En una democracia sana es fundamental la existencia de un partido conservador democrático, se esté o no se esté de acuerdo con la ideología que defienden. Evidentemente, para el pueblo siempre será, a priori, mejor que el gobierno lo ostente un partido progresista. Sin embargo, una formación política de derechas con respeto a los valores de la democracia tiene que estar ahí.
El Partido Popular es el referente del centro-derecha en España, por más que dentro de sus filas haya elementos o corrientes más cercanas a la extrema derecha que a la democracia cristiana de corte europeo.
En su historia, el PP ha adoptado medidas que han favorecido a los intereses de las dictaduras privadas, pero jamás ha estado controlado en absoluto por aquéllas. Esto ocurrirá si Soraya Sáenz de Santamaría se impone en el proceso de primarias que se ha abierto tras la dimisión de Mariano Rajoy. Los militantes lo tienen que tener claro: el Partido Popular jamás volverá a gobernar España si la ex vicepresidenta gana.
En primer lugar, es la candidata del IBEX 35. Su presencia en la reunión anual del Club Bilderberg junto a Ana Patricia Botín, Juan Luis Cebrián y Albert Rivera es la mejor demostración de ello. ¿Por qué se invitó a Soraya a esta reunión cuando, en realidad, ya no tenía ningún tipo de poder en España? Incluso, podríamos decir que la señora Sáenz de Santamaría es la candidata predilecta de la señora Botín.
¿Qué poder tiene Soraya para haber sido invitada al encuentro de quienes quieren gobernar el mundo desde las actitudes dictatoriales? Quienes la conocen afirman que se movió con astucia entre los poderosos y quiso ocupar su lugar tras la defenestración de Albert Rivera para mostrarse como la persona que ellos necesitan para que los planes de control de la humanidad que allí se debatieron puedan aplicarse en España o para que nuestro país, gobernado por ella, se convierta en el campo de pruebas de las medidas que quieren implementar en el medio plazo para, como en el Señor de los Anillos, «controlarlos a todos».
La presencia de la ex ministra de Aznar y ex consejera del Santander Isabel Tocino en la presentación pública de su candidatura, la íntima amistad que la une a Saénz de Santamaría y a su marido con el abogado del Estado Jaime Pérez Renovales, actual secretario del Consejo del Santander, es una clara muestra de las intenciones y de dónde están los apoyos de Soraya. Está claro que si alguna vez esta vallisoletana, descendiente de militares y oficiales de la dictadura franquista, llegase a presidir el gobierno de España las 305.000 familias arruinadas en el Caso Banco Popular —más de un millón de españoles y españolas— y en la operación diabólica de la compra del Popular por el Santander por un euro, no vivirán para recuperar el dinero que les arrebataron la madrugada del 7 de junio del año pasado.
Por tanto, para los militantes del PP, el hecho de entregar su partido a las dictaduras privadas debería ser visto como un suicidio asistido porque estas élites financieras, económicas y empresariales ya han demostrado su «promiscuidad política». No se casan con nadie. Apoyarán a quien haga falta que les garantice el mantenimiento o el crecimiento de sus privilegios y sus prebendas. En cuanto vean un peligro, se irán con otro. Lo hemos visto con Ciudadanos. Cuando han hecho el ridículo y se han quedado sin discurso, rápidamente han acudido a Soraya.
Para entender esto no hay más que ver quiénes de los ex ministros han apoyado la candidatura de la ex vicepresidenta: Fátima Báñez, la ministra de Empleo que implementó una reforma laboral diseñada y redactada por la patronal y que tanto daño está haciendo a la clase trabajadora. El otro ministro que rápidamente declaró su apoyo a Soraya Sáenz de Santamaría fue Íñigo de la Serna, ex alcalde de Santander y un hombre con muy buenas relaciones con la familia Botín.
Desde un punto de vista político, si la ex vicepresidenta ganara estas primarias, el PP se garantizaría no volver a gobernar o convertirse en la muleta de Ciudadanos porque el pueblo español no aceptará de ningún modo tener a un partido presidido por alguien al servicio de los intereses de las dictaduras privadas.
Por otro lado, ¿qué garantiza Soraya Sáenz de Santamaría? Su trayectoria cuando se le ha puesto al mando de una alta responsabilidad del Estado ha sido el fracaso. Lo hemos visto con su gestión del Procés. Fue un fracaso total en la operación diálogo con Cataluña, donde se dejó tomar el pelo y acudió a Barcelona casi a pasearse y reunirse con los no secesionistas. Justo lo que no demandaba el encargo que le había hecho Rajoy. Es más, comenzó a echar la culpa del atentado de Barcelona en agosto de 2017 a la alcaldesa y acabó descubriéndose que hubo numerosos errores en el CNI que ella controlaba. Y por si fuera poco no dijo toda la verdad a presidentes y presidentas de Comunidades Autónomas con el nuevo modelo de financiación, incluso a los suyos propios, lo que provocó que se rebelaran definitivamente contra Cristóbal Montoro, no contra ella.
Soraya Saénz de Santamaría, además, tiene un control absoluto de las cloacas del Estado. Todos los candidatos y dirigentes del PP saben que quien controlaba el CNI dispone del poder de la información, un poder que utiliza o ha estado utilizando para quitarse a rivales de en medio.
¿Qué consecuencias a futuro, por tanto, tendría para el PP si los militantes decidieran dar su confianza a Sáenz de Santamaría? En primer lugar, la vuelta a un liderazgo basado en la carencia absoluta de consenso porque Soraya no es una mujer dialogante. En segundo lugar, la verdadera apuesta de Bilderberg sigue siendo Albert Rivera y, por tanto, el papel que le dan a Soraya es el de hacerse con el poder del PP para que el partido conservador español se convierta en el apoyo de Ciudadanos. En tercer lugar, y relacionado con el anterior punto, la carencia absoluta de empatía en la gestión en un momento político en que el consenso es fundamental hará que el Partido Popular a nivel nacional pase a tener el mismo papel que tiene en la actualidad en Cataluña o Euskadi.
Por tanto, los militantes del Partido Popular, por primera vez en su historia, tienen el poder de elección pero deben ser responsables a la hora de apoyar a otros candidatos que sí tienen claro cómo actuar en un momento político crucial para nuestra democracia.