Cuando los altos cargos cesan en sus puestos y pasan a la empresa privada suelen llevarse consigo, además de su experiencia de Gobierno, sus agendas con importantes secretos de Estado que ponen en manos del empresariado privado a cambio de jugosas comisiones, salarios y royalties. Está comprobado que el fenómeno de las puertas giratorias influye negativamente en el funcionamiento de la propia economía, perjudicándola, ya que no siempre los políticos que llegan a los consejos de administración de las empresas del Íbex 35, gracias a sus contactos o por amiguismos, son las personas más preparadas para dirigirlos, de tal forma que sus decisiones erróneas terminan afectando a los ciudadanos. Puede ser el caso de las constantes subidas en la factura de las tarifas de la luz registradas en los últimos años en España, y que algunos expertos explican como el precio que hay que pagar por el fichaje de conocidos políticos en empresas como Iberdrola o Gas Natural.
La puerta giratoria funciona en ambos sentidos, no solo desde la política al sector privado, sino también al contrario. En general, una puerta giratoria es un chollo para quien se beneficia de ella pero no suele ser buen negocio para la empresa privada, ya que prevalecen los favores personales, las recomendaciones, los amiguismos y las connivencias en lugar de la preparación profesional y el currículum del aspirante. En muchos casos, el recomendado ni siquiera asiste a las reuniones del consejo de administración de la compañía en la que es colocado como premio a los años de servicios prestados durante su trayectoria política y se limita a firmar la recepción de la nómina con las dietas pertinentes a final de mes. Es el retiro dorado con el que sueñan muchos diputados y senadores. Magnífico sueldo y poco trabajo. Tal es el caso de Ricardo Romero de Tejada, el que fuera alcalde de Majadahonda por el PP y consejero de la tristemente quebrada Bankia. Romero de Tejada es uno de los involucrados en el caso de las «tarjetas black» de Caja Madrid. Durante su etapa de consejero en la entidad se gastó, presuntamente, 212.216 euros con su tarjeta opaca, lo que le costó, en enero de 2015, ser imputado por esta causa.
Grandes agujeros y desfalcos se han producido en empresas multinacionales precisamente por esa mala costumbre de andar colocando en cargos directivos a políticos amigos recién salidos de la función pública cuyo único mérito es estar en posesión de una carta de recomendación del ministro de turno o haber hecho un par de favores a la compañía durante sus años en el cargo. Rodrigo Rato, en otro tiempo todopoderoso ministro de Economía y hoy imputado por el caso Bankia y las “tarjetas black”, es el campeón de las puertas giratorias. El llamado padre del milagro económico español estaba llamado a ser el sucesor de Aznar en la presidencia del Gobierno, oferta que Rato rechazó hasta en dos ocasiones, lo que propició que el presidente del Gobierno optara finalmente por Mariano Rajoy como heredero del partido. Rato dejó la política en 2004 para ser nombrado director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) que no es una puerta giratoria cualquiera, sino la puerta giratoria con mayúsculas, el portón dorado con el que sueña todo economista y hombre de negocios que se precie. Más alto no se puede llegar a menos que uno viaje a la Luna. Allí, en el Olimpo de las finanzas mundiales, trabajó el aclamado exministro durante tres años, hasta que finalmente presentó su dimisión en 2007 alegando motivos personales. Su gestión fue nefasta y su salida del organismo internacional marcó el principio del fin de su reputación personal y profesional. Un informe interno del FMI señala que los años de mandato de Rodrigo Rato al frente de la entidad fueron muy negativos para la economía global, ya que precedieron al estallido de la crisis de 2008 de la que aún no hemos levantado cabeza. Según el FMI, entre 2004 y 2007 se vivió una burbuja de optimismo mientras se gestaba la mayor crisis financiera desde el crack del 29. El informe detectó deficiencias organizativas, batallas internas, falta de comunicación, presiones políticas, autocensura y falta de supervisión y control por parte de la dirección del FMI. Tras su paso por Washington, Rato recaló en el Lazard, un banco de inversiones francoestadounidense, y más tarde fue nombrado consejero asesor internacional del Banco de Santander, del que sería despedido posteriormente por su implicación en los escándalos. Finalmente fue designado presidente de Caja Madrid y más tarde de Bankia, una historia cuyo triste final ya conocemos. La salida a Bolsa de la entidad propició la foto de un Rato eufórico tocando la campanilla del engaño, sonrisa triunfante y pulgar erguido, y también la descapitalización de la entidad, la vergüenza de las “tarjetas black”, el despilfarro sin medida, un desesperado plan de reflotamiento de la entidad por valor de 6.000 millones de euros de dinero público, el contagio de las demás cajas y bancos (que fueron cayendo como piezas de dominó) y el rescate del sistema financiero español por Bruselas, que inyectó 100.000 millones de euros para evitar la quiebra total. Nada de eso impidió que Rodrigo Rato se fuera a su casa tras haber cobrado un sueldo nada despreciable de 2,34 millones de euros, uno de los más elevados en la historia de los ejecutivos de banca.
Ángel Acebes es otro habitual de las puertas giratorias. El ministro del Interior de Aznar cuya carrera política quedó prematuramente truncada por su nefasta gestión tras los atentados del 11M sabe bien cómo desenvolverse entre puerta y puerta. Tras dejar la política en activo fue designado consejero del Banco Financiero de Ahorros (BFA) matriz de Bankia, donde nadie le informó del enorme agujero en las cuentas que arrastraba la entidad, según declaró él mismo ante los magistrados de la Audiencia Nacional que lo citaron a declarar al igual que a Rato. Sus excusas y explicaciones no le sirvieron de mucho, ya que finalmente fue imputado por la comisión de un delito de apropiación indebida, falsificación de cuentas anuales, administración fraudulenta o desleal y maquinación para alterar el precio de las cosas en el caso Bankia. Sin embargo, a la compañía energética Iberdrola debió gustarle mucho la gestión de Acebes al frente del grupo Bankia, ya que en abril de 2012 le ofreció un suculento contrato como consejero externo. La confianza de la empresa en el ex político del PP fue máxima, ya que lo mantuvo en el consejo asesor pese a su imputación por los casos Bankia y los papeles de Bárcenas. Durante su paso por Iberdrola, Acebes llegó a cobrar 300.000 euros anuales, unos 25.000 al mes. Eso sí, Bankia terminó en la quiebra técnica.
La lista de políticos del PP enchufados en el sector privado tras una más o menos dilatada carrera política no es precisamente corta. Josep Piqué, ex ministro de Industria y de Asuntos Exteriores, además de portavoz del Gobierno con José María Aznar, terminó como presidente de la aerolínea de bajo coste Vueling y fue consejero de Airbus a instancias del Gobierno español antes de ser contratado como directivo de OHL, la constructora de Juan Miguel Villar Mir. En total, estas actividades le habrían reportado al exministro alrededor de 800.000 euros brutos. De vez en cuando, Piqué se permite dar alguna que otra conferencia sobre innovación y desarrollo empresarial en España, esa parcela de la economía que los sucesivos gobiernos del PP han abandonado por completo. Otros nombres históricos del Partido Popular han logrado colocarse en grandes empresas como José Folgado, ex secretario de Estado de Energía y Presupuestos con Aznar, quien consiguió un puesto como presidente del consejo de administración de Red Eléctrica de España. Allí se ha embolsado un sueldo anual de más de 700.000 euros. O Marcelino Oreja Arburúa, hijo de Marcelino Oreja Aguirre, ministro con la UCD, que tras pasar por el Parlamento europeo como diputado por el PP, llegó a ser presidente de Feve y terminó recalando como consejero delegado en Enagás.