El pueblo español empieza a despertar respecto a su percepción de la Monarquía y su difícil encaje en una democracia. El último ejemplo de ello lo encontramos en la carta remitida por el Grupo Confederal Unidos Podemos a Juan Carlos de Borbón en la que le solicitan que comparezca a petición propia para dar explicaciones al pueblo español sobre las actitudes presuntamente irregulares que pudiera haber cometido durante los años en los que ocupó la Jefatura del Estado que tuvieron como consecuencia principal un supuesto enriquecimiento ilícito, según confirman informaciones de diferentes medios extranjeros, además de las grabaciones realizadas por el ex comisario Villarejo a Corinna zu Sayn-Wittgenstein en las que ésta reconocía que fue utilizada como testaferro para ocultar propiedades y patrimonio en el extranjero.
Hay un hecho muy importante que demuestra cómo la Monarquía ha sido mantenida donde está: los españoles no son monárquicos, más bien eran juancarlistas. Lo que los españoles no han sabido hasta hace poco tiempo es cómo fueron utilizados por quienes pretendían mantener la voluntad de Franco respecto a quien debía sucederle en la Jefatura de Estado. En primer lugar, Adolfo Suárez reconoció en una entrevista cómo había manipulado las cosas en el referéndum para la reforma política de diciembre de 1.976. En concreto, el ex presidente dijo que «cuando la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república…, hacíamos encuestas y perdíamos». Para evitar dar la voz al pueblo español incluyeron la palabra rey y monarquía en la Ley de Reforma Política y así justificaron que ya se había hecho un referéndum, algo que, como se ve, no fue así. En segundo término, para terminar de culminar la manipulación, no dieron la oportunidad de que los y las ciudadanas españolas pudieran elegir el modelo de Estado en el referéndum de 1.978 sobre la Constitución. Esto fue un trágala en toda regla porque se metió en el paquete de la Carta Magna también a la Monarquía.
Estas dos consultas son las que utilizan como argumento quienes defienden a los Borbones y su permanencia en la Jefatura de Estado. Un argumento que es falso porque en ningún momento el pueblo español ha tenido la oportunidad de decidir libremente sobre la permanencia del modelo monárquico y la instauración de la República.
Sin embargo, esto está cambiando y la ciudadanía está despertando. En España se suceden las iniciativas, las consultas populares y los movimientos en favor de un referéndum en el que, de una vez por todas, el pueblo sea quien decida. Darle la palabra a los y las ciudadanas no va en contra de la ley ni del orden democrático, sino todo lo contrario, lo refuerza. En Italia, por ejemplo, el día nacional no es la conmemoración de ningún hecho bélico o patriótico, sino que se celebra, precisamente, el día en que el pueblo italiano votó entre Monarquía o República en el año 1.946.
El crecimiento de las iniciativas populares en contra de la Monarquía y en favor de la República, además de los movimientos de los partidos de izquierda congruentes con su ideología, demuestran que, al fin, la ciudadanía despierta y reclama lo que les fue arrebatado en 1.978. La caída de la imagen de Juan Carlos de Borbón, las sospechas de comportamientos corruptos y de enriquecerse presuntamente a costa de la imagen de España, la inacción de la Casa Real frente a los desmanes del neoliberalismo y del austericidio de Europa, el posicionamiento con posturas más propias de la extrema derecha que de un representante democrático o el mantenerse al margen de las necesidades del pueblo mientras se celebran fastos más propios de la Edad Media que del siglo XXI, son algunos de los aspectos que han hecho que la ciudadanía reclame lo que se les hurtó en la Transición porque, como decíamos, los y las españolas no eran monárquicas sino juancarlistas y, una vez que cayó la imagen campechana del anterior Jefe del Estado, se hundió la aceptación de la Monarquía.