Estimado Pedro Sánchez, Presidente de Gobierno del Reino de España:
En primer lugar, antes de exponerle las razones de mi carta, quiero enviarle mi más sincera felicitación por haberse convertido, de una forma democrática, legal y constitucional, en el nuevo presidente de Gobierno del Reino de España. Es para usted una alta responsabilidad, en estos momentos de zozobra, incertidumbre y crisis, y también un gran compromiso para la ciudadanía, que ha depositado en su persona una gran confianza y los anhelos de cambio tras un periodo caracterizado por la ruindad política. La ilusión es palpable en las calles, se abre un nuevo ciclo cargado de esperanza para todos.
Los españoles hemos padecido en los últimos años una crisis económica galopante, con sus brutales secuelas sociales, una década casi ya de ajustes interminables en todos los órdenes de nuestra vida, una bajada en nuestro nivel de vida sin precedentes en la historia y un desempleo que ha golpeado a los más débiles de nuestra sociedad y, sobre todo, a los más jóvenes. Más dos millones de españoles han tenido que hacer sus maletas y, quizá, irse para siempre. Hay españoles ya repartidos por todas las latitudes del globo: desde Serbia hasta China pasando por Colombia, el Reino Unido, Senegal, Francia y un sinfín de países. ¡No hay ya país en el mundo no haya un “embajador” de nuestro país! Lástima que el paseo haya sido obligado y motivado por nuestra caótica situación económica.
Aparte de estas condiciones críticas en lo que se refiere a nuestra coyuntura económica y social, la crisis política ha sido otra de las notas dominantes en este periodo. La corrupción galopante gangrenó a todas las instituciones y a casi todas las formaciones políticas. La clase política, lejos de dar una respuesta entendible a los ciudadanos y pedir disculpas, se atrincheró en discurso de resistencia numantina ante el problema como si no fuera un asunto propio ¡cuando realmente sí lo era! Hubo actitudes absolutamente soberbias, prepotentes y arrogantes; la autocrítica brillo por su ausencia y los ciudadanos se sentían desconcertados y abrumados por una situación realmente demencial y vergonzosa. Nuestra democracia estaba sumida en el caos y el desconcierto.
La política necesita altas dosis de ética y de referentes morales sólidos, de lo contrario la desafección entre la ciudadanía y la clase política está servida. Nunca en la historia de nuestra joven democracia la distancia entre los representantes y los representados había sido mayor, tan grande en términos de hablar el mismo lenguaje y compartir los mismos valores. Nuestra crisis ha sido política pero también de valores y principios morales, hace falta que la gente vuelva a creer en la política, de lo contrario los más negros escenarios y las más retrogradas ideas se abrirán camino en nuestra sociedad como ya está pasando en otras partes del continente.
Muchas veces se habla de que existe una crisis de confianza en las instituciones, ¿pero no responde acaso esa crisis a que las mismas están repletas de personas que no estuvieron a la altura de sus responsabilidades y dieron los peores ejemplos con su comportamiento a la sociedad? El campo, en estas circunstancias, fue un terreno abonado para el populismo y para líderes políticos, muchas veces sin escrúpulos, con ideas básicas y simplistas, recetas oportunistas y fórmulas mágicas de la peor especie. Nada creíbles pero que tenían éxito ante el naufragio como país y la soledad de los ciudadanos.
Así las cosas, y expuesto todo lo anterior, el trabajo que tiene por delante es titánico. No solamente tiene ante sí retos sociales y económicos, como hacer compatible la pervivencia de un Estado de Bienestar, que muchos cuestionan, dicho sea de paso, con la generación de empleo, bienestar y crecimiento económico para todos. En estos años de crisis hemos dejado en el camino a muchos ciudadanos que perdieron sus empleos y vieron como su calidad de vida disminuía, ahora hay que recuperarlos e integrarlos de nuevo en nuestro proyecto de sociedad abierta, plural y concebida como un proyecto colectivo. La exclusión no es el camino, por supuesto.
Pero, sobre todo, presidente Sánchez, esta vez no nos defrauden. No nos engañen. Muchos dirigentes políticos que han tenido altas responsabilidades políticas en los últimos años en este país no sólo saquearon las arcas del Estado en beneficio propio, sino que se rieron abiertamente de los ciudadanos y, a veces en un tono desafiante, se negaron a dar explicaciones. Se sentían por encima del poder. Mentían abiertamente, menospreciaban la legalidad y se negaban a dar una respuesta a las demandas que los ciudadanos y también los jueces les exigían.
Ahora, presidente Sánchez, tiene ante sí una gran oportunidad para realizar un cambio, para dar fuerza e impulso a la recuperación de la confianza entre los ciudadanos y los gobernantes, para que, en definitiva, entre todos recuperemos esa idea fundamental que es el contrato social. Creemos que tiene voluntad firme de hacerlo y coraje para afrontar esta nueva etapa, hemos visto como con su entereza y energía, frente a las más perversas adversidades a veces, ha llegado a la más alta responsabilidad en el país. Le deseo el mayor éxito en esta nueva tarea, porque en ella está en juego el futuro de nuestro país y quizá también el de nuestra democracia.
Por todo ello, de nuevo, presidente Sánchez, no nos defraude. Es usted el depositario ahora de grandes aspiraciones y deseos de cambio, de regeneración política y de un nuevo talante para estar al frente de una mayoría cansada y hastiada ante los tristes episodios que hemos vivido en los últimos años. Tenemos una gran confianza en el proyecto que ahora representa y, por tanto, le deseamos mucha suerte. Esperemos que sepa estar a la altura de las circunstancias y, como ya le he dicho antes, que no nos defraude.
Reciba un cordial y respetuoso saludo, con mi más alta consideración.