El camarlengo monclovita le ha dicho a su jefe que “Con Iglesias no”. Y Pedro Sánchez le hace caso y no quiere a Pablo Iglesias cerca ni en pintura. No quiere, en realidad, a nadie de Podemos “de verdad” en el Gobierno, como mucho algún catedrático, un técnico y con una proyección pública tipo Isabel Celaá. O lo que es lo mismo ninguna. Esta es la estrategia que quieren llevar a cabo y la venden mediante una lógica que no se sostiene, pues la vía portuguesa tiene sentido en Portugal y no en un Parlamento mucho mayor y con una multiplicidad de partidos que le acerca más a otros parlamentos europeos donde no existe un sistema mayoritario. Pero esta es la excusa que esconde dos posiciones estratégicas y personalistas que son la verdadera causa de la negativa a ceder algún ministerio a cualquier persona que sea militante de Podemos.
La primera cuestión estratégica pergeñada por el camarlengo de Moncloa es que un Gobierno en solitario sirve para seguir con la bandera del “Somos la izquierda”. Intentar monopolizar la bandera de la izquierda que, además, gobierna y lo hace de forma social. No importa que cuelen la mochila austriaca, el dieselazo a la clase trabajadora, que no bajen el IVA a los autónomos (falsos o medio falsos), todo eso no importa porque hay que vender que Sánchez es la única izquierda posible y el resto es utopía, radicalismo o una enfermedad infantil. Sólo Sánchez es de izquierdas de verdad y cambiará la socialdemocracia europea. Y dicen sólo Sánchez porque el PSOE ha pasado a ser una especie de movimiento personalista donde se hace y dice lo que quieren en Moncloa. De ahí que María Chivite no tenga autonomía, bajo amenaza de cese de actividades; de que se impida a militantes con capacidad crítica presentarse a elecciones (como ha pasado en algunos municipios); y se salvan los barones porque han ganado, con una mayoría que no ha logrado el máximo dirigente, que si no.
Si incluyese en el Gobierno a gente de Podemos, más si fuesen gente como Iglesias, Rafael Mayoral o Ione Belarra, por ejemplo, no tendría ese monopolio de la izquierda que quiere tener a nivel estatal. Los morados sin duda discreparían con algunas medidas, tendrían agenda propia señalando posiciones de izquierdas, pelearían en los Consejos de Ministros por derechos y libertades que, como en el caso de los derechos de la clase trabajadora, se quieren edulcorar y vender como un logro, aunque no se toque la reforma laboral del PP. Tener a Podemos en el Gobierno le obliga compartir ser de izquierdas gubernamental con Podemos. Y es de sobra conocido que ni en el propio PSOE quiere algo o alguien que le haga sombra por la izquierda. José Antonio Pérez Tapias salió, Andrés Perelló disfruta de una estancia placentera en París y tiene secuestrada a Izquierda Socialista. Él es la izquierda y no puede haber más, salvo radicales y no-gubernamentales.
Y luego está la cuestión personal, que es tan importante como la del relato. Sánchez si por algo se ha destacado a lo largo de sus años ha sido por cuidar su imagen más allá de lo recomendable. Tiende a rodearse de mediocres que le son fieles o de técnicos con escasa capacidad política. Ambos tipos, si se fijan en la Ejecutiva del PSOE y el Gobierno, los encontrarán siempre alrededor del dirigente. Pelotas y fontaneros en palabras más clásicas. Cuando está Sánchez sobre el escenario sólo puede mirarle el foco a él. Miren lo poco que ha durado Josep Borrell en el Gobierno. Por ello es lógico que no quiera a Iglesias cerca de él. El podemita tiene más capacidad dialéctica y eso dañaría su imagen. El dirigente morado tiene más capacidad analítica e intelectual y eso dañaría la imagen de Sánchez. Aunque está muy marcado por la campaña de las cloacas y la que ahora potencia el propio PSOE desde la prensa que se está haciendo afín. Pero juntos, Iglesias podría ponerse las medallas que sólo quiere disfrutar Sánchez.
Queda un tercer aspecto estratégico que no es menor. A día de hoy Sánchez no piensa en Ciudadanos como partido que le vaya a apoyar, pero le están moviendo la silla a Albert Rivera y se sabe que caerá más temprano que tarde por presiones del establishment. Ciudadanos está intentando captar poder territorial y así armar una red partidista, por eso no puede hoy entregarse a pactar con el PSOE. Sí sobre algunas cuestiones puntuales, que es lo que desea Sánchez. Pero conocen en Moncloa que de aquí a dos años aproximadamente tendrán que abrazarse a un Ciudadanos dirigido por Arrimadas, por ejemplo, debido a la crisis comercial (no financiera en sí) que viene vislumbrándose. Tendrán que formar un gobierno que implemente las políticas que desee la Troika y para ello mejor la formación naranja que Podemos. Teniendo a Iglesias en el Gobierno esto sería imposible.
No quiere a Iglesias y no transigirá con esos deseos del dirigente podemita. De ahí que se aliente a los críticos del dirigente morado cuando hablan de no estar en el Gobierno y actuar desde afuera, así como de la necesidad de un Asamblea extraordinaria. Quieren tenerle con el suelo temblando para que acabe aceptando el trágala del pacto a la portuguesa. Quiere el camarlengo monclovita, que es quien ha pensado todo esto (no piensen que Sánchez dedica diez minutos a la cuestión por obligaciones y capacidad), que Podemos se vea presionado para apoyar la investidura casi gratis (que alguno como Alberto Garzón parece que ya acepta) y seguir manteniendo una investidura para un Gobierno de izquierdas. Tampoco les viene mal que el establishment presione a Ciudadanos para que Iglesias no tenga influencia, pero como socios será cuando se carguen a Rivera, pues ambos dirigentes se odian personalmente.