahí, y yo creo que tienen la experiencia para poder hacerlo bien y para poder poner en valor lo que al final, claro, se han hecho cargo, que es un tema de la gran responsabilidad y de mucha importancia para el propio Santander porque, de nuevo, vosotros habéis vivido una ampliación de capital, es un compromiso con el mercado en el que se está pidiendo dinero a accionistas para un proyecto, y el proyecto se llama Popular y se llama la integración del Popular en la familia del Grupo Santander». Evidentemente, se equivocó porque las consecuencias las están viviendo en la actualidad los trabajadores del Popular, tal y como hemos informado en Diario16, una integración que aún no ha tenido su punto más cruel que llegará en el cuarto trimestre con un ERE que se calcula que afectará a más de 5.000 trabajadores.
¿Cómo alguien al que le acaban de intervenir el banco que presidía puede hablar con tanto optimismo de quien le acaba de comprar por un euro arruinando a más de 305.000 familias? Evidentemente, porque es el optimismo de quien se siente satisfecho por el trabajo realizado con éxito. No sólo había cumplido objetivos, sino que los había superado y, quizá, ese fue su mayor fracaso porque tuvo como consecuencia una resolución dramática y trágica como colofón de una operación diabólica. Refiriéndose a los afectados por la operación intenta rebajar el tono optimista pero no puede. Habla de que han fallado a los accionistas porque «no hemos conseguido sostener la credibilidad del banco el tiempo suficiente para darles un valor a los accionistas» para, a continuación, volver a lisonjear al Santander: «Es evidente, simplemente por ver el esfuerzo de un banco del tamaño del Santander tiene que hacer para acometer el saneamiento de este banco, que los accionistas nunca realmente tuvieron una posibilidad de mantener su valor en el tiempo». Es claro que lo que Saracho estaba haciendo aquí era intentar quitar peso a la ruina sobrevenida para los 305.000 afectados y volver a poner en valor al verdadero responsable de esa situación: el banco comprador. Sin embargo, Saracho volvió a tener un ataque de sinceridad espontánea al reconocer claramente el objetivo de la operación: «de las operaciones que nosotros estábamos contemplando una es esta». Dos reconocimientos de que había una operación en marcha y que terminó con éxito porque el Santander se había hecho con el Popular en menos de quince minutos. Muchas veces la sinceridad espontánea llega a través de una traición del subconsciente provocada por la euforia. Esa mañana Emilio Saracho estaba eufórico.
El resto de la entrevista es un intercambio de reflexiones personales entre las que destaca el cariño con el que se refiere a Ana Patricia Botín, a la que se dirige por su nombre. Sin embargo, sorprende la frialdad con la que afirmó lo siguiente: «he ido haciendo las cosas que en cada momento creía que tenía que hacer sin descanso y sin absolutamente ninguna cautela mental […] yo soy una persona eminentemente práctica, yo soy una persona que viene a hacer». Vaya si lo hizo porque llevó a la sexta entidad financiera de España que apenas 9 meses antes había superado sin problemas los test de estrés del BCE, que unos días antes recibía ofertas para ampliar capital por un valor global de 8.000 millones de euros por parte de dos de los mayores bancos del mundo que hacían hincapié, precisamente, en la solvencia del Popular, que apenas una semana antes había recibido ofertas por valor de 2.500 millones de euros por activos no estratégicos, a ser intervenido por la JUR y vendido por un euro al Santander provocando que más de 305.000 familias quedara ar