Lo tenía todo para haber sido el elegido por las masas de españoles de derechas. El apoyo del establishment al completo, con la potencia de sus medios de comunicación, el contexto que pide alguien con cierta mesura y moderación. Todo en general favorecía a un partido que fuese liberal de verdad. Pero Albert Rivera, cegado por la soberbia de creerse más de lo que es, está llevando a Ciudadanos a la ruina electoral y política. De ser una fuerza con posibilidades de hegemonía en la derecha del tablero político a ser quedar en la insignificancia y ser un segundón de medio pelo. Y todo ello no producto del entorno sino de las decisiones erráticas y la incapacidad de Rivera para leer el signo de los tiempos. Eso que distingue a un político de un mero dirigente.
La entrevista que tuvo lugar en TVE dejó patente que el cerebro de Rivera es incapaz de procesar información por más de una vertiente. A las graves carencias analíticas se suma una patente ignorancia respecto al liberalismo que dice profesar. Afirmar ser liberal pero todo lo que sale de su boca es rancio, caduco o mera máscara. El odio como fundamento de la política es todo lo que cabe en su discurso, ya que cuando intenta explicar algo de lo que propone se atasca, monta un batiburrillo de conceptos contradictorios e incluso antagónicos y aparece señalado como alguien que no es de confianza. Y esto es lo peor que le puede pasar a un político que se piense que no inspira confianza y se vea que su discurso está lleno de baladronadas, oximorones y pleonasmos. Pese a que sigue contando con, posiblemente, la parte más potente de los servicios mediáticos (el grupo Atresmedia), algunos otros como ABC ya le han abandonado. También tiene unos cuantos columnistas expertos en la opinilogía y el columnismo espectáculo que siguen criticando a su bête noire Pedro Sánchez y alabándole. Empero las personas de bien ya se han dado cuenta que no hay nada detrás de esa pose.
Fichar a Clemente y tragarse el caso más estúpido (por lo mal hecho) de pucherazo electrónico, le ha dejado con las nalgas al aire. Aunque él es muy de desnudarse, en esta ocasión la pérdida de las calzas naranjas no ha sido intencionada. A esto habría que añadir que, para más sospechas, Felisuco recibió 150 votos en una hora para ganar sus primarias en Cantabria. Y por mucho que los medios le tapen, hasta Susanna Griso lo tiene que contar. Portada en todos los medios la mayor metedura de pata de Rivera, pese a que un tipo mentalmente estable como Luis Garicano le advirtió del error. Pero enfervorecido como está Rivera ya le da igual todo y cada día se va pareciendo más y más al Calígula de Camus. No extrañaría que presentase al senado a un perro o algo por el estilo. Ciudadanos ha venido actuando como un verdadero partido leninista, casi una secta en sus comienzos, y ha hecho del cuñadismo ideológico su arma electoral, pero la sublimación de Rivera ha provocado que pierda el oremus completamente. No se percata de que dirige a sus huestes al desastre o lo sabe y quiere hundir lo que considera su “obra”.
Ayer en la presentación de la cuenta de resultados Juan Roig, presidente de Mercadona, expresó con claridad lo que el establishment reclama a la clase política. Para el empresario, uno de los popes de la clase dominante española, explicó que tan sólo pide que el resultado de las elecciones genere tranquilidad, estabilidad y resolver con diálogo en problema catalán. Quieren estabilidad gubernamental porque saben que vienen mal dadas por culpa del sector financiero (la fracción dominante) y no va a ser tiempo de peleas de bar, que es en lo que han convertido el Parlamento. Todo un aviso a navegantes que ni Rivera, ni su gemelo Casado parecen entender por la obsesión con el odio y la separación que muestran diariamente. Algo que a Roig no le gusta. Ya ha dicho que él es tan español como los demás y para nada centralista ni homogeneizador.
Sólo se les ocurre a los niños aznarizados que firmar una unión con Unión del Pueblo Navarro, la formación más carca de España, cuyos programas suelen ser pasados por la tumba de José María Escrivá de Balaguer antes de hacerlos públicos. Una especie de carlistas del Opus Dei, defensores de la España tradicional y el fuero histórico navarro. Algo que ha tenido que tragar sin agua Rivera para firmar el acuerdo y rascar algo en Navarra, aunque sea una invitación para los próximos sanfermines. Pero que quiebra todo su discurso de la igualdad total entre las comunidades españolas. Ahora parece que Navarra sí puede ser desigual y mañana le veremos en algún Alderdi Eguna y por supuesto en el Aberri Eguna. Vamos que en un par de días ha perdido todo su corsé liberal.
Caída en picado en las encuestas que está aprovechando Pedro Sánchez para hacerse con los votantes de liberales asustados ante las excrecencias que genera quien debía ser su jefe de filas. El giro hacia la derecha en temas económicos y el mantenimiento de algunas cuestiones sociales por parte del PSOE le está suponiendo una buena entrada de votantes desencantados con Ciudadanos, esos a los que desprecia Rivera cada día. Y, como hemos contado reiteradamente, ya ha sido advertido por el establishment para que si suma su pacto sea con el partido socialdemócrata y se olvide de experimentos raros. Hay que pensar que el programa de los neofascistas beneficia a las grandes empresas extranjeras, especialmente imperiales, y a muchos empresarios les conviene otro tipo de gestión de la economía. Y negar un pacto que en toda Europa es algo habitual, demasiado habitual dirán algunos, ya ha provocado una reprimenda de los grandes popes liberales. Lo que se puede decir es que Rivera ha agotado la paciencia del establishment y de los votantes moderados y todo por su culpa. Él solito (bueno la ayuda de Girauta no es despreciable) ha hundido y está arruinando Ciudadanos.