Javier Arenas Bocanegra (Olvera, Cádiz 1957) lleva unas cuantas semanas copando las crónicas más malvadas sobre vencedores y vencidos en el 19º Congreso extraordinario del PP.
Aparentar que, gracias a él, Soraya Sáenz de Santamaría ganó por goleada las primarias a Casado y Cospedal con la decisiva aportación de Andalucía, ha sido uno de sus más clamorosos errores tácticos, rompiendo así una línea de discreción y prudencia mediatica en lo más alto del partido, pegado siempre a Rajoy, lealtades mutuas de por medio.
Vaya por delante algo que hace tiempo me apetecía escribir a propósito de Arenas, y es sobre la supuesta autoría de la expresión “campeón” a él atribuida. Nunca se la escuché en estos años ni nunca fue esa una expresión por él usada, cuentan sus amigos de primera hora, había que hacerle justicia; han sido las parodias televisivas que han calado las que le han rebautizado y hoy todos asocian campeón a Javier Arenas.
Siempre pensé que el estar Arenas constantemente en la pomada del PP obedecía a que era poseedor de los secretos mejor guardados de Génova 13. Entre otros, un poné, quiénes son los verdaderos propietarios de los millones amasados por Luis Bárcenas durante años en Suiza. Soy de los que no se cree que en los veraneos de Marbella no hubiese tiempo, entre pádel y pádel, para las confesiones del tesorero con una copia de más, y el de Olvera tonto no es. Arenas ha sido ministro y vicepresidente del Gobierno con José Mª Aznar, también secretario general del PP en los años de los sobres marrones circulando mes a mes, con empresarios de la burbuja inmobiliaria entrando y saliendo del despacho del tesorero con maletines.
Vienen pues a cuento algunas valoraciones sobre Javier Arenas, al que todos apodaban “el niño Arenas”, uno de los dos animales políticos más sobresalientes que ha parido Andalucía en la segunda mitad del siglo pasado; el otro es Alejandro Rojas Marcos, actualmente jubilado, feliz y abuelo encantador.
Secretario del Grupo Popular en el Senado es la única parcela de poder interno que le queda a Javier Arenas, aunque tanto ruido a su alrededor le han convertido en un muy observado candidato al relevo, dada su importancia en el apoyo a SSS frente a Cospedal y en lo que se traduce su continuidad en términos políticos, que el corcho siga flotando, como es también el caso cercano de Gabino Puche o Miguel Arias Cañete, compañeros de Arenas en sus inicios andaluces y ahí están los tíos.
¿Pero será capaz Pablo Casado de jubilar a Javier Arenas a sus casi sesenta y dos primaveras? Viejo desde luego no es, mudurito sí. ¿Qué pesarán más, las décadas del DNI o los cuarenta años que lleva en la política activa el eterno niño Arenas? Parece que más bien esto último, pero jubilar a quien no se quiere jubilar no parece que sea tarea fácil para Pablo Casado y más con lo que sabe el niño.
Formalmente Arenas no tiene peso orgánico en Andalucía, aunque en realidad ejerce un control patriarcal indirecto en provincias claves como Cádiz (con Antonio Sanz), Sevilla (Virginia Pérez) y Almería con Gabriel Amat con el que personalmente no ha roto relaciones, pese a volcar Almería a favor de Cospedal en las primarias. Quitarle el puesto en el Senado no conllevaría a priori levantamiento de las masas. Otra cosa es que se garantice el número uno por Sevilla que es lo que de verdad le importa.
A Pablo Casado ya le han dicho que mantener en tándem andaluz de Bonilla con Arenas es algo que le conviene desactivar cuanto antes, tarea sumamente fácil dado que el asustado Moreno Bonilla ha sido de los primeros en agachar la cerviz y jurar lealtad a Pablo Casado a quien hasta antier mismo zancadilleaba por toda Andalucía obteniendo un pobre resultado en la primera vuelta; ahora todos son casadistas.
Pero de todo lo que le está pasando a Javier Arenas quizás lo que más le tenga sin sueño es comprobar cómo los medios, sobre todo los de la derecha o próximos a ella, han abierto la veda contra él de forma dura e inmisericorde, traspasando incluso líneas de su intimidad personal que siempre antes se le respetaron a él y a otros como él. Arenas no se puede imaginar el gustazo de un reportero cuando su redactor jefe le encarga un trabajito contra alguien que les tuvo amordazados y puteados durante tantos años, demasiado tiempo en el caso de Javier Arenas.
Sus relaciones con ABC, por ejemplo, han saltado por los aires hace tiempo a raíz de la guerra con Zoido por el control de Sevilla. No tenían tan mala relación Arenas y el ABC desde que, siendo presidente del PDP, se encerró junto a su directiva en la biblioteca del periódico, compraron calentitos para desayunar y, para colmo, tumbaron accidentalmente el busto de Luca de Tena, fundador del periódico que presidía la estancia. Protestaban por el maltrato editorial y boicot del periódico al PDP de Oscar Alzaga.
Coincidiendo con la caída sistemática de columnas a su alrededor, – “persecución y acoso” lo define uno de sus viejos amigos– Arenas ha percibido los primeros síntomas de un trastorno que siempre acaban padeciendo los políticos al cesar o perder poder, el del teléfono que deja de sonar, cuando se autogenera una especie de campana de cristal en la que ves todo, pero nadie te escucha ni te hace puñetero caso. Ya no le llaman como antes, hay miedo, temor habitual en la política, plagada de supervivientes natos, como Arenas.
Mientras la estrella de Javier Arenas se apaga – eso quieren creer muchos de sus acreedores políticos– resurge en el firmamento periodístico de la capital del Reino la figura de Juan Ignacio Zoido, dicen que como el nuevo hombre fuerte del casadismo en Andalucía, ¡ay, pobre Juanma!
A todo esto parece que Juan Ignacio se lo ha creído y ahí le vemos ejerciendo como un revitalizado dirigente con ganas de comerse el mundo. Eso de ser ministro del Interior parece que imprime más carácter que redactar sentencias. Muchos hasta habrán creído que Juan Ignacio está por quitar a Beltrán Pérez de candidato y ponerse él de cartel municipal y viva la democracia interna. Ver a Juan Ignacio tan activo en estas semanas a muchos de su partido les ha hecho decir aquello del pariente de Caracol, que debería de haberle echado el mismo entusiasmo y valor al PP andaluz cuando fue presidente entre Arenas y Bonilla, cosa que no hizo debido a su multiempleo de entonces.
El problema hoy del PP andaluz no es Javier Arenas, oscuro objeto de deseo por lo que calla y no cuenta, su seguro de vida para poderse jubilar a la edad propuesta por el PP. Si Casado prescinde de Arenas y no le otorga una salida digna, se arrepentirá a medio plazo, aunque a corto todos le aplaudan.
El problema de los populares andaluces es que no existe partido como tal, baronías muchas, no hay uniformidad, ni liderazgo claro y aceptado por todos, con una política de comunicación ausente, de babero del líder, acomplejados ante un PSOE que todo lo controla dejándoles migajas para sobrevivir como si fueran gorriones. Y allí donde les dan vela, léase Fundación Cajasol o Consejo de Administración de la RTVA, les echan a sus representantes y tan panchos; en el caso de la Fundación Cajasol sin una explicación convincente y permanecen más callados que en misa.
Otra estrella que vuelve a brillar es la de la sevillana criada en Málaga Esperanza Oña Sevilla, apartada hace años por el arenismo, autora de varias mayorías absolutas en Fuengirola, a la que Moreno Bonilla tampoco ni ha tragado ni ha integrado.
Oña, posiblemente una de las pocas mujeres que tiene el PP andaluz para hacer un papel electoralmente digno y solvente frente a Susana Díaz, permanece como una esfinge en la Mesa del Parlamento completamente neutralizada por su partido y dicen los de Bonilla que con esto puede darse por satisfecha, que ya está integrada. Su apuesta por Pablo Casado, abierta y sin complejos frente a los poderosos Bendodo y Bonilla en Málaga, la ha convertido en una de las heroínas andaluzas de las primarias ganadas por el nuevo presidente. Pero Oña quedará en la reserva, para tan pronto pasen las próximas autonómicas donde las perspectivas demoscópicas del PP no son muy halagüeñas. Ese podría ser su momento para el que lleva décadas preparándose.
Dinero para la precampaña de Susana
A los populares ya no les da tiempo de cambiar de caballo a punto de empezar la carrera, entre otras cosas porque no saben de qué tiempo real disponen; un secreto que hoy solo conocen dos personas, Susana Díaz y Pedro Sánchez. Aunque Díaz dijese que “de eso ni hemos hablado”, suena tan increíble, tan insensato, tan a mentira piadosa, que ha venido a acrecentar la certeza de adelanto electoral nada más salir del complejo de la Moncloa. La cuestión es cuando, si juntas o separadas, (Susana las quiere separadas) pero sobre todo cual es la que mayor rédito electoral puede aportar al PSOE tanto en Andalucía como en el resto del estado. Solo desde esa perspectiva puede entenderse lo contenta que salió Susana Díaz del encuentro con su antiguo enemigo, con el zurrón cargado de regalos y promesas para el bienestar de los andaluces, logrando en una sentada lo que Mariano Rajoy dice que se negó a conceder durante años, chucherías por lo que parece. Y entre los regalos, ojo, dinerito caliente que repartirán los ayuntamientos desde ya. “Para crear empleo”, claro, como el Plan E.
Tras comprobar los regalos traídos desde Madrid por la Sra. Presidenta es fácil concluir que la precampaña ha empezado, que el PSOE pisa fuerte, mientras en el PP están pensando si jubilar o no al joven Javier Arenas que solo sueña con seguir de diputado por Sevilla en Madrid, en la pomada de toda la vida.