La noticia corrió como la pólvora por las redes sociales cuando se dijo que Albert Rivera se había saltado un test de explosivos y drogas en el aeropuerto de El Prat. La realidad es que se saltó solamente el test de explosivos pero se dio completo pábulo a esa noticia porque hay una sospecha infundada sobre el consumo de drogas y el dirigente de Ciudadanos. Algo que a él no le gusta, prueba son los burofaxes enviados a diversos medios de comunicación pidiendo que se emitiesen artículos disculpándose por haber difundido la noticia. Le molesta que se haya creado esa fama de cocainómano, principalmente, la cual no se corresponde con la realidad porque no hay prueba alguna de ello. Pero el sambenito lo tiene como lo tuvo en su momento Gerardo Iglesias, secretario general del PCE, y su afición al alcohol.
Da igual la noticia que se lance en las redes sobre Rivera para que alguien, no una ni dos personas, deje la perla de sus problemas con la drogadicción. “Farlopero” o “Cocainómano” son los calificativos más habituales. No hay razón para ello pero sí hay un gesto del dirigente de Ciudadanos que ayuda a aumentar esa leyenda: su constante toque de nariz. Son cientos las imágenes de Rivera haciendo el gesto de tocarse la nariz en un sitio u otro, en el Parlamento o en una recepción. Pero eso no es porque haya consumido drogas sino porque es un mentiroso compulsivo. Como bien es conocido en el análisis de gestos, el conocido como lenguaje no verbal, tocarse la nariz significa que quien está hablando o está preparando un discurso miente, ya que la acción de mentir libera unas sustancias que hace que se sienta picor en la protuberancia. Por tanto no es que sea drogadicto sino que es mentiroso.
Como venimos contando en estas mismas páginas en Ciudadanos tienen un programa oculto de Gobierno. Puede Rivera y sus acólitos vender mil y una maravillas, un futuro en una sociedad de oro e idílica, pero en el fondo saben a ciencia cierta que lo importante es otra cosa, es defender los intereses del establishment. Están en política ejerciendo el populismo del sistema, como hace Emmanuel Macron en Francia, para servir de contrapeso e intentar dominar a las diferentes amenazas sistémicas. Cada dirigente que se viste como liberal nacionalista, intenta jugar desde el centro del espectro (que todo el mundo sabe que no existe) hasta la extrema derecha. Depende de la amenaza que se cierna sobre ese subsistema-país, así actúa el dirigente populista del sistema. En el caso de España hay una lucha identitaria (nacionalismos) y otra populista (izquierda radical) y si se fijan bien a esas dos llevan dedicándose en Ciudadanos.
Contra el secesionismo catalán y el nacionalismo vasco lanza Rivera constantes ataques, más sobre lo catalán porque es allí donde empezó todo y donde hay una lucha más intensa, pero no deja a Euskadi fuera de su visión política. En las últimas semanas se le ha podido criticar el “cuponazo” vasco. Evidentemente, al ser un partido que se pretende vender como nuevo, ha atacado al PP por lo único que le podía atacar, la corrupción. Debía quitarle su terreno en la derecha para instalarse dentro del sistema y actuar en favor de sus verdaderos jefes, la clase dominante. Debían poco a poco quitar al viejo conservadurismo españolista con un partido que se presenta como liberal españolista. Lo mismo que se hizo en Francia donde los republicanos y los socialdemócratas han casi desaparecido en las fauces de la ultraderecha y el fenómeno populista de Macron.
Hoy Rivera pugna por acabar con el PP y si pudiese el PSOE, más ahora que tiene la ayuda del neofascismo de Vox. Lo ideal para el sistema de dominación que tenemos en España sería un PP-PSOE pequeños y subalternos de Ciudadanos con un Vox pequeño pero matón y un Podemos mediano-grande. De esta forma la mayoría de votos confluirían hacia la formación naranja huyendo del miedo a unos y otros. El problema es que ni PP, ni PSOE parece que vayan a desaparecer así como así, ni Ciudadanos, ni Podemos van a crecer hasta hacerse hegemónicos en sus respectivos bloques. Juegan con el miedo, ese instrumento de la derecha para luchar contra la crisis del sistema y que no haya una alternativa. Eso es lo que quieren y siguen fomentando, a lo que habría que añadir la desinformación y los bulos que tanto gustan a Rivera. Es el mejor ejemplo de la difusión de bulos y mentiras (recuérdese el tema de la tesis doctoral de Sánchez) y por ello se toca la nariz.
Hay que desterrar ese bulo de que es drogadicto, algo que no se puede probar, y fijarse bien en la realidad de lo que es Albert Rivera: un político que miente para favorecer a la clase dominante. Se toca la nariz porque miente, porque se vende como un protector del pueblo cuando realmente defiende a los poderosos y al sistema. No quiere una sociedad más libre sino más dominada y más entregada al capitalismo en todos los espacios vitales. En otras palabras, apuesta por eliminar todo lo que haya público y doblegar a todas aquellas personas que se rebelan contra un sistema capitalista que está destruyendo al planeta y a las personas. Para ello utiliza el cuñadismo ideológico, esto es, la mentira constante y que le delata su tocarse la nariz. Más que cocaína lo que lleva dentro Rivera es el linfoma capitalista. Viene a destruir la sociedad en favor del mercado, nada más y nada menos. Y mientras se toca la nariz.