Un Fiscal General de la República, Néstor Humberto Martínez, que lleva meses tratando de desviar la atención del caso hacia otros asuntos e incluso proteger descaradamente a los principales sospechosos. Tres testigos (supuestamente) asesinados de una forma misteriosa y siguiendo auténticos protocolos mafiosos, como el envenenamiento. Responsabilidades que apuntan, claramente, al principal financiero del país, que no tiene ningún miedo a lo que le pueda pasar y lo exhibe sin decoro porque está acostumbrado a vivir en ese reino de la impunidad que es Colombia. Un ex presidente cuestionado, señalado y que abandonó la nación nada más dejar el cargo, Juan Manuel Santos, y que es el maestro en el arte de la mentira y el embuste. Varias campañas electorales financiadas por Odebrecht, entre ellas la de Santos a tenor de algunas informaciones, y algunas reuniones misteriosas y sin aclarar entre responsables de la mayor trama de corrupción, seguramente, de la historia de las Américas y algunos líderes políticos colombianos muy destacados.
Y, por último, como guinda final de todo este turbio asunto, está el silencioso y complaciente silencio de unos medios que se deben a sus amos. Por ejemplo, el diario El Tiempo pertenece a uno de los financieros implicados en este asunto y, obviamente, guarda prudente silencio, por no decir abierta censura sobre el caso. Mas bien se dedica a desinformar y minimizar el escándalo como está haciendo hasta ahora.
Caso Odebrecht: prueba de fuego para la democracia colombiana
El caso Odebrecht podría haber servido como prueba fuego para ver si realmente la democracia colombiana es auténtica, funciona y tiene credibilidad ante sus ciudadanos porque tiene una legitimidad sustentada en la Ley. También para comprobar que el sistema de pesos y contrapesos funciona como en cualquier país que se precie del apellido democrático. Una democracia sólida no significa votar cada cuatros años y punto, sino que contiene otros elementos fundamentales para que pueda ser considerada como tal, como la independencia de poderes, la libertad de prensa e información, el buen funcionamiento de la justicia, el control del gobierno por el legislativo y la transparencia de las instituciones del Estado. Pero el caso, a diferencia de lo que ha pasado en otras partes del continente, como Perú y Brasil, por poner sólo dos ejemplos, ha mostrado que Colombia sigue siendo una democracia en entredicho, con contenidos teóricos pero sin desarrollo práctico, y enclavada en un subdesarrollo crónico.
La desaparición de tres testigos fundamentales en el caso, hayan sido asesinados o no, la lentitud de la justicia colombiana para investigar unos hechos claves en la vida del país, la estrategia claramente desviacionista de la Fiscalía General de República en el caso para que los responsables eludan sus responsabilidades, el silencio de los medios de comunicación y la ausencia de una investigación seria por parte de las instituciones, junto otros elementos, revelan que las cosas han cambiado poco o nada en la historia de este país en los últimos años. El sistema político se construyó para proteger a los fuertes y consolidar la pervivencia de una cultura mafiosa donde el dinero se consigue fácilmente y domina a la política sin cortapisas. Es una suerte de sistema formado por vasos comunicantes sin que se sepa claramente donde comienzan los intereses de unos y donde los de otros, donde comienza el negocio y donde comienza la política.
¿Y cuáles son las evidencias del caso Odebrecht en Colombia? El prestigioso diario El Colombiano explicaba muy acertadamente que ”sobre la trama de Odebrecht en Colombia solo se conoce la punta del iceberg. Pues lo que se inició como una sospecha de 11 millones de dólares en sobornos ahora completa 28 millones de dólares en coimas pagadas para lograr contratos en el país y que involucra a personas del más alto perfil”. Hay muchas revelaciones acerca del caso y muchas pistas que se pierden, precisamente, porque el mensajero fue sacado (físicamente) fuera de juego del caso.
La conexión entre el poder político, el financiero y el judicial en la trama está bien clara y si no hubiera sido por las tácticas dilatorias empleadas en el poder legislativo y por el Fiscal General de la República, es más que seguro que ya habría habido señalamientos y responsables procesados. A este respecto, el diario ya citado aseguraba que “El caso vuelve a resonar luego de las grabaciones reveladas por los medios en los que Jorge Enrique Pizano (q.e.p.d.), exauditor de la firma Corficolombiana, alerta sobre las irregularidades de la empresa brasileña en el proyecto de la Ruta del Sol 2 al ahora fiscal Néstor Humberto Martínez, exabogado en su momento del Grupo Aval, emporio del que hace parte Corficolombiana, la sociedad que se alió con Odebrecht para hacerse a los contratos de esta vía”. Nuevamente, la conexión del poder financiero con una justicia de bolsillo y controlada desde el poder quedaba en evidencia para la endeble democracia colombiana.
De la marea de informaciones sobre el caso Odebrecht, “solo se ha conseguido hacer efectivas dos capturas de senadores y cuatro altos funcionarios del Estado. Y se ha dejado una estela de señalados entre los que están el expresidente Juan Manuel Santos, candidatos presidenciales como Oscar Ivan Zuloaga, exalcaldes como Samuel Moreno, además de numerosos congresistas como los conocidos “Bulldozer”, empresarios de la construcción y las más altas figuras de la elite colombiana”, seguía señalando El Colombiano.
¿Y en qué acabará el caso? Como ha demostrado la historia reciente de Colombia, si repasamos los casos del proceso 8.000 que implicó al ex presidente Ernesto Samper al recibir dineros del narcotráfico y numerosos crímenes y delitos que quedaron impunes en este país, todo hace pensar que nadie se atreverá a asomarse al oscuro pozo de la trama de corrupción de Odebrecht. A nadie le interesa, ni siquiera al nuevo gobierno, cuyo presidente, Iván Duque, tuvo hasta una cita nunca aclarada con miembros del grupo Odebrecht en Brasil junto a prominentes hombres del partido del gobierno, el Centro Democrático. Acercarse a la luz de este caso, como le ocurrió al personaje mitológico Icaro al acercarse al sol, puede quemarte para siempre y acabar tus días de la peor de las formas, tal como lo atestiguan ya tres cadáveres sobre la mesa. Estamos ante una auténtica trama mafiosa.