Cualquiera con dos dedos de frente sabrá que para lograr la independencia, además de acordar un referéndum legal, hay que tener atado el bienestar de las personas que quieres sean tu futuro pueblo soberano. Esto jamás lo han pensado las cabezas del secesionismo catalán, más que nada porque todos son parte de la burguesía catalana y por tanto tan parte de la clase dominante como los que se posicionaron contra ellos. Una lucha dentro de la clase dominante que acaban pagando los de siempre, los de abajo, los dominados y dominadas. Mientras han podido hacer ver que había una especie de opresión y persecución sobre el pueblo catalán el estallido social ha estado latente, en cuanto ha habido distensión, en cuanto hay alguien que no pone por delante a la policía (aunque tenga todo la ley de su parte), la mascarada independentista se ha venido abajo por el empuje de la lucha de clases. Quim Torra ha debido dar su brazo a torcer y rendirse a la evidencia.
Igual el término “lucha de clases” parece demasiado ideologizado pues en su mayoría son trabajadores y trabajadoras públicas, pero no deja de ser parte de esa lucha por los derechos de quien produce; por esos derechos sociales de todas y todos; por esas jornadas laborales que, al menos, no parezcan una explotación, ni una automatización (burocrática en algún caso); por una vida digna asfixiada por un gobierno inepto. No sólo se han venido perdiendo puestos de trabajo por culpa de la insistencia en seguirla y no enmendarla. Es no saber parar a tiempo, como hicieron en Quebec por ejemplo, y derivar la reclamación, que podría ser justa, por otros cauces y otros caminos. Es no tener nada más que una forma de hacer política. Es no saber que una batalla perdida no significa perder la guerra. Pero cuando se carece de inteligencia y de capacidad política sucede que la realidad, que las personas acaban reclamando los derechos fundamentales y no el imaginario de una clase política inepta e incapaz. Tanto en el gobierno como en la oposición, porque Ciudadanos tampoco quiere gobernar sino el odio y el jaleo. A estas personas la clase trabajadora les ha enseñado que la lucha por los derechos es fundamental.
Quim Torra y su equipo de burgueses no gobiernan la realidad sino sólo la ensoñación y por ello bomberos, sanitarios, educadores y demás miembros de la clase trabajadora han dicho basta. No quieren hacer república explotados, sin recursos, pasando hambre o sojuzgados por la violencia simbólica del Govern. Las mismas universidades que se echaron a la calle para pedir la independencia ayer, hoy se lanzan a luchar no por los políticos presos, ni por el escondido Puigdemont, ni por ese mito de una edad dorada que llegará con una futura república catalana. Bien al contrario han estallado en favor de los derechos laborales, de la lucha de clases en pos de un mundo mejor y más justo. La emancipación no lograda en forma de independencia se logrará en el sentido de luchar contra la barbarie y superar los deseos de una burguesía catalana que ha estado saqueando y explotando a su población durante mucho tiempo. El 3% quedó escondido por el movimiento independentista, pero no completamente olvidado. Robó la clase política burguesa y estudiantes y médicos han dicho que hasta aquí.
Bien es cierto que esta revuelta, que no es más que un síntoma de algo mucho más profundo que viene sucediendo en las sociedades occidentales, podría ser utilizada en su beneficio por parte del establishment españolista. Algo que las manifestaciones y las personas que están en la lucha han de evitar para que desde el Govern y sus medios de dominación comunicativa no les señalen como lo que no son. La lucha en Cataluña siempre estuvo presente a lo largo de los años, con una burguesía, padres y abuelos de estos de hoy en día, que no tuvo miedo a pactar con dictadores o monarcas para sofocar las protestas de clase. La clase trabajadora en Cataluña reclama gobierno y resolver los problemas que la persistencia en una independencia que tienen perdida por el momento impiden. No dejemos que los medios vendan una justa lucha de clase en una revuelta contra el independentismo, es una revuelta contra el sistema en sí, contra el sistema de la burguesía corrupta catalana y española. La victoria es y será de la clase trabajadora contra un gobierno incompetente, no contra otras cuestiones que no dejan de ser subalternas.