El padre espiritual del trifachito actual, José María Aznar, duerme muy tranquilo por las noches pues para él nada de lo que pasó hace 15 años es culpa suya. Sin embargo, salvo que se sea un enfermo mental, es obvio que el atentado yihadista del 15 de marzo de 2004 está claramente relacionado con el apoyo del entonces presidente del Gobierno a la invasión de Iraq y la lucha global contra los terroristas islámicos. A pesar de los millones de ciudadanos que se echaron a las calles, sin distinción de color político, bajo el lema del “No a la Guerra”, Aznar tuvo que hacerse la foto del Trío de las Azores y provocó, en cierto sentido, que 200 personas perdiesen la vida en los trenes de la muerte. Más las miles de personas que sufrieron heridas (y sufren hoy en día psíquicamente).
La posibilidad de que hubiese habido un atentado contra España, participase o no de la guerra de EEUU, era alta, pero a nadie se le escapa que la virulencia con la que se realizó está claramente ligada a los deseos de ser alguien de Aznar. Con un ego enorme, una soberbia que sobrepasa los límites normales, con una enfermedad mental que le lleva a querer ser recordado como uno de los grandes hombres de la Historia (de ahí el bodorrio de su hija en El Escorial, de ahí poner a su esposa como alcaldesa de Madrid, de ahí estar entregado a los lobbies sionistas, de ahí a ejecutar las órdenes del Imperio en Lationamérica…). El carácter envidioso y autoritario del expresidente (envidia de Felipe González porque a él jamás le reconocieron carisma alguno) provocó que los yihadistas se cebasen con Madrid. Es obvio que los culpables son los yihadistas, pero las provocaciones de Aznar frente a lo que el pueblo deseaba son causa indudablemente.
Lo que vino después pasará a la Historia negra del engaño perpetrado por un Gobierno. Ahora Pablo Casado solamente sigue la estela de la cantidad de mentiras e infamias que los españoles tuvieron que escuchar con los cuerpos que yacían aun en caliente. Como única justificación a la barbarie provocada por decisiones personalistas se buscó un culpable interior como ETA. Y ETA para arriba y ETA para abajo. Lo curioso del caso es que en cuanto Arnaldo Otegui salió a condenar los atentados, se destapaba el velo de la ignominia de Aznar y sus secuaces. Nada encajaba con la banda terrorista, especialmente la voladura de los trenes en el Pozo, pero Aznar no podía admitir que por su culpa, por su ego, habían muerto centenares de españoles. Mentir como única fórmula de salvar la cara. Y posteriormente inventar una teoría de la conspiración. A la cual se apuntó el hoy diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta, por cierto.
El infame Aznar no sólo no ha pedido perdón sino que mandó a sus huestes contra Pilar Manjón, quien hubo de sufrir durante años la persecución de los esbirros del PP. No sólo perdió a un hijo sino que casi pierde la vida luchando porque la verdad prevaleciese. Aunque esa verdad no fuese la que quería el partido reaccionario y vendido al poder del Imperio estadounidense. Ahora Aznar vive entregado y forrándose con los lobbies de Estados Unidos y los judíos (gracias por los servicios prestados y que sigue prestando), maniobrando para que algún vástago se forre mediante fondos buitres que desahucian y se quedan con los pisos rescatados por los españoles. Un patriota del dinero porque a España ni la quiso, ni la quiere. Sólo hay que ver cómo acudió raudo y veloz al funeral por el padre de su amigo George Bush Jr. También sigue viéndose con el colega de trapacerías neoliberales Tony (¿o habría que decir Tory (conservador)?) Blair.
Hoy está cerca de caminar levitando porque el trifachito le reclama como padre espiritual de los tres partidos. Aunque para su pesar, y esto le tiene que molestar como no se puede imaginar, le compartan dos de ellos con Adolfo Suárez. Quien seguramente no hubiese entregado España y las almas de los españoles al Imperio, porque tenía más sentimiento y cabeza. Claro que a Suárez le quiere todo el mundo (menos los franquistas) y a Aznar los radicales de la derecha nada más. Pero estará contento de que Albert Rivera y Casado estén tan entregados como él al poder del Imperio (los neofascistas son parte del trumpismo además) y se preocupen más por lo que pase en Chile que en las personas que pasan hambre en su propio país. Y si ven a Casado hablar de Europa no le crean, él es solamente un ariete más del Imperio contra la construcción europea. Pero hay 200 personas que por culpa de Aznar hoy no pueden leer esto y opinar.