Ilusión. Esa es la palabra que mejor podría describir el estado de ánimo de las huestes del PSOE en estos momentos. Ilusión, no tanto por lo que hay en estos momento de gobierno de Pedro Sánchez, sino por lo que ha de venir en las elecciones del año que viene. Ilusión que no hay que confundir con entusiasmo desaforado y sin cabeza. Bien al contrario en el PSOE saben perfectamente que las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, tal y como ha pasado en los últimos meses con su propia formación. Están alegres pero concienciados de que lo que vendrá no es sencillo, que la lucha va a ser dura, pero que se parte de una situación inmejorable para lograr el objetivo. El cual es, como ha querido recordar ayer el secretario general, “no mirar el coste y el beneficio sino el interés general”. Frente al individualismo de las derechas, frente a la insolidaridad de las derechas, frente a la crispación y odio que insuflan las derechas, un gobierno por y para las personas.
Y el PSOE se encuentra en esta situación porque, a diferencia de otras formaciones políticas, ya tiene los deberes hechos. Los candidatos a los gobiernos de las distintas Comunidades Autónomas están ya preparados y en acción, así como de la mayoría de pueblos y ciudades de España. Algunos y algunas ostentan ya la baronía regional y otros y otras se espera hagan lo mismo en mayo de 2019. Igualmente se espera ampliar el número de alcaldes y alcaldesas socialdemócratas en España. Cuentan además, según afirmó Sánchez, con otra ventaja respecto a sus contrincantes se ha “entendido que la nueva política es acordar y, sobre todo, se tiene el apoyo social a nuestras medidas”. Es por ello que la ilusión que se vive en estos momentos, y se ve reflejado en los diversos sondeos que pululan por los medios de comunicación, es la piedra sobre la que Sánchez y su Ejecutiva quiere construir el proyecto futuro para España.
Por su parte, en el PP se han dado cuenta que no tienen el esperadísimo “efecto Casado”, que todo es más bien “sin efecto Casado”. Un PP que acostumbrado a la dedocracia aún no tiene muchos candidatos y se duda de algunas posiciones en ciertos ayuntamientos donde se gobierna. Las elecciones andaluzas serán las que determinen en buena parte esas decisiones que no se han querido tomar hoy por miedo o por incapacidad. Un PP que está siendo carcomido voto a voto por Ciudadanos y Vox. Y si la formación naranja les daña a nivel urbano, Vox sí que les quita voto en muchas comarcas campestres. La España vacía, que era la esperanza de aguantar el envite electoral, puede ir gota a gota cayendo en otras manos. Por ello, aunque de puertas hacia afuera sonríen, saben que la situación para las elecciones autonómicas y municipales no es tan buena como querrían.
En Ciudadanos más que ilusión hay esperanza de dar el sorpasso al PP y ser la fuerza principal de todas las derechas. Quieren lograr eso porque, de no producirse esa situación, saben que el Ibex-35 igual cortaría el grifo y los apoyos mediáticos. Ya no podría tomar café todas las semanas Rivera con Griso. Ya no les reirían las gracias en tertulias y pasquines. Incluso los medios del establishment más a la izquierda podrían comenzar a criticarles. En esa lucha por la supervivencia han decidido echarse al monte del odio y la violencia, incluso comienzan a desvelar el programa que han venido ocultando tanto tiempo, ese que quiere favorecer a los ricos y saquear lo público en España. Y aunque están dañando al PP en los entornos urbanos, en esa escalada de odio han dejado buena parte del imaginado centro político al PSOE y su presidente Sánchez. Difícil situación en Ciudadanos porque el cuñadismo tiene un límite y más cuando compites con cuatro partidos. Aunque, los estudios recientes establecen que existen dos bloques ideológicos claramente definidos y con pocas transferencias por ese centro que no existe, siempre unos poco cientos de miles de votos pueden dar una victoria o procurar una derrota.
Unidos Podemos, o como acabe llamándose, se estabiliza en torno al 16-20% del voto urbano y con poca penetración en las pequeñas localidades. Eso le impide superar al PSOE en términos globales y en alcaldías a conseguir. Tampoco les está ayudando que el PSOE gobierne y haga concesiones hacia la izquierda, simbólicas y materiales. Dudas que se trasladan al electorado y que no les permitirán aumentar el voto según los sondeos actuales. Por eso no extraña que vuelvan a la calle, que según algunos y algunas dentro de Podemos no debieron dejar, para no perder más voto y captar lo que puedan del abstencionismo de izquierdas, que es donde se encuentra el meollo en el bloque ideológico de la izquierda. Paradojas de la vida, lo que debían hacer éticamente les está perjudicando electoral y estratégicamente. Confían en la formación morada ser el consorte principal del PSOE en ciudades y Comunidades Autónomas, aunque a eso también aspiran en Ciudadanos con la boca pequeña.
Ilusión por tanto en las filas socialdemócratas y siendo conscientes que en muchos lugares se vencerá por el hundimiento del PP y el reparto de voto por la derecha. Pero si hoy, como la encuesta que da la victoria al PSOE en la Comunidad de Madrid, están cerca de la victoria, la militancia y la dirigencia saben que queda un último gran esfuerzo en favor de las diversas candidaturas. Se está cerca pero no se tiene ha querido transmitir Sánchez. Estratégicamente, esto no lo han valorado los estrategas tan inteligentes que tienen en el PSOE, hay que conseguir que el efecto band wagon (o subirse al caballo ganador) y esto aún no lo están provocando. Con transmitir ilusión no basta y más cuando las derechas poseen casi todos los grandes medios de comunicación (incluso los supuestamente de izquierdas). Por eso, más allá de la ilusión hay que transmitir que el PSOE va a ganar. Con todas las precauciones que se quieran, pero hay que transmitir la incapacidad de los demás y la capacidad propia. Y lanzar las primarias de Madrid cuanto antes es un buen mecanismo. De momento ya hay un candidato a las mismas, Manuel de la Rocha.