Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE hace un año prometiendo un giro a la izquierda (Somos la izquierda), echar a M. Rajoy, dar más participación a la militancia y alejarse del discurso de Susana Díaz, a la que se veía como la derecha más derecha del partido. Hoy, justo un año después, de aquello poco queda y Sánchez cada vez se parece más a Díaz, es susanista. “Quería trasladar mi agradecimiento a Susana y Patxi porque, desde distintas posiciones políticas, ambos son compañeros que están trabajando y que han trabajado por hacer del PSOE un partido más fuerte” dijo hace justo un año. Hoy esas posiciones parecen las mismas. De la “vanguardia democrática” del país poco queda hoy.
Si se analiza el discurso de Sánchez y de su ejecutiva durante el último año, y no se es muy partidista, se puede ver una clara tendencia a abandonar la pluralidad del país, la España federal, el cambio constitucional, el posicionamiento de izquierdas, el diálogo, el dar voz a las bases, etcétera. Y no han sido las baronías las que les han apremiado al cambio, sino ellos y ellas solitas. La aplicación del artículo 155 no se consultó. Las primarias, con el nuevo reglamento aprobado, son cosa de la historia porque pueden ser suspendidas en la práctica (como ocurre con Madrid). Rajoy sigue en su cargo sin que el PSOE haya hecho algo por echarle. Al contrario, producto de la raison d’etat, apoyan sin tapujos al presidente del Gobierno.
Especialmente doloroso, supone para muchas de las personas que apoyaron a Sánchez, el que no se haya presentado la moción de censura contra M. Rajoy como se prometió durante la campaña. Da igual que se tengan o no los votos necesarios para echarle, el caso es que las personas que apoyaron querían que se hiciese el gesto. Que sirviese para borrar la deshonra susanista de abstenerse para que gobernase. Ahora el PSOE deja pasar el tiempo sin más que las pequeñas puyadas típicas del debate parlamentario. Un terreno que parece ganarle, gracias al apoyo mediático, Ciudadanos. Esa rabia, que es base para construir, se ha apagado voluntariamente desde la cúpula de Ferraz. De apoyarse en las bases movilizadas, se pasa a la desmovilización y construcción de la masa obediente. Ninguna consulta se ha hecho, ni se hará salvo cuando esté todo “atado y bien atado”. Ni el sueldazo de directivo del Ibex-35 se consultó. Y eso que lo pagan las bases. Adiós a las bases… porque son de izquierdas.
Pedro Sánchez, eso sí, sigue en su autoengaño presentándose como la “izquierda de gobierno y progresista”, como si las “otras” izquierdas fuesen reaccionarias. Esa parte de gobierno, que antes se decía poco o nada, es la que permite a Sánchez apoyar la aplicación fuerte del 155 en el futuro. Es la que permite a Sánchez querer cambiar el delito de rebelión para que cualquiera que proteste en las calles contra el gobierno pueda ser acusado de rebelión y encarcelado. Es la que permite negar cualquier tipo de diálogo al que no piensa igual que él. Como ha dicho el jurista Joan Queralt, normalmente, se abre el diálogo político con el que no piensa igual que uno. Sánchez, como suele hacer Díaz, sólo habla con el que comparte, no con el que disiente según ha manifestado últimamente. Lo más curioso es que el diálogo lo deriva a la comisión territorial, donde no participa nadie, como si esa comisión fuese el bálsamo de fierabrás. Lo que se pretendía como un mecanismo para comenzar la reforma constitucional, así lo vendió por el apoyo al 155 en octubre de 2017, se ha transformado en no-se-sabe-bien-qué, utilizable para un pleito con Cataluña o el problema del agua.
El “Pedro ¿sabes qué es una nación?” que aún resuena en los tímpanos del dirigente socialista sigue presente. Lo plurinacional hoy se ha transformado en una tendencia al sometimiento (constitucional, eso sí) a la nación española. No hay diferencias entre el sentido de España que defiende Díaz y el que defiende Sánchez. De hecho, en las críticas a Quim Torra, le califica como carlista. Y los carlistas eran los tradicionalistas que ponían en peligro la España jacobina. Cataluña debe tener autogobierno, metáfora de unidad y centralismo nacional, y se permite el lujo de criticar a Pablo Iglesias (directamente, por teléfono) por apoyar debatir sobre el principio de autodeterminación. Lo mismo que defiende Díaz.
No sólo en lo territorial ha cambiado el discurso, lo cual no sorprende porque Sánchez I nunca fue muy federalista, ni muy dado a las cuestiones de pensar sobre lo territorial, sino en el apoyo a la monarquía. Como ya se hizo ver en estas mismas páginas, en los últimos tiempos ha dejado atrás el sentido republicano de las bases del PSOE que le llevaron al triunfo y se ha abrazado a la causa monárquica. Frente a la crisis del sistema español, defensa cerrada de la Constitución (no ha vuelto a hablar de reforma en sí) y defensa de la monarquía. ¿
Por qué se preguntan muchos y muchas este cambio? Desde luego no es por el acoso de Ciudadanos. Al menos, eso es lo que defiende el propio Sánchez en una entrevista reciente. Ciudadanos no es rival porque está aznarizado, porque sólo compite con el PP. El PSOE no ocupa ese espacio porque es la izquierda de gobierno. Pero justo los análisis demuestran que el PSOE no rasca nada por la izquierda y por su derecha es por donde más pierde. Justo, cuando las encuestas dicen eso, es cuando el PSOE de Sánchez vira a la derecha y compite en el espacio de Ciudadanos. Se ha olvidado del PP, en una extraña alianza entre viejos partidos del bipartidismo, para atacar a Ciudadanos casi siempre (deja un huequito para Podemos y el PP de vez en cuando). Sabe que el PSOE se está desangrando por la derecha e intenta capturar esos cuatro votos, cuando tiene 5 millones a su izquierda. Por eso tiene un discurso distinto al de Iceta en Cataluña. Por eso se parece cada vez más a Rivera. Por eso hace más cuñadismo “de Estado” eso sí. Por eso se parece más su discurso al que criticaba de Susana Díaz.
Igual por estas cuestiones las propuestas del PSOE no pasan el umbral de los medios de comunicación, como reconocen en la propia Ejecutiva federal. Y lo más curiosos es que cuando han aumentado las críticas es cuando más está Sánchez en los medios. Ahí hay un problema que deberían pensar en Ferraz. Por suerte el PSOE no se ha pasokizado, como dice Sánchez, pero hoy es un PSOE susanista. Eso sí, sin los apoyos que tenía en su momento Díaz en el establishment y los medios. Lo que supone un doble error. Las resoluciones políticas del 39° Congreso hoy no son más que papel mojado que quedará para el análisis de los historiadores, sociólogos y politólogos. Y en su fuero interno los saben los militantes del PSOE.