Cada cierto tiempo, una semana más o menos, el señor Albert Rivera tiene a bien enseñarnos que su apuesta decidida por la democracia no lo es tanto, más bien ninguna. Al menos la democracia como se entiende en el siglo XXI, una democracia que sea representativa de la disparidad de criterios, opiniones y anhelos que existen en la sociedad. Le molesta al dirigente naranja todo aquello que no sea como él lo ha pensado y diseñado en su mente. Si no se es español como él dice, se es un populista. Si se da importancia a los hechos nacionales, se es algo cercano al terrorismo. Si se apuesta por lo social, se es un esquilmador que no tiene en consideración a los emprendedores (empresarios). Y así con todo.
La actitud que proyectan Rivera y su eximio areópago naranja es la de un grupo de iluminados y por tanto presos de su propia idea, tanto como para querer imponerla a toda la sociedad. En el aspecto económico siguen a pies juntillas los dictados del establishment, ahora bien, en el sentido social, donde tienen cierta libertad de acción, intentan imponer su visión, la cual en ningún sentido puede ser liberal pues no permite una sociedad abierta (debería leer algo Rivera y especialmente a Mario Vargas Llosa y su último ensayo para aprender algo de liberalismo). Como sucede en el comportamiento de la mayoría de sectas, de grupúsculos que avanzan en pos de una idea, las actitudes autoritarias son las que definen la acción social. Y eso les pasa en Ciudadanos, todo lo que no encaje con su visión debe ser aniquilado o puesto fuera de circulación, sin importar los valores demócratas o de sentido común.
Nuevamente ayer, durante una entrevista, Rivera ha vuelto a proponer que se eleve la barrera electoral a la obtención de un 3% de los votos a nivel estatal porque “muchos grupos nacionalistas y populistas que insultan a España no estarían en la Cámara Baja”. Así, sin inmutarse y sin pensar en las consecuencias, sobre las que hablaremos más adelante. Mientras pide más proporcionalidad para su propio partido por estar infrarrepresentado, intenta limitar a los demás. Una actitud poco democrática sin lugar a dudas y que sólo se mueve por el odio y el no respeto al que piensa diferente. Tiene la misma concepción de España que los franquistas y los fascistas, la misma. Esa concepción donde España es monolítica y de una sola forma posible, sin pensar que se creó por la adhesión de distintos reinos y regiones que venían con una tradición lingüística como Aragón (Cataluña, Valencia, Islas Baleares…), Galicia, País Vasco o Navarra, o con una tradición foral ganada a pulso históricamente, o con una diversidad cultural plural. Esto es, Rivera no comprende España ni su historia y por ello quiere acabar con todo aquello que está fuera de su concepción. Y da igual tratar de hablar con él, está encerrado en su mente sectaria y autoritaria. Él sólo ve españoles y a su forma.
No es que la actitud de algunos representantes nacionalistas sea la más adecuada desde luego, pero mandarlos al limbo político para no tener que escucharlos no terminará con el problema. Es tan mediocre Rivera que piensa que con taparse los ojos y los oídos ya no pasará nada. Más bien al contrario, el rechazo a España y al proyecto democrático común estallará no sólo en Cataluña, sino en el País Valenciano, en las Islas baleares, en el País Vasco o hasta en Canarias. Realmente no observar que con esa regla impediría la entrada en el Parlamento Español de vascos, valencianos, canarios, gallegos, catalanes, o baleares con sus propias expresiones políticas, y sin necesidad de ser nacionalistas o secesionistas, es que o se es un inculto, o no se tienen dos dedos de cerebro. Ni PNV, En Marea, Compromís, Coalición Canaria, Unión del Pueblo Navarro o Foro Asturias, por citar algunos, estarían representados en el Congreso. Y todo porque al señor Rivera no les gustan, como buen fascista que es, las expresiones distintas a lo que él piensa. No se ha parado a pensar que al hacer eso soliviantaría a millones de españoles que pasarían a sublevarse con toda la razón del mundo frente a un gobierno autoritario. Y tendríamos un enfrentamiento civil, que es al final lo que busca Rivera.
Y sumado a todo ello, Rivera también miente para apoyar sus ideas. “Ha llegado el momento de contar con unas reglas democráticas y ponernos al nivel de otros países que ya cuentan con este umbral electoral” ha dicho mintiendo. En primer lugar, habría que decidir si el umbral electoral es democrático o no, insistiendo en que existe ese umbral a nivel provincial. En segundo lugar, efectivamente hay otros países que lo tienen, pero con otro sistema electoral que permite a nivel regional representatividad (Alemania), con una población muy menor a España (Suecia) o son estados fallidos (América Latina) o bajo una dictadura consentida (Turquía o Rusia). Es de suponer que Rivera habrá estudiado todos estos casos antes de proponer lo que propone. Si no lo ha hecho, como parece, y como dice no ser analista político debería tener callada la boca para no parecer un ignorante. Salvo que su modelo de dirigente político sea Putin o Erdogan, que es lo más plausible. Personajes autoritarios, populistas del capitalismo y que no dudan en utilizar la represión contra la población si no hacen lo que desean. Vamos como Rivera.
Y tampoco es demócrata quien quiere ir sembrando el odio y la violencia por España para presentarse como salvador. Hasta se permite el lujo de demonizar al presidente del Gobierno por una disputa parlamentaria de baja estofa: “El sanchismo está más cómodo con los que escupen a España que con los que aplauden a Borrell”. Hay que ser mala persona y tener la vileza inyectada en la sangre para decir tamaña salvajada. A Borrell no le han escupido, es una invención del ministro, como a él mismo no le tiraron ni piedras, ni botellas. No es que Rufián sea ejemplo de algo, pero intentar comparar a Sánchez con un matón de tercera y ponerle contra su propio partido es sembrar la cizaña para poder imponer sus ideas de forma no democrática. Va por la política Rivera como esos matoncillos de tres al cuarto que en cuanto ven peligro se hacen todo encima. Por eso tiene a sus jefes de prensa aleccionados para amenazar a periodistas y editores si no escriben lo que en Ciudadanos quieren. Como se ve una actitud democrática.