Preocupación en los cuarteles de invierno de las formaciones de izquierda por la irrupción del neofascismo en la comunidad andaluza. Hasta el momento las respuestas han sido tibias (PSOE) o desubicadas (Podemos e IU). Tibias porque se ha recurrido al tópico del cordón sanitario y la defensa de la democracia y desubicadas porque tomando las calles simplemente no se gana esta batalla. Como el fascismo, el neofascismo se alimenta del malestar contra el capitalismo para reforzarlo y doblegar a la izquierda. Pero, al contrario que los fascismos, los neofascistas ni quieren un Estado total, ni quieren acabar con la democracia, ni quieren cambiar el sistema. Al contrario les vale éste mismo pero virado hacia las posiciones de la derecha más reaccionaria. El control general de población lo logran mediante medios de comunicación (siempre hay una Ana Rosa Quintana o una Susanna Griso para blanquearlos), las redes digitales y la toma del poder para cambiar las políticas sociales. Digamos que la pretensión es acabar la desposesión del neoliberalismo mediante un control social que no parezca dictatorial.
Todos están preocupados por Andalucía y en muchos casos minimizan la irrupción de Vox, el partido neofascista español, por entenderlo como algo coyuntural, algo exógeno al sistema que acabará por salir o por moderarse. Y ¿por qué iban a moderarse si a los poderosos no les afecta? Bien al contrario, lo que ha pasado en Andalucía es la verificación empírica de que lo que han estado haciendo desde hace mucho tiempo en la Comunidad de Madrid funciona. Lo que realmente quieren en Vox es tomar Madrid, capital y comunidad. Y en ello llevan trabajando por segmentos desde hace mucho tiempo, con el añadido de que Carmena gobierna en la capital y no tienen que fabricar al enemigo. El mensaje de que los comunistas destruyen la capital está ahí entre las personas de derechas desde hace tiempo, el PP y Cs se han dedicado a inocularlo. Vox se ha dedicado a los segmentos que les pueden apoyar para hacerse con el poder.
Fuera de la capital también han hecho su trabajo en los municipios más dejados de la mano de los políticos. Y poquito a poquito nutre su buchaca de votos, casi todo ello sin tener que salir de una oficina realmente. El control del Big Data les permite eso y con sólo una persona por pueblo, que eso es casi nada, tienen el trabajo hecho. En Madrid, mucho más que en Andalucía, pueden trabajar la xenofobia en algunos barrios y ciudades; el antiestablishment por la corrupción del PP; la catalanofobia en casi toda la Comunidad; el españolismo desde San Lorenzo del Escorial hasta Batres; y así con todas esas posiciones de desacuerdo de muchas personas que se sienten excluidas por la clase política y son el vivero perfecto para Vox. Un segmento como el de los jóvenes desempleados o con trabajos precarios, de base humilde y que buscan una identificación en el mundo (un segmento que podría ser carne de abstención) es el propicio para subir en los apoyos. A ello hay que añadir que en Madrid fascistas de los antiguos hay unos cuantos cientos de miles, más las personas que se han cansado de un PP que, pese a tener el gobierno de la comunidad, es muy “blandito” (por culpa de Ciudadanos seguramente), más los que tras el éxito de Andalucía y que no tienen ni dos dedos de frente se sumen al carro, tienen un 20% de votos.
Madrid es pieza codiciada, además, por amplificar mucho más sus noticias (todo el mundo conoce las “carmenadas”, pero nadie lo que hacen en Valladolid, por ejemplo), por ser el núcleo del poder del Estado, por tener a la mayoría de los medios de comunicación importantes, por ser la capital en resumidas cuentas. Por eso llevan meses y meses trabajándose Madrid, quieren dar el gran golpe en la capital. Y, a diferencia de los primeros trackings postelectorales de Andalucía donde el perfil de votante es muy definido, en la Comunidad de Madrid puede producirse lo que ocurre en otros países europeos, que consigan la transversalidad y pesquen en distintos caladeros de votos como en la clase trabajadora, las clases pudientes y medias altas, lo rural, las ciudades periféricas, etcétera.
Con un cartel de “No pasarán” no basta en esta ocasión. Ni diciendo que son muy malos. Como se ha comprobado el PP, como buen partido neoconservador, no tiene problemas en juntarse con los neofascistas. Al fin y al cabo los consideran unos hijos rebeldes (como Arzalluz consideraba a los asesinos etarras). Ciudadanos se queda en la inopia porque el cuerpo les pide sumare a ellos (al fin y al cabo son la derecha extrema), pero sus socios europeos les regañan y advierten. Por tanto, las derechas sí pactarían sin problemas en Madrid, más si así logran desbancar a Carmena en el Ayuntamiento y no pierden la Comunidad. La izquierda, por su parte, debe hacer los deberes y hacer las cosas de otra forma si quiere aguantar la embestida en algunos de sus caladeros de votos. Porque en esta ocasión no bastará con aumentar el porcentaje de votantes, de personas que acudan a votar, sino que tienen cuatro meses para cambiar de estrategia radical, aunque igual ya están llegando tarde. Los neofascistas quiere conquistar Madrid para lanzarse a por lo demás, quieren una plaza fuerte, y llevan tiempo trabajándolo.
Post Scriptum. Igual que PSOE y PP no tengan candidatos a la alcaldía aún hoy ya es un hándicap. Por tanto, el PSOE debería convocar a la mayor urgencia las primarias y no esperar el dedazo de Ferraz. Y Casado debería usar el dedazo cuanto antes. No tener caras tal y como se han puesto las cosas les perjudica.