Desde la Antigüedad la utilización de los mitologemas, las fábulas o los cuentos han servido para la educación de las personas, para el encaje en el sistema en el que se encontraban (o su desencaje en los tiempos de cambio). Fórmulas escritas o narradas para situar al ser humano dentro de un mundo que, más que comprender, debía asumir. Desde el siglo XIX, al menos, esto viene reforzado por la extensión de la literatura y demás artes escénicas (el teatro también ha sido fundamental en este sentido) a una gran parte de la población. ¿Qué es el Frankenstein de Mary Shelley sino el reforzamiento del poder del hombre sobre la naturaleza y la muerte de dios que proclamaba la Ilustración, con sus problemas? Hoy en día estos mecanismos de transmisión de mitologemas y pensamiento hegemónico se han ampliado, pero nuestras criaturas menores siguen estando afectadas por esas narraciones que marcan pautas sociales o comportamientos laborales, cívicos y políticos (otro día hablaremos de Bob Esponja). Para los que están rondando los cuarenta y tantos, al menos en España, las aventuras del Coyote y el Correcaminos han sido fuente de risas y de inoculación de diversas pautas por parte del sistema. Una fábula capitalista que han incrustado en el subconsciente colectivo del ser humano día tras día.
Sin duda las aventuras y desventuras de Willie E. Coyote han hecho gracia a dos o tres generaciones. Esas caídas al vacío tan recurrentes; esos túneles falsos; esos caminoes o trenes que aparecían de la nada; esas armas prodigiosas que no lograban su cometido; todo ello no ha sido mero entretenimiento. Desde la Warner Bros nos han estado educando para la vida… capitalista. Lo podrían vender como una lucha entre el bien y el mal, en la que siempre vence el bien. Aunque no se sepa muy bien por qué el bien debe ser el correcaminos y no el coyote. Lo pueden vender como una loa a la libertad y el no dejarse atrapar. Pero no es más que una distopía capitalista, al fin y al cabo.
El correcaminos es el “individuo” libre del liberalismo, esa construcción ideológica que nos dice que los espíritus libres no pueden caer presa de lo natural, que en este caso es el Coyote como símbolo de la sociedad depredadora (del Estado de bienestar). Frente a una sociedad que se vende como asfixiante para el ser individualizado, el Correcaminos es la más “pura” representación de la libertad del ser. Frente a la naturaleza y la sociedad ha de prevalecer el individuo. Una forma narrativa en la que quedan claros los símbolos y las intenciones. Lo social, lo grupal, que nos protege de forma natural-social como se ha visto en la última crisis, se presenta como malo, como depredador. Y en estos dibujos lo que se presenta es la victoria del individuo frente a lo colectivo. Lo bueno es lo que construye a individuos que se enfrentan a los depredadores sociales. Sólo hay que recordar las proclamas neoliberales contra los programas sociales y las ayudas a los parados de larga duración. Es, también, la ejemplificación de la libertad frente al Estado, lo social, lo grupal, que sólo se puede conseguir mediante un individuo libre. Es más, el propio del ave (roadrunner) es la representación de un significante de libertad individual. El que recorre los caminos de forma individual logrando el éxito.
Porque nos venden mediante esta “forma mítica” que el éxito es de las personas individuales. Si se fijan bien en los textos neoliberales no se habla de empresarios, sino del empresario. No se habla de seres humanos, sino del ser humano. Tantos y tantos análisis empresariales realizados sobre la figura individual del dirigente de turno. La exaltación de figuras como el fundador de Apple, Steve Jobs, o de otros personajes empresariales (que fracasaron y llevaron a la quiebra a numerosas empresas como Lee Iacocca en Chrysler) es la lógica que se simboliza en el Correcaminos. ¿En qué punto del camino se han olvidado de Stephen Wozniak o Ronald Wayne como co-fundadores de Appel, o a todos los equipos de desarrollo y creación? En el mismo en el que no interesa hablar de la superioridad de lo grupal. Como mucho se habla de un supuesto líder que forma equipo y arrastra a ese equipo. Todos mecanismos para falsear el poder grupal y sus beneficios. El Correcaminos rompe esa lógica grupal para extender la virtud del individuo como generador del éxito. Un buen líder (que no son más que falsos líderes) genera un buen equipo… de seguidores, de masa, de no exitosos. El Coyote debería aceptar su destino de seguidor mediocre y quedar bajo el yugo del éxito en la vida, que es un éxito capitalista e individual.
¿Por qué nos gusta más el Coyote al final? Porque no deja de ser un recuerdo de lo que somos en realidad. Seres sociales que necesitamos unos de otros para sobrevivir. El idola tribu del neoliberalismo es el Correcaminos, pero el ídolo del pueblo es el Coyote. Un Coyote que se ve afectado por el sistema capitalista y que, en su individualidad, es incapaz de subvertir el orden creado. Un Coyote que trabaja, se esfuerza, pone en marcha el sistema, pero que es laminado por el propio sistema (así sea un tren o un camión); o enviado al fondo del abismo cuando muestra su rebeldía. Un Coyote que para sobrevivir se ve impelido por el sistema al consumismo de las grandes corporaciones (¿Qué es ACME sino el símbolo del monopolio imperialista del capital?). ¿Por qué, como siempre nos hemos preguntado, no deja de comprar armas y demás utensilios para cazar al Correcaminos, y compra comida? Porque si lo hiciese rompería la lógica consumista de la fábula capitalista que nos venden. El fetichismo de la mercancía es completamente evidente en la adquisición de los bienes necesarios para cumplir los sueños: eres tanto como tienes o gastas, se nos dice. Se niega cualquier otro tipo de liberación del ser humano y de la sociedad que no sea el consumo masivo y la adquisición de bienes-fetiche.
Es en este momento cuando la fábula que nos inoculan desde el sistema se transforma en distopía. No están enseñando a ser buenos capitalistas y valorar el individualismo, pero también lo malo del propio sistema de dominación. En un proceso dialéctico, gracias a la figura del Coyote, se nos dice que no es posible la subversión del orden capitalista; que hay que aguantar la explotación; que cualquier tipo de emprendimiento lo único que conlleva es el dolor personal, la enfermedad o el abismo; que la rebeldía es mala; que hay que aceptar las cosas como son; que, al final, rebelarse frente al capitalismo y su dogma neoliberal es el mal y el fracaso. El Coyote es soviético, marxista, social, mujer, negro, india, raza inferior, migrante, rebelde, pobre, trabajadora, pueblo, ciudadana y todo aquello que es contrario a la lógica sistémica. Todo aquello que debe someterse al Correcaminos, el individuo triunfante del neoliberalismo. Una distopía del sometimiento al poder del capital. La lucha por un orden mejor y más social cae por el abismo cuando lo hace el Coyote. Sólo sirve para consumir fetiches y perder. La próxima vez que vean dibujos animados, atentos que no es oro todo lo que reluce.