La Justicia ha puesto el punto de mira en el empresario Eugenio Calabuig, el magnate del agua implicado en un supuesto agujero financiero de casi 30 millones de euros detectado en el Banco de Valencia tras la compra de un paquete de acciones de la promotora Costa Bellver, firma vinculada a la familia levantina. El titular del Juzgado Central de Instrucción Número 1 de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, está a punto de sentar en el banquillo de los acusados al industrial castellonense (junto a varios de sus hermanos), así como a los directivos que arrastraron a la entidad financiera a la bancarrota por una serie de operaciones económicas de máximo riesgo. Pero más allá de la investigación que lleva a cabo el juez Pedraz, en los últimos años los escándalos han perseguido a este constructor castellonense, gerente de Aguas de Valencia (Agval, hoy Global Omnium) que en la actualidad controla buena parte del agua que se bebe en España. Escándalos como su supuesta relación con Iñaki Urdangarin, actualmente en prisión, que estuvo a punto de costarle un disgusto y que de hecho lo llevó al juzgado, donde prestó declaración en calidad de testigo para explicar sus relaciones con Zarzuela. En el sumario del Caso Noos aparece el nombre de Calabuig como contacto del duque de Palma, quien supuestamente se ofreció para abrirle nuevos mercados en el sector del agua pública y desarrollos turísticos en México. En las diligencias consta que el marido de la infanta Cristina llegó a remitir a Calabuig un memorándum titulado Oportunidades de negocio en México. Según el yerno del rey emérito, el contacto en el país centroamericano era “el mismo presidente de México, Felipe Calderón, con quien la Casa Real tiene muy buenas relaciones desde su visita a España”, tal como consta en el dosier.
Durante la instrucción llevada a cabo por el juez José Castro, Calabuig reconoció haber entablado contactos con el duque de Palma porque dada su posición creyó que eso le abriría puertas. Urdangarin incluso llegó a ofrecer al industrial la construcción de un trasvase de agua entre el Mar Rojo y el Mar Muerto, además de proyectos en países del Este, en estados árabes como Jordania y en el puerto de Lisboa. Todo aquello quedó en nada, también lo del descabellado trasvase, ya que Calabuig “no tenía capacidad para afrontar una cosa así”, según declaró el propio empresario castellonense ante el juez Castro. Y es que el mundo de los negocios consiste en que de cada diez proyectos “salen dos”, tal como dijo durante su declaración.
El juzgado investigó si Calabuig, a través de Aguas de Valencia, libró tres facturas por importe de 375.000 euros para abonar en una cuenta en Suiza que según se sospechó en su momento estaba vinculada con el marido de la infanta. Finalmente un buen amigo del duque echó una mano a la familia real y asumió durante el juicio el cobro de ese dinero. En el último momento Calabuig salía airoso de la investigación.
Sin embargo, y pese a que en los últimos años el empresario valenciano se ha visto envuelto en algunos asuntos turbios en los tribunales, no deja de llamar la atención que su grupo, Global Omnium (refundado con un nuevo nombre sin duda para hacer olvidar los fantasmas y errores del pasado en Aguas de Valencia), siga ampliando su negocio de una forma tan prodigiosa como rápida por todo el país. Ni siquiera los graves pleitos que se le van presentando al clan familiar logran frenar el empuje expansivo del industrial castellonense, más bien al contrario, todos los políticos parecen querer hacer negocios con el mago del agua valenciano, el viejo amigo de Carlos Fabra, y las inversiones de la compañía se extienden por todo el país y hasta por el extranjero. El magnetismo de Calabuig parece cautivar no solo a los gobiernos autonómicos y municipales del PP, sino también a los del PSOE. Hasta el mismísimo presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, cuando era alcalde de Morella, tuvo un hueco en su agenda para la notable familia castellonense. De hecho, puso en manos de los Calabuig el suministro de todo el agua potable consumida por los paisanos de su amado pueblo. Entonces a Puig no pareció importarle que Calabuig fuese un empresario protegido por ese fabrismo contra el que tanto peleó cuando era el líder de la oposición socialista en la Comunidad Valenciana. Hoy Empresa de Aguas y Servicios Públicos de Morella, la compañía que abastece a la hermosa localidad castellonense, es una sociedad estable formada por Global Omnium y el Ayuntamiento morellano en un porcentaje del 90 y el 10 por ciento, respectivamente. Esa convivencia entre lo público y lo privado en un servicio esencial como el agua, permitió paradojas tan sublimes como la que se produjo en mayo del año 2015. Aquella mañana Ximo Puig intervenía en el Foro Nueva Economía, en el Hotel Ritz de Madrid, donde anunció su firme compromiso de poner en marcha una “auditoría ética anual” en la Generalitat Valenciana con el fin de luchar contra la corrupción galopante del PP. Un propósito ciertamente loable, aunque entre los asistentes a la conferencia, en lugar privilegiado, estuviera un invitado bajo sospecha: el señor director general de Aguas de Valencia, don Eugenio Calabuig, hoy insigne investigado por la Audiencia Nacional, quien por lo visto siempre ha estado en la pomada del poder: con unos y con otros. Fuentes de Global Omniun han justificado la relación de la empresa con Morella en el hecho de que “el contrato de aguas con esta localidad se adjudicó hace ya veinte años, siendo alcalde Ximo Puig”.
En la actualidad Global Omnium/Aguas de Valencia controla el suministro hídrico en decenas de municipios levantinos y desde agosto de 2015 también el 57% de las participaciones de Avanqua, la empresa que tras ganar el concurso administrativo gestionará el Ágora y l’Oceanogràfic de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia durante los próximos 15 años. De momento nada parece poder detener la imparable expansión de la familia Calabuig. Ni siquiera los jueces de la Audiencia Nacional.