Llegó como un candidato sólido, así lo vendieron en el Teatro La Latina; pasó durante la campaña a estado líquido debido que sólo prometía motivación y formar equipo; y ya ha pasado a estado gaseoso en evaporación continua. Este es el camino que está siguiendo Pepu Hernández en su intento de ser el candidato del PSOE para el Ayuntamiento de Madrid. Igual gana las elecciones pues el aparato madrileño, los mismos que llegaron al poder diciendo que el poder era de la militancia pero sabiendo que no que era de ellos y ella (sin poder quitarse de encima la losa de la Ley de Hierro de la Oligarquía), lleva semanas presionando a unas y otros para que voten en consonancia con los deseos de Pedro Sánchez. Pero se empieza a olisquear que será una pírrica victoria que llevará al desastre.
Se evapora el “efecto Pepu” incluso en las encuestas. Vendían a sus medios amigos desde Ferraz que tenían encuestas en las que el ex-seleccionador de baloncesto disputaba incluso el trono de la izquierda a Manuela Carmena. Y resulta que la encuesta de Telemadrid, hecha después del anuncio de su entronación socialdemócrata, refleja que está muy bien, el último después incluso de los neofascistas (que tampoco tienen candidato o candidata). El “efecto Pepu” es sacar peores resultados que Antonio Carmona. Pero no nos despistemos de camino y volvamos a la paliza en todos los términos que ayer le profirieron Manuel de la Rocha y Chema Dávila en el debate (por llamarlo de alguna forma) que perpetró el PSOE madrileño para proteger a su candidato, pero que les ha salido rana.
Hernández no dejó de leer los papeles que le habían dado en ningún momento. Hasta en las preguntas que hacía la moderadora Pepu se dedicaba a leer lo que le habían escrito. Una chapuza total producto de la improvisación completa ya que no estaba en sus planes debatir, como ya contamos. Apañaron el esperpento de ayer para que “su” candidato expresase tres o cuatro frases hechas y ya. El problema es que no se lo trabajaron y parecía que Iván Redondo le había recolectado todas las frases hechas, esas que el asesor áulico utiliza para el PP, el PNV o el PSOE, sin pensar que la militancia socialista, salvo la que puede haber que vaya con orejeras, no es tonta y está acostumbrada a discurso un poco más serios y hechos. De hecho Ángel Gabilondo es escuchado y alabado con discursos que llegan a ser metafísicos incluso. El trabajo de Redondo, o Mar Espinar, o quien haya sido el responsable de los “papeles de Pepu” no es que sea mejorable, es que no sirve ni para enfrentar a la ciudadanía.
Eso sí, todo estaba medido en una estrategia en red, según decía una frase manida rápidamente desde las redes sociales, en las que José Antonio Rodríguez, saltándose la imparcialidad mínima de la Ejecutiva Federal, jaleaba en todo momento para convencer a la militancia de que Pepu era casi Churchill, soltaban el meme correspondiente. Y la militancia del PSOE tiene capacidad para algo más que memes. Esa liquidez del meme se evaporaba al ver en pantalla a un señor que no se levantaba del asiento ni para charlar con su asesores. Un desastre frente al desparpajo de los otros dos candidatos, sin duda más curtidos en el ámbito político, pero no en el de la vida. Cabe recordar que Hernández venía ganándose la vida dando charlas de motivación (de hecho para eso creó una empresa para pagar menos impuestos), que ha pasado años ofreciendo ruedas de prensa, por lo que hablar en público no debería ser un problema. El problema viene derivado de no saber sobre qué se está hablando.
La soberbia de los postuladores de Hernández, dando por hecho que ganan las primarias porque es deseo expreso de Pedro Sánchez, les ha llevado a no preparar de verdad el debate. En tres semanas se han mostrado incapaces de procurarle algo más que cuatro o cinco frases al designado. Redondo no le ha debido dedicar ni dos minutos debido a que dan por hecha la victoria y, si eso, más adelante ya trabajarán con él. Han provocado con esa actitud el efecto de ayer, el que la ciudadanía piense que es un bluff, un error, un candidato sin chicha, ni limoná. También supone pensar que la militancia son una banda de pagacuotas, porque no se entiende una frase como la siguiente: “Para tener el Madrid que queremos debemos saber que solo como equipo podremos competir y solo como equipo podremos ganar”. Obviando la manía de los términos deportivos, que no encajan en la política, habla de competir como equipo y esto se lo dice a una militancia que ha mostrado más disciplina y entusiasmo en las campañas electorales que ninguna otra de cualquier partido. Decirle a la militancia del PSOE, que las pasó canutas en 1993, 1996 y 2008 cuando desde la caverna mediática lanzaban muchas más pestes que las que le lanzan al actual inquilino de La Moncloa. Cuando desde las tribunas de distintos medios y las televisiones se decía que todos los socialistas eran corruptos y la gente se echó a la calle para defender a su partido ya se demostró que equipo como en el PSOE no tienen los demás.
Además confunden los términos, porque parece que de donde no hay…, ya que la política no es una competición donde se gana o se pierde en sí. La política es mucho más que competir, es presentar un programa y tratar de convencer a la ciudadanía que es el mejor y, posteriormente, seguir defendiéndolo. Y si a eso le sumamos que Hernández ha defendido un pacto con Ciudadanos por asentimiento, ese mismo partido que dice que el sanchismo y el PSOE son pestes, pues no se llega a comprender qué partido está jugando. Si ya ha negociado Sánchez que será vicealcalde con Carmena, a qué viene callarse cuando las encuestas dicen que, de darse el pacto, sería para hacer alcaldesa a Begoña Villacís. Esa misma que oculta sociedades de dos millones de euros y está al servicio de diversos lobbies. Eso no encaja con el socialismo, ni la socialdemocracia en España.
“El Madrid que tú quieres, es el mismo Madrid que yo quiero y que todos queremos” es otras de las frases del laboratorio Redondo & Junillo. No. No se trata de que el Madrid que quiera la gente es el que el PSOE quiere. Igual la gente, no teniendo consciencia de un problema grave como la poda de árboles para sanearlos, prefiere que sigan majestuosos sin saber que se les pueden caer en la cabeza. Igual la gente quiere aceras de oro y, es evidente, que no puede ser. La función de un político es proponer un proyecto ya hecho y convencer desde unos supuestos lógicos, aunque no carentes de utopía. De hecho la frase siguiente sigue pecando de esa indefinición: “Madrid lo tiene todo para ser una ciudad modelo en respeto, tolerancia, seguridad, sostenibilidad, limpieza, progreso, solidaridad, igualdad, cultura y convivencia”. Es tan sencillo como preguntar a Hernández “¿cómo?”. Sí, ¿cómo va usted a conseguir que esté limpia, sea tolerante (como si Madrid fuese una ciudad intolerante), tenga más cultura y qué tipo de cultura, qué significa progreso? A estas preguntas que vienen derivadas de su propuesta no tiene respuesta y cualquier militante del PSOE de Madrid seguro que alguna daría.
¿Quieren más frases de laboratorio? “Madrid debe integrarse con la Comunidad y la Comunidad con Madrid” afirma como si Madrid estuviese en otra comunidad sin explicar realmente que los problemas de esa cooperación, sí cooperación no integración, se deben a las disputas políticas. “Vamos a garantizar a los madrileños/as el acceso a un empleo estable, de calidad e igualitario” dice desconociendo que las políticas activas de empleo no son competencia municipal. O ¿es que Pepu va a ir a cada una de las empresas que hay en Madrid a decirles que hagan contratos estables porque él lo dice? Puede favorecer en algo que se instalen algunas empresas en los polígonos industriales de la capital, pero poco más. Eso sí, la frase queda genial como eslogan líquido o gaseoso. Curioso que esas mismas frases las podrían firmas los demás partidos.
¿Imaginan a dos echados “p’alante” como Villacís o Martínez Almeida en un debate con Hernández con sus papeles en la mano y sin saber qué decir salvo sacar memes el Junillo? La motivación hace mucho que la tienen en el PSOE y cuando llegan las elecciones les suele sobrar. No necesitan un entrenador, ni un equipo, necesitan políticas y políticos que defiendan los ideales y el programa del partido. Esto no es un equipo de ba-lon-ces-to sino un partido político que debe transformar la sociedad desde la base hasta la superestructura. Se necesita algo más que ser famoso y amigo del jefe. Tanta insistencia en conjugar liderazgos (algo imposible salvo que sea un liderazgo colectivo, una vanguardia), en motivar, en hacer equipo, que son los temas que él maneja y son buenos para el deporte, no sirven en términos políticos. Porque cuando pierdes un partido tienes otro en breve para recuperarte, en política lo que no hagas hoy en beneficio de la sociedad nadie te garantiza que puedas hacerlo mañana. Son dos campos distintos porque uno es espectáculo y lo otro es cuestión de vida o muerte. Mientras esto lo averiguan en Buen Suceso y Moncloa el efecto Pepu se disuelve, se hace gaseoso.