Cada vez que se habla de Albert Rivera como del representante del pensamiento joseantoniano los militantes de Ciudadanos y los dirigentes con la piel más fina saltan como escopetas en una batida de pluma. La realidad es que el nacionalismo patriotero del líder del partido naranja cada vez se va pareciendo más al pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. No hay más que comparar sus palabras y se verán las similitudes. Veamos algunos ejemplos.

El diario El Mundo desveló en una de sus columnas de opinión diarias que se había mantenido una conversación sobre la presentación de la plataforma España Ciudadana, esa mala imitación de la creada por el presidente Emmanuel Macron en Francia. En esa información, Rivera, tras ser interrogado sobre la plataforma, respondió que «el domingo pusimos en marcha un proyecto civil que volverá a unir a los españoles en torno a nuestros valores constitucionales por encima de siglas, bandos o territorios. En la España que viene debemos superar los complejos y los fantasmas del pasado para sentirnos orgullosos de nuestra diversidad y de todo los que nos une. Sólo así podremos estar a la altura de las mejores naciones del mundo».

Comparen esas palabras con la siguientes de José Antonio Primo de Rivera:

  • «Creemos en la suprema realidad de España. Fortalecerla, elevarla y engrandecerla es la apremiante tarea colectiva de todos los españoles».
  • «Toda conspiración contra la unidad de España es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos».
  • «Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. España alega su condición de eje espiritual del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales».
  • «A nadie le será lícito usar su libertad contra la unidad, la fortaleza y la libertad de la Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria».

¿Qué separan estas frases de José Antonio Primo de Rivera del nacionalismo enfervorecido y fanático de Albert Rivera? Nada. Hay que recordar aquí que el líder de Ciudadanos ya dijo una vez que «todo lo que sea dejar fuera a los nacionalistas de los pactos de Estado me parece bien».

El españolismo fanático de Albert Rivera y de Ciudadanos ya está pasando a una fase en la que han logrado sobrepasar por la derecha al sector «aznarista» del Partido Popular y, eso, como llevamos repitiendo en Diario16 desde hace meses, es el mayor peligro que tiene España. Olvídense de amenazas terroristas o separatistas. Nuestra democracia está en nivel de alerta máxima con Rivera como el político mejor valorado o con su partido encabezando las encuestas.

Retornemos a los años en que José Antonio Primo de Rivera y la Falange imponían la dialéctica de las pistolas en los primeros años de la II República. Tras la revolución de 1.934, los falangistas fueron ganando adeptos de las juventudes de la CEDA con sus mensajes rimbombantes. La crisis económica, la declaración de indepedencia del President Companys, el crecimiento del Partido Comunista, el paro y otros factores hicieron que las camisas verdes de los «polluelos» de Gil Robles se tornaran en azules con yugos y flechas bordados en el pecho. Ahora está ocurriendo exactamente lo mismo con Rivera. El Procés ha servido para sacar del baúl —muchas veces el olor a naftalina se hace insoportable, sobre todo viniendo de gente joven y formada— discursos que, con otras palabras, encierran los mismos mensajes que aquel mitin de José Antonio Primo de Rivera en Valladolid en el año 1.934. España está amenazada. Los partidos tradicionales no harán nada pero ha surgido un líder que entiende a España y a los españoles, un líder que le devolverá su grandeza. ¿Les suena? Ese mensaje lo podría decir Albert Rivera y sus masas naranjas gritarían enfervorizadas.

No se engañen. El José Antonio 2.0 es catalán y se llama Albert. Eso sí, en lo único en lo que discrepan es en lo económico porque el hijo del dictador Primo de Rivera rechazaba el «sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la miseria y a la desesperación». Esto jamás se lo oirán decir a Albert Rivera.

 

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