Mucho ha cambiado en España en poco tiempo. Parece que se ha oxigenado un sistema que olía a podrido desde que el PP gobernase mirando hacia los intereses de los poderosos y no de la mayoría. A lo que habría que añadir la dejación de funciones en Cataluña porque ellos y ellas deseaban el conflicto desde el momento en que denunciaron el Estatuto de Autonomía ante el Constitucional. En los cuatro meses que lleva gobernando Pedro Sánchez todo ha cambiado radicalmente. Hay aire fresco y se gobierna de otra forma y con otros intereses distintos. No ha legislado grandes leyes, pero se han hecho modificaciones suficientes para aliviar la situación de la mayoría. Aunque ha tenido sus claroscuros pues no se trata de exponer un panegírico, aquí presentamos algunos cambios.
Una democracia más plural.
De momento el Parlamento ha recuperado, pese a las malas artes de su presidenta Ana Pastor, un debate político que con el PP se negaba constantemente. Mientras gobernaba el PP se discutía, no se debatía, lo que ya supone un logro. Con Mariano Rajoy se estaba llevando al sistema en sí por un callejón sin salida hacia una involución democrática. Desde Moncloa se utilizaban los servicios de espionaje contra los propios compañeros y compañeras de partido, se bloqueaban fondos a las Comunidades Autónomas y se hacía oposición a los Ayuntamientos gobernados por la izquierda. Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro actuaban contra PSOE, Podemos o Izquierda Unida desde el gobierno. O contra Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid.
Hoy en día, por mucho que meta la pata Iván Redondo, desde Moncloa hay diálogo, un poco de dinero (negociado con la Comisión Europea) y libertad de acción a los municipios dentro de la legalidad. Ya no se persigue a los que no son del mismo partido, ni a los propios. Además, el diálogo con los partidos que apoyaron la moción de censura es continuado y basado en el respeto y el interés general. El PP casi ni hablaba con Ciudadanos salvo para favorecer al establishment. Aire fresco, como decíamos, en las instituciones públicas. Porque ahora se gobierna desde lo público y para lo público, no para lo privado.
Cataluña, vías de diálogo.
En el tema catalán la situación no sólo ha mejorado sino que dentro del propio independentismo hay peleas y discrepancias. Sólo ha hecho falta acudir a dialogar con las ideas claras para que el problema se vaya canalizando, con sus más y sus menos, pero canalizando. De pronto el gobierno de Sánchez no trata a los catalanes como criminales, como sí hacía Rajoy y su aliado naranja. Ahora al menos se trata de establecer un marco de diálogo y rebajar la tensión civil. En poco tiempo, por ejemplo, los lazos amarillos ya no son motivo de batalla. Aunque en esto ayude poco Albert Rivera que parece buscar sangre o un muerto por la causa.
Y no sólo s porque se quiera un apoyo a unos presupuestos, eso es algo menor en relación a este tema, sino porque Sánchez y su equipo tienen claro que el federalismo y el respeto a las diferencias es clave en la solución del conflicto que crearon las derechas españolista y catalanista. Unos para poner lo identitario encima de la mesa y así colar todas las leyes que han machado a la clase trabajadora. Otros para huir hacia delante por la corrupción del 3% (o del 5% o del 10%, porque cada día sale un nuevo caso con un nuevo porcentaje). Si hoy en Cataluña no hay muertos, ni heridos, es gracias al PSOE y no a la derecha azul y naranja. Hoy hay respeto a la ley y comprensión del otro.
Presupuestos sociales.
A diferencia de lo que hicieron PP y su socio Ciudadanos anteriormente, Sánchez ha sabido negociar con Pablo Iglesias y Unidos Podemos unos presupuestos que sin ser la panacea, sí vuelven a marca la senda del gasto social. De gobernar para la mayoría de la ciudadanía y no en favor de la clase dominante. Ya se había avanzado algo con la universalización de la sanidad, y ahora se avanza con dinero detrás entre otros muchos aspectos sociales. Porque en estos presupuestos sí se va a gastar el dinero en luchar contra la violencia machista o en dependencia. No como venía haciendo el PP que presupuestaba y no gastaba las partidas sociales para generar beneficio.
Una oposición fragmentada y furiosa.
Normalmente la izquierda sabe si avanza en el gobierno viendo el enfado de la oposición. Cuanto más virulencia y más mentiras utilicen las derechas eso es que se gobierna desde la izquierda. Y sólo con escuchar a Pablo Casado o Dolors Montserrat está claro que debe hacerlo bien Sánchez, porque no hay día que no digan alguna boutade. También el nivel de estulticia, como decir que va a ir a la UE a decir que los presupuestos son malos, muestra que no se tienen argumentos. Es la típica rabieta de niño pequeño porque no le dan el caramelo que quiere.
A esto hay que añadir que cada vez se fragmenta y se derechiza más la oposición. Entre Casado y Rivera hay una guerra por ver quién es más de derechas, más cavernícola, quién acude más veces a tomar café con Susanna Griso. Y en eso sale beneficiado Sánchez que va haciéndose hueco por el centro, sin necesidad de moverse ni hacer mucho esfuerzo. Una situación que le favorece para dejar espacio por la izquierda a Iglesias y Alberto Garzón y negociar con mayor margen. Aunque esto no es que lo hay pensado el gurú de Moncloa, ha sucedido de forma natural, sin pretenderlo. Y con una prensa cavernaria y sin fuerzas para seguir la cacería, mucho camino por delante despejado.
Presencia Internacional.
No es un tema sumamente importante para la política doméstica, pero siempre es mejor tener presencia internacional que no tenerla. Con Rajoy, salvo lo obligado por la UE, lo más lejos que llegaba era Galicia. Sánchez, empero, se ha lanzado a recuperar el tiempo en el marco internacional. Un marco en el que se encuentra a gusto porque es lo suyo al fin y al cabo. Si en temas domésticos se le ve manejarse con alguna que otra dificultad, en el exterior se basta y se sobra. Así que, en este aspecto, también se ha ganado mucho en sólo cuatro meses. Porque si mañana hay un conflicto internacional entre España y otro país, ya se conoce el terreno y conocen al presidente. Y para hacer rabiar a Casado, Angela Merkel se coge de la cintura con Sánchez y a él le mira como diciendo “ya está aquí el cansino”.
También ha habido nombramientos incomprensibles como Iván Redondo, Irene Lozano, Soraya Sáenz de Santamaría, pero en tan poco tiempo en España se respira otro aire y otras ganas de trabajar en favor de la mayoría. Se comprueba que no era tan difícil y que, tal vez, Sánchez debería haberse lanzado cuando se lo propuso Iglesias para cuando terminasen las primarias socialistas. No quiso por miedo a las baronías y el establishment, pero se ha demostrado que cuando gobierna la izquierda en España le va mejor a la mayoría. Ahora sólo a tener cuidado con la crisis (no se sabe de qué magnitud) que se avecina en Europa y saber manejar los tiempos para poder seguir gobernando. No será el mejor gobierno de la Historia (superar todo lo que implementó Felipe González es casi imposible), pero al menos sí es un gobierno democrático y dialogante.