En la historia son los acontecimientos, los momentos, los que posibilitan que un dirigente político adquiera relevancia o no. Llevamos siete años de gobierno del PP y nadie podrá decir que M. Rajoy ha sido un hombre de Estado, ni un líder, ni nada por el estilo. Ha sido el amanuense de las órdenes de la Troika, del establishment español y poco más. Lo peor, es que es una persona sin ética alguna. Un indecente como le dijo en un debate quien en pocos días le podría levantar del sillón al que está agarrado con unas uñas mugrientas de corrupción. Llega el momento de que sea sustituido por alguien con más visión. Y el acontecimiento ha querido que sea Pedro Sánchez quien pueda relevarle y mostrar si tiene pasta para ser el hombre de Estado que la situación española reclama.
Porque la moción no sólo se presenta como un acto de dignidad política, sino que debe servir para ganar un pueblo: el pueblo de la pluralidad de España. Un pueblo polimorfo, plural, sencillo y que hasta el momento lleva siete años sufriendo las injerencias exteriores y el pillaje del establishment. Un pueblo que lleva siete años pasando hambre, penurias y humillaciones, mientras los bancos son rescatados; se roban bancos a familias para entregárselos a los amigos poderosos (como se ha hecho con el Banco Popular); se roban viviendas públicas para entregarlas a fondos buitre; se roban los fondos públicos para entregarlos a empresas que gestionan mal la Sanidad; se roban fondos públicos para entregarlos a la Fundación Francisco Franco; o se roban dineros públicos para ayudar a las empresas que pasan apuros mientras a las familias se las abandonan. El pueblo es doblemente explotado.
Y esto en los aspectos económicos. Porque en lo que se refiere a las libertades, cada día se restringen más y más por parte de un Estado liberal con trazas autoritarias. Se le saquea al pueblo y se le impide quejarse a la vez. Un pueblo que tiene que ver cómo los intereses de ciertos partidos políticos del Capital se pelean provocando una fractura social, todo ello para ocultar sus numerosos casos de corrupción (léase PP y PDeCAT) o para dar paso al nuevo elegido del establishment. Pero el pueblo sometido porque se genera un “Estado de excepción” (¿Qué es el 155 o las intervenciones del ministerio de hacienda en diversas Comunidades Autónomas o Ayuntamientos?). Ese pueblo de España diverso, libre y abierto es el que puede recuperar Pedro Sánchez.
De momento tiene el apoyo, sobre bases sociales no con un pacto antinatura con Albert Rivera, de Pablo Iglesias, Alberto Garzón y otras formaciones de izquierdas. Un pacto a la izquierda para recuperar al pueblo de España. Un pueblo que en sí es generoso y solidario y que en manos de la derecha, como se ha visto, sólo es utilizado para azuzarlo contra el hermano. Da igual que las personas se piensen andaluzas, catalanas o gallegas, eso no empece para construir un pueblo desde la solidaridad y el respeto. Algo que la derecha política y mediática no desea. Quieren un pueblo homogéneo y sometido a los poderes fácticos. Frente a eso hay que ganar la moción para ganar un pueblo.
Por lo que ha venido adelantando Sánchez, y lo que les han pedido las demás fuerzas de izquierdas, sólo hay un camino: políticas sociales, igualitarias y salvar el escollo de Cataluña. Eso conllevará un gobierno que durará lo que tenga que durar. Podrán tronar desde las atalayas de la derecha, esas mismas que hoy están echando espumarajos por la boca contra la izquierda, en general, y Sánchez, en particular. Un gobierno socialista y populista (por utilizar la terminología del establishment), que solucionará los dos mayores problemas de España: el poder financiero y el tema territorial. Y para ello, Sánchez ya lo ha dicho en los últimos días, sentarse a hablar, a dialogar sobre una España federal, solidaria y plural. Algo que no gusta a la clase dominante porque le impide ejercer el control que desearía desde la parte central del Estado.
Y como decíamos, esto llevará el tiempo que lleve. Seis meses o un año y medio. Porque los problemas del pueblo deben ser solventados antes que dar validez a las aspiraciones de los partidos políticos. En especial Ciudadanos que ya se ve tocando el poder y todo esto les puede. Se les llevan los demonios porque el discurso de la izquierda no es de confrontación con el hermano, con el compañero de vieja de eso que llamamos España. Vasco o catalanes, todos son compañeros con los que compartir lo bueno y lo malo, eso sí, como han dicho Sánchez y Garzón por el camino de lo marcado en la Constitución. Hasta que se cambie, obviamente. Un tiempo de diálogo, que no se ha producido desde que gobierna el PP, sino más bien al contrario. Algo que se ha agudizado desde la llegada de Ciudadanos al parlamento. Ellos son los que reparten carnets de demócratas buenos y malos, de populistas, de racistas y demás. Y el PP le ríe las gracias en ese sentido porque han llegado a ser más tradicionalistas que en la formación que fundase Manuel Fraga.
Una moción para ganar un pueblo y liberarlo de quienes lo tenían sometido, y de quienes aspiraban a hacerlo. Una moción para devolver la riqueza generada a quienes la crean. Una moción para devolver la dignidad a lo público. Una moción para evitar la privatización de España. Una moción para evitar que saqueen más. Una moción para convivir en paz, con diferencias, pero armoniosamente. Una moción para que el establishment vea como el pueblo puede doblegarle. Una moción para que la lucha de mujeres, pensionistas, educadores, policías diversos, en general, gente decente no sea en balde. Una moción para ganar un pueblo, para ganar EL PUEBLO. En manos de Sánchez queda esta batalla.