La tensión en Cataluña va en aumento. Quizá no se vea en los telediarios porque la gran mayoría de ellos están alineados con la violencia que están desatando tanto Albert Rivera como Pablo Casado. No hay grandes altercados en la calle. Barcelona y el resto de ciudades catalanas no están ardiendo y, sin embargo, se está trasladando a la ciudadanía del resto de España una situación social similar a la que se pudo vivir en las calles de Belfast en los años setenta y ochenta o la de los disturbios raciales de Chicago durante el mandato de John Fitzgerald Kennedy. Nada de eso es cierto pero hay quien pretende que así sea para que sirva como argumento sobre el que sustentar medidas que van en contra del espíritu real que debería regir nuestra democracia.
No hay ningún tipo de interés por parte de los independentistas y los unionistas de que la situación se arregle porque ambos, sobre todo en el lado de quienes han cogido la bandera de los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, obtienen muchos beneficios electorales del enfrentamiento.
Por esta razón, sólo hay dos personas capaces de evitar una tragedia mayor de la ya existente entre el pueblo catalán: Quim Torra y el presidente Pedro Sánchez, sobre todo el primero, aunque hay que ser muy pesimista de que el President de la Generalitat dé pasos constructivos en vez de movimientos que incrementen el enfrentamiento.
Albert Rivera y Pablo Casado han sacado del baúl los Principios Fundamentales del Movimiento o los discursos de José Antonio Primo de Rivera con el único fin de lograr un apoyo electoral del pueblo español con el que luchar contra las políticas sociales que está implementando el gobierno Sánchez. El hecho de que se esté mostrando de que existe un modo de gobernar que va más allá de los recortes o de la imposición de un modelo neoliberal de las relaciones económicas entre los ciudadanos y las élites de cualquier ámbito es algo que no pueden permitir ni ellos por motivos ideológicos ni quienes les financian por razones económicas.
¿Qué es Albert Rivera? ¿Qué puede ofrecer al pueblo el proyecto de Ciudadanos? Nada porque él mismo ya es un fraude político y social que basa su modelo de país en lo que le dictan aquellos que le han colocado en el lugar en que está gracias al apoyo mediático de quienes han visto que es más rentable apostar por el naranja que por el azul. Cuando hay paz social en España, Ciudadanos es la formación con menos apoyo porque su proyecto dejaría en la cuneta a millones de personas. Por eso necesita del enfrentamiento en Cataluña, acentuarlo, echar gasolina al fuego porque, de otro modo, es un político amortizado porque la gente ya va conociendo qué es y lo que pretende hacer. Sin embargo, Albert Rivera, Inés Arrimadas, José Manuel Villegas o un personaje tan nefasto como Juan Carlos Girauta saben que pretender una invasión por parte del Estado de las competencias catalanas a través del artículo 155 o del 55 de la Constitución les puede dar muchos réditos electorales sobre todo porque disponen de un aparato mediático que da “vox” a quien, en otros momentos políticos, estaría predicando en el desierto. La realidad es que Rivera sueña con ver los tanques por la Diagonal con él al frente como el liberador, como el caudillo que consiguió erradicar el nacionalismo de España.
¿Y Pablo Casado? El nuevo presidente del Partido Popular ha cogido el mensaje de Rivera y lo ha intentado endurecer. En esta semana le hemos escuchado exigir al Gobierno la prohibición de los partidos independentistas, tal y como hizo Lerroux en los años treinta, o hacer la promesa de que si el PP vuelve a Gobernar lo hará para poner orden en Cataluña. ¿Ilegalización de partidos políticos? ¿Poner orden? Eso fue exactamente lo que hizo Franco cuando alcanzó el poder a través de un Golpe de Estado. Por tanto, Pablo Casado también sueña con encabezar las tropas desfilando por el Paseo de Gracia.
Para evitar que nuestra democracia no sufra el golpe que pretenden dar Albert Rivera y Pablo Casado es fundamental que se inicie un diálogo entre las dos personas que pueden terminar con esta locura: Pedro Sánchez y Quim Torra. El presidente del Gobierno ya ha puesto sobre la mesa una serie de puntos de importante calado sobre los que iniciar el consenso político necesario para dar normalidad a lo que se está convirtiendo en un ejemplo académico de irracionalidad: más autogobierno, nuevo régimen económico, etc.
¿Quim Torra recogerá el guante? Desde luego todo indica que prefiere mantener el enfrentamiento que siempre nace de la unilateralidad. El últimatum lanzado por el President de la Generalitat a Sánchez no es un buen punto de partida, sobre todo cuando se ha quedado solo incluso dentro del propio soberanismo. No obstante, Torra sigue intentando incrementar la tensión y, así, se hace imposible buscar una solución consensuada.
El mayor problema de la incapacidad política o de la irracionalidad autoritaria lo sufrirá el pueblo catalán con unas consecuencias más trágicas que las actuales porque, a medida que crece la tensión entre los dirigentes los conatos de violencia y enfrentamiento entre los ciudadanos soberanitas y unionistas se van haciendo cada vez más habituales. La historia nos ha mostrado cómo suele terminar una situación así: con muertos en las calles. ¿Acaso para lograr sus fines políticos tanto los independentistas como los españolistas necesitan que la gente se deje la vida para poder utilizar a esos muertos como arma política? Sería muy triste que así fuera pero todo parece indicar que tanto Rivera como Torra o Casado lo están buscando. Ya sabemos que los hay que no tienen ningún rubor a la hora del uso de la tragedia humana para su beneficio político.