En la última semana con la filtración a varios medios de comunicación del documento Propuestas e hitos para la construcción del movimiento político y social de Izquierda Unida, se ha generado un tenso debate en el seno de la formación. Los sectores críticos con el coordinador federal, Alberto Garzón, han salido a la palestra para acusarle de querer disolver la federación de izquierdas dentro de Podemos, o como ha dicho Gaspar Llamazares que IU sea el “círculo rojo” de la formación morada. Sinceramente esto le importaría poco o nada a las personas del común sino fuese porque las siglas IU siguen rememorando lucha y compromiso, porque la presencia real de la formación de izquierdas es casi la nada absoluta desde hace algún tiempo.
La irrupción del 15-M y la aparición de Podemos ha hecho mucho daño a la formación de izquierdas. Eso es algo que no puede ser puesto en duda, así se piense que en Podemos tienen menos razón que en IU. La realidad es esa. Tozuda. Contradictoria. Negativa como producto de la dialéctica que no se quería ver. O no han querido ver algunos y algunas dentro de la propia formación. Sólo hay que ver los datos electorales últimos donde IU se vio fuera de todas las instituciones, con antiguos líderes además confraternizando con las huestes moradas. Una organización asolada por las deudas y fuera del mundo político institucional. Porque en la calle han seguido estando.
Es desde esta perspectiva que Garzón y sus compañeros y compañeras entienden que hay que dar un paso más allá y no sólo plantearse la confluencia con Podemos (que ya se verá si se lleva a cabo), sino quitar peso estructural a la organización para hacer de IU lo que debió haber sido en su momento. Un movimiento de las distintas visiones de la izquierda. No lo que es hoy en día, el PCE, Izquierda Republicana (tradición pero dos y el de la puerta), Izquierda Abierta de Llamazares, Tasio Oliver y Luis García Montero, y poco más. Ajustándose a la realidad en IU cada vez son menos. Y eso hay que atajarlo, entienden en la dirección, con otra perspectiva que es la que ha causado alarma.
Los críticos.
El más duro de los críticos ha sido Gaspar Llamazares, quien en una tribuna en El Mundo titulada “El suicidio de IU” arremete contra Garzón y la actual dirección. Varias son las puyas que lanza el médico asturiano, algunas más afortunadas que otras, pero con una línea argumental clara, la desaparición de IU en Podemos. Para Llamazares Garzón quiere “convertir a IU en un movimiento de extrema izquierda”, no la izquierda transformadora y solvente (que está en algún lugar del espectro político, le ha faltado decir). Por ello cree que este suicidio “no tiene sentido, ni razón política”.
Así se ha autoimpuesto el no callar porque no comparte “el empeño actual en la demolición y manipulación de la Historia y cultura política de la izquierda, y en particular de la de IU. Una manipulación interesada que pretende prescindir de sus valores, ideas y del sentido de la organización en la nueva etapa política surgida de la grave crisis sistémica en la que nos encontramos”. El tiempo de IU y la izquierda en general no ha pasado, entiende, y debe seguir el empeño de la cultura política de lucha, negociación y gobierno. Un intento, da la impresión, de recuperar aquellos años en los que IU tenía un peso social de denuncia, más que de votos, y de gobiernos locales que le hacía estar a la sombra del PSOE pero con oportunidades de marcar algunas partes de la agenda política.
Otro crítico, que también ha mandado su artículo de opinión (El dogma de la unidad), es José Antonio García Rubio, miembro de la coordinación federal de IU. Para García Rubio lo que pretende Garzón y su gente es utilizar el término de la “unidad popular” como “instrumento político de batalla interna que permite descalificar y anatemizar al adversario”. Sería, por tanto, algo más interno y de lucha por el poder total, como también manifiestan en algunas federaciones, que construir realmente un movimiento político y social. Mientras que Llamazares, al fin y al cabo, reivindicaba el legado y el significado de IU, García Rubio va más a cuestiones concretas y, en algunos párrafos, acaba generando una contradicción discursiva. Así, habla de la desaparición pública y mediática de IU y advierte del peligro de la ley D’Hondt para futuras elecciones. No parece que haya visto los resultados de las últimas elecciones. No es la ley D’Hondt la que perjudica a IU, sino la falta de votos (y las circunscripciones provinciales, por cierto). También critica que, como Podemos tiene ya un acuerdo con Mélenchon y Martins, dónde queda el espacio de IU y su participación en el Partido de la Izquierda Europea (donde se juntan casi todos los partidos comunistas que quedan y algún ecologista que otro).
La respuesta de Garzón.
Durante la rueda de prensa de la Asamblea regional de IU en Castilla-La Mancha, Alberto Garzón se ha referido al tema que ha generad la polémica. Como advierte el coordinador federal lo que se pretende es recuperar al millón y medio de personas que se quedaron en casa las últimas elecciones y no votaron a la izquierda, algo que no se circunscribe a la confluencia con Podemos: “Nuestra ambición es conseguir esto junto con otras fuerzas y actores políticos y sociales, no sólo Podemos”. La decisión tiene un componente político fuerte, ya que de lo que se trata es que en las siguientes elecciones no se genere la posibilidad de que el mercado de trabajo “sea diseñado por Rajoy y Rivera, y para eso, hace falta organización, confluencia y trabajo continuo”.
No se van a entregar a Podemos, como afirman los críticos, sino que habrá que esperar el tipo de diagnóstico que hacen en Podemos y el que se hace en IU para analizar si es posible converger. En el momento en que eso ocurra, espera Garzón que “podamos empezar a perfilar los elementos que nos permitan llegar lo más fuertes posibles”. Pero todo ello, como en el comunicado que enviaron a la prensa, desde una nueva forma de luchar políticamente: el movimiento político y social que, ya desde el comienzo de la andadura de IU, se quiso ser. Por eso recuerdan que lo que se quiere es “profundizar en el espíritu fundacional” y moverse a un movimiento basado en la deliberación y no en lo jerárquico. “Una IU más ágil, más flexible y más movimiento popular”.
En ningún caso IU desaparecerá como organización. Habrá, dicen desde la dirección, una mayor racionalidad económica (que falta les hace) por necesidad y por obligación frente a las peticiones del Tribunal de Cuentas. Algo lógico. Como también se entiende que lo es que IU no sea la casa de tócame Roque donde cada federación hace lo que quiere. Sin llegar a ser el centralismo democrático leninista, pero sin ser algo completamente ácrata. Algo que permita a nuevas personas y organizaciones sumarse al proyecto.
¿Qué hacer?
Desde luego no responder de la misma forma que Lenin a la pregunta, aunque tampoco alejarse demasiado si se pretende sobrevivir. Para ello, lo primero es analizar con sinceridad y claridad dónde está hoy IU (dentro de la izquierda) y la propia izquierda española. Las encuestas dicen que a la izquierda no le va bien, pero las distintas movilizaciones sociales dicen que hay acción, que hay ganas de afrontar procesos transformadores, que otro mundo es posible y deseable. Así que esas contradicciones no echan al foso de la historia a IU, como se lamentaba Llamazares. Queda un espacio para IU, de hecho podría ser el caladero de descontentos de PSOE y Podemos, más los propios que siempre ha tenido. Pero ¿quién garantiza esa factibilidad? Nadie. Por tanto hay que ser un poco más pragmático.
Tal y como están las finanzas y los resultados electorales, es obvio que la confluencia con Podemos en unas condiciones favorables es una salida sumamente digna sin perder la identidad. Porque, esto sí es importante y tema a debatir, IU debe confluir con Podemos y demás fuerzas con una posición clara y de respeto a los años de lucha, especialmente frente al felipismo (que aquello sí que era lucha), que mantenga la propia esencia de lo que IU significa. Un socialismo radical (que igual hoy en día es extrema izquierda, pero porque todo el mundo parece irse a la derecha o al populismo) que confronte dialécticamente con la esencia populista de Podemos, con el ecologismo de Equo o el trotskismo de Anticapitalistas. Al fin y al cabo la mayoría de los que están en Podemos siempre rondaron o fueron miembros de IU.
Una confluencia donde se ayude a sumar ese millón y medio de votos, y donde IU tenga una clara presencia en los procesos de elaboración de programas, de campañas, de actividad parlamentaria, etcétera. Esto es, si se confluye que en la práctica sea una realidad, no como en las últimas elecciones donde parecía ser instrumentalizada por Podemos. Conscientes de lo que se representa numéricamente, pero con una presencia de igual a igual. Tanto a nivel estatal como regional o local. Porque a nivel local y regional es donde IU puede acabar dando un empujón a Podemos, ya que sigue teniendo presencia y memoria.
Pensar en aventuras solitarias después de los últimos fracasos electorales, a la espera de recoger voto con el cabreo con PSOE y Podemos es peligros y sí llevaría acabar con la organización. Además, tampoco tienen porqué producirse uniones en todos los lados. Igual en Andalucía es mejor por separado y en Madrid no. Todo es cuestión de análisis y de trabajo conjunto, pero especialmente de abrir la organización a nuevas formas de trabajo y decisión. Se tienen dirigentes mediáticamente válidos como Garzón, Sol Sánchez o Vanessa Angustia, por citar a tres. Se tiene una ideología clara y una estrategia de lucha que parecen haber abandonado muchos partidos de la izquierda. Por tanto, hay esperanza pero no en solitario porque, y esto es importante, el establishment no quiere más partidos, ni más movimientos hasta que terminen de acabar con los viejos partidos del sistema (PP y PSOE). O, al menos, los dejen como muletas del partido hegemónico, Ciudadanos. Con Podemos como elemento antagónico, pero limitado. Con IU es obvio que superar ese bloqueo de la clase dominante no se traspasará fácilmente, pero sí ayudará a una crítica sistémica bastante más asentada a lo real que la que puede hacer, a día de hoy, Podemos.